domingo, 30 de septiembre de 2012

Los tiempos en la pareja. Efectos de la asincronía.

El tiempo puede ser una de las causas de la aparición de una crisis en la pareja, pero más que el tiempo en sí, la forma de vivir este dentro de la relación. El profesor de Psiquiatría y Psicología Walter Pasini habla de estados o ritmos sincrónicos o asincrónicos en la pareja, para referirse a la concordancia o discordancia de ritmos temporales que usa esta a la hora de enfrentarse a la vida.

Una pareja es sincrónica cuando ambos por ejemplo, están enamorados al mismo tiempo, sienten que desean estar unidos por igual y su ritmo en este caso es convergente, mientras que asincrónica seria la pareja en la que uno está enamorado y desea estar a solas con su amado, pero el otro miembro ha pasado de nivel y quiere abrirse más al mundo, al estar en ritmos temporales diferentes o divergentes puede causar una serie de conflictos y problemas que promuevan el nacimiento o mantenimiento de una crisis.

Según Pasini las parejas de hoy deben encontrar sus tiempos y sincronías ya que tienen que saber satisfacer mutuamente sus necesidades afectivas, para él: “Hoy la pareja es “fluctuante”, y tiene que encontrar por sí mismo sus ritmos”. Y esto por un lado es un trabajo individual pues cada persona tiene su propio ritmo idiosincrático y por otro lado es una responsabilidad compartida, pues muchas veces para llegar a ritmos semejantes requiere de diálogo, negociación y aceptación. Como dice el autor: “Todas las historias de amor deben encontrar nuevos caminos, nuevos ritmos. Y ya desde el primer encuentro empiezan a enfrentarse con la difícil sincronización de las costumbres y las necesidades individuales, tanto en público como en privado”.

Para Pasini hay varias circunstancias en las que una pareja puede mostrase sincrónica o asincrónica, veamos las que nos han parecido más relevantes.

Tipos de sincronía-asincronía en la pareja

Tipo de enamoramiento. El primer atisbo de sincronía o asincronía se encuentra en la fase inicial de la mayoría de parejas: el enamoramiento. Los dos polos opuestos del enamoramiento, oscilan entre enamoramiento rápido y total, al miedo a conocer al otro y a comprometerse (ambos extremos pueden acabar siendo patológicos: la filofobia y la adicción al amor). Y a esto se suma una nueva forma de conocer a alguien, los encuentros por internet, que crea nuevos ritmos a la hora de conocer y de enamorarnos de una persona. En definitiva, si un miembro de la futura pareja desea un encuentro intimo desde el primer momento, mientras que la otra parte es mucho más cauta y quiere ir muy despacio, por el miedo al compromiso, por ejemplo, pueden producirse ya las primeras previsiones de conflictos y quizás la pareja ni siquiera llegue a consolidarse.

Expectativas: progresivas o regresivas. Toda persona tiene ciertas expectativas sobre lo que quiere de la vida, de la relación y del cónyuge y para Pasini estas expectativas son unas de las dificultades temporales más importantes para la vida en común de la pareja. Un miembro de la pareja tiene expectativas progresivas cuando desea avanzar, madurar y evolucionar, no tiene miedo a los cambios pues más bien los desea. Un miembro de la pareja tiene expectativas regresivas cuando desea detener su progresión y los cambios se convierten en un obstáculo. Si las expectativas de cada miembro se sincronizan, no hay ningún problema, pues convergen, pero cuando las necesidades progresivas de uno choca con las regresivas del otro, la crisis puede dar comienzo, pues lo más probable es que los conflictos estén a la orden del día. Ya vimos que, en su mayoría, Gottman denomina a estos conflictos problemas irresolubles, que pueden ser conscientes/ exteriorizados o inconscientes/soterrados, en este último caso la pareja no sabe que deseos internos están provocando la crisis o el conflicto y son estos los problemas irresolubles más complejos, aquellos que esconden deseos internos inconscientes que están siendo desaprobados o enfrentados a los deseos del otro cónyuge. La solución que ofrece Gottman, es la de aceptar estas diferencias, el sentido del humor, la tolerancia y saber convivir con estas expectativas o deseos divergentes. Cuando un miembro es progresivo y el otro regresivo están condenados a chocar si no llegan a mantener acuerdos y negociaciones que satisfagan a ambos y en caso de ser un problema irresoluble, la necesidad imperante de aceptarse mutuamente.

Convivencia: relojes internos y relojes externos. Las parejas que deciden irse a vivir juntas se enfrentan a las costumbres idiosincráticas del otro, pues una cosa es el periodo de amantes que conviven juntos solo los fines de semana o una noche romántica y otra cosa bien distinta la convivencia diaria con las costumbres y ritmos de cada uno de los participantes, pues al vivir juntos descubrimos los “cronómetros interiores” del amado y estos pueden ser muy distintos, es decir muy asincrónicos. Una persona puede necesitar una hora entera para acicalarse antes de salir y la otra en diez minutos esta lista y desesperada, esto es un ejemplo claro de cómo funciona cada ritmo individual, otra diferencia es la hora de acostarse, un miembro más vespertino puede desear quedarse hasta tarde despierto y el otro miembro con un ritmo matutino a las diez de la noche desea caer en los brazos de Morfeo, al despertar el vespertino quiere retozar más tiempo en la cama con el amado, pero el miembro matutino está desesperado y desea levantarse y hacer cosas útiles, esto es otro claro signo de ritmos dispares y asincrónicos, que pueden parecer triviales, pero para algunas parejas acaban convirtiéndose en el gran caballo de Troya a combatir. Estos ritmos comentados son de carácter interno, pues se basan en relojes internos que cada persona posee, pero también pueden surgir problemas con los denominados relojes externos, cuando son las circunstancias exteriores las que dominan la situación, por ejemplo cuando la pareja posee horarios laborales opuestos, uno trabaja por la mañana y el otro por la tarde, con lo que acaban viéndose realmente poco y puede ser un grave signo de desavenencias, provocando depresión, llantos y desaparición del deseo. Si los relojes internos y externos suponen un grave problema de convivencia lo mejor es acudir a un especialista que pueda valorar las pautas adecuadas para la solución o adaptación al conflicto.

Amor extranjero. Algunas parejas formadas por dos miembros de culturas dispares, también pueden tener sus ritmos asincrónicos y deben sincronizar sus costumbres para ahorrarse más de un disgusto. Cosas tan triviales como la disparidad a la hora de comer o cenar o ir a dormir, pueden convertirse a la larga en sentimientos de amargura y desilusión si no se dialoga para intentar converger en este tipo concreto de costumbres.

Comunicación intima. Hombres y mujeres utilizan la comunicación de forma distinta, la mujer como centro de relajación y para entablar vínculos estrechos y el hombre para resolver problemas y de forma instrumental: transmitir información. Esta diferencia entre hombres y mujeres provoca que la comunicación muchas veces se vuelva asincrónica, pues ella desea expresar sentimientos y sentirse escuchada y él solo quiere resolver conflictos y pasar rápido de página para relajarse haciendo algo instrumental, provocando el desconcierto en ambos cónyuges, fomentando la aparición de una crisis comunicacional. Entender que somos distintos es la clave para tolerar estas diferencias.

Actitud ante los conflictos. No discutir nunca puede ser más conflictivo que acalorarse de vez en cuando, puesto que toda pareja tiene sus diferencias, desavenencias y asincronías y las parejas que no discuten, más que presumiblemente lo que están haciendo es negar o evitar el conflicto, situación que crea a la larga más problemas que ventajas, porque antes o después un miembro de la pareja explota o lo que es más terrible, el sentimiento de soledad se apodera de la relación, ya no conocemos con quien dormimos pues la falta de comunicación nos ha apartado tanto que ya no nos reconocemos. Por lo que es importante que la pareja discuta de vez en cuando para poner sobre la mesa que necesita cada uno y con respecto a la asincronía, lo importante es como discute esta pareja. Un miembro de la pareja puede ser demasiado efusivo o directo y el otro muy inhibido e indirecto, por lo que hay que aprender a discutir sin poner en peligro la relación. Según Pasini: “El problema es que no todos riñen de la misma manera. En la pareja puede ocurrir que cuando él está dispuesto a hacer las paces ella siga aún rencorosa y arisca, o al revés. Claro que con los años se aprenden también los ritmos de la agresividad en la pareja, pero no siempre ocurre así”. Y lo más decisivo en una riña es cuando ha de establecerse el punto y final, la pareja debe saber acabar un conflicto, sobre todo si el problema se está volviendo circular y sin solución (recuerde a Gottman), la diferencia está en que quizás un miembro puede perdonar y calmarse pero el otro sigue albergando ira y resentimiento. Debemos aprender los ritmos que sigue nuestra relación en cuanto a los conflictos para acomodarlos y que no perjudiquen el matrimonio.

Vida pública y vida íntima. Para Pasini, que la pareja encuentre una forma de pactar en lo referente a la vida pública y privada es crucial para que el amor continúe intacto. Hay personas que enfocan su vida al exterior de la pareja como puede ser conseguir un buen trabajo con ascensos progresivos u obtener dinero para vivir bien, posponiendo sus necesidades intimas, como tener hijos. Otras personas están más enfocadas en cuidar su vida intima, por encima del resto de cosas, priorizando su mundo privado, haciendo del hogar un lugar cálido y seguro. El problema surge cuando ambos miembros de la pareja son asincrónicos a este respecto, a un miembro le encanta quedarse en casa y dedicar tiempo a la relación, mientras que el otro miembro se afana por trabajar o salir de casa para volver tarde, chocando los tiempos públicos con los privados inevitablemente. Cuando un miembro está volcado en su trabajo y queda en situación de paro este hecho puede ser fuente de desavenencias o de mayor unión en la relación. Los hombres pueden acusar el paro afectándole a su vida sexual, pues al perder el empleo pueden sentir que también pierden su virilidad, no siendo un problema de erección sino de deseo, que ha quedado inhibido a causa de la depresión de no tener o encontrar trabajo. Por su lado la mujer al perder el empleo puede sentir la angustia de sentirse de nuevo encerradas en casa. Sin embargo a veces la situación de desempleo ocasiona que la pareja se una más, pues la necesidad de superar un obstáculo juntos puede favorecer que ambos recuperen su complicidad e intimidad. Y otra circunstancia que puede crear desavenencias profundas es la necesidad de tener un hijo. Cuando un miembro desea tener un hijo y el otro no puede provocar la disgregación dolorosa de la pareja.

Por lo comentado hasta ahora podemos entender la importancia que tienen nuestros ritmos internos y externos a la hora de convivir en pareja, nuestras costumbres y las circunstancias externas son variables lo suficientemente potentes como para provocar desavenencias serias, inicios y mantenimientos de crisis o si hay sincronía, promover que la pareja fluya en un mar saludable.

Por último vamos a añadir que debe de hacer una pareja para que perdure en el tiempo según Walter Pasini. Para este autor lo más importante es que el matrimonio no pierda la capacidad de novedad y de sorpresa, renovarse continuamente es el secreto. La pareja debe prestar seria atención a la rutina, pero el énfasis está en qué pensamos a cerca de esta rutina conyugal, pues como él mismo indica: “Todos los rituales que marcan el tiempo del matrimonio (desayuno o leer en el sofá) se pueden considerar vulgares rutinas o la esencia misma de la vida en pareja. El secreto consiste en darle a la vida diaria esa complicidad empática que será el verdadero cemento de la vida en común, aunque los ritmos sean un poco discordantes”. En definitiva: “Saber gozar de los ritmos cadenciosos del vivir juntos es el secreto “temporal” de los matrimonios que duran”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Pautas para salir de la crisis en las relaciones de pareja. Mejora tu relación.

Puesto que a pesar de los conflictos, problemas solubles e insolubles que nuestra relación pueda estar sufriendo, siempre se puede mejorar la relación antes de que esta sucumba al fin, sin retorno.

Por ello, a continuación vamos a ver brevemente una serie de pautas que pueden ayudar a las parejas a salir de la crisis en la que se ven envueltas. Estas pautas son las siguientes:

Evitar críticas, reproches y ofensas. Debemos hacer uso de la queja constructiva sobre un hecho particular que nos afecta y no una crítica negativa sobre la personalidad del amado. Los reproches provocan sentimientos de desprecio y frustración, tanto para la persona que los emite como para el receptor. Reprochar implica censurar y criticar al amado a través de una reprimenda, que puede ser más o menos injusta ya que el reproche es una forma negativa de pedir que se cubran nuestras necesidades por parte del cónyuge, pero promueve el efecto contrario, cuanto más reprochemos, menos obtendremos del amado, pues este no empatizará con nosotros sino que se pondrá a la defensiva en un intento de proteger su propia estima y valía. El uso de las ofensas también causa daños que pueden ser irreparables, puesto que estas ofensas suelen partir de la vía inferior de nuestro cerebro (vía irracional), pudiendo expresar con muy poca delicadeza ideas muy negativas sobre el amado o la relación que realmente no pensamos. Las ofensas son aditivas y sumatorias, puesto que se van acumulado, dando un saldo negativo que luego es muy difícil de neutralizar, pues las últimas investigaciones indican que necesitamos tres alabanzas por cada improperio que decimos a nuestra pareja. Las conversaciones conflictivas con nuestro cónyuge deben permanecer en la barrera del respeto mutuo y si vemos que nuestro estado interno se empieza a acelerar es mejor dejar un espacio de tiempo para calmarnos de nuevo.

Reconciliarse con prontitud. Lo ideal después de una pelea acalorada es reconciliarse lo antes posible para evitar que el problema se enquiste, puesto que dejarlo pasar mucho tiempo puede provocar que la pareja piense que ya no hay nada de qué hablar y continúan la relación sin la sensación de reconciliación, tan necesaria para la salud mental de ambos.

Dialogar: comunicación efectiva y afectiva. Una comunicación efectiva implica que ambos miembros saben dialogar de forma constructiva, saben cuándo es su turno para hablar y cuando deben callar y escuchar al amado de forma empática. Una comunicación afectiva implica siempre un deseo positivo de mejorar la relación a través del dialogo, con un eje central de afecto positivo hacia el otro.

Expresar sentimientos. Las auto-revelaciones, es decir la expresión de nuestros sentimientos, anhelos y miedos, siempre son positivas, pues nos acercan más al amado, este puede conocernos mejor y actuar en consecuencia. Expresar de manera asertiva que necesitamos de la relación y del amado, es una buena manera de asegurarnos que el cónyuge entiende lo que necesitamos. Y siempre el oportunismo es la clave, es decir, debemos saber cuándo es el momento oportuno para expresar estos anhelos y miedos, puesto que hacerlo de forma exagerada en el peor momento posible, conlleva al efecto contrario que pretendemos, es decir sentirnos escuchados y entendidos, puesto que quizás no nos hemos sentido escuchados (porque las circunstancias del momento no lo permitían), provocándonos el recelo, la frustración y la sensación de que nos hemos abierto al otro desafortunadamente, promoviendo que quizás la próxima vez nos cueste aún más expresar lo que sentimos.

Conceder el derecho a equivocarse. Uno de los derechos personales que tiene el ser humano, es poder cometer errores, equivocarse y cambiar de opinión. Los pensamientos rígidos al respecto, solo provocan resentimiento, puesto que mostrarnos siempre con la expectativa de que el amado va a equivocarse y reprochárselo, solo promueve el desentendimiento y el afecto negativo, empezando a ver al otro como una persona intransigente y cruel. Debemos de conceder a nuestra pareja el derecho personal de equivocarse sin tener que reprochárselo, ni hacer montañas intransigentes de granos de errores, evitando magnificar cada error que comete el otro, como si por ello fuera a llegar el fin del mundo.

Aceptar al otro como es. Sabiendo que solo una pequeña parte de problemas pueden modificarse cambiando algunos aspectos de uno o de los dos cónyuges, puesto que la gran mayoría de problemas (y sobre todo los importantes)suelen ser insoluble, es decir sin una solución que no vaya más allá de la aceptación mutua, el sentido del humor y una amistad fuerte entre la pareja, lo que tenemos que saber hacer es aceptar al otro como es, con sus virtudes y defectos, no podemos exigir que el otro cambie algo para hacernos feliz a nosotros, lo ideal es sugerir algunos cambios que nos facilitarían la convivencia, pero siempre respetando que el otro desee modificarlo o no. Esto en el caso de que la conducta del amado no sea perjudicial para la salud de ninguna de las partes y dentro de unos límites del respeto y la tolerancia mutuos (puesto que en ningún caso podemos aceptar que nuestra pareja nos maltrate).

Evitar la dependencia. Para mantener el deseo y la pasión a parte de conservar sana la relación, debemos desterrar la dependencia excesiva sobre la relación o el amado y debemos abogar y apostar por la interdependencia, entendida esta como la dinámica de ser mutuamente responsable por igual de la relación compartiendo un conjunto de principios que han sido debidamente negociados, alejándonos a sí de la dependencia puesto que implica que ambos miembros sean emocional, económica y moralmente independientes, ya que hay todo un margen para ser uno mismo y a la vez poder desarrollar mutuamente la relación de pareja. Podemos salir fuera de la pareja para tener vivencias nuevas que de seguro enriquecerán a la misma, puesto que conocer nuevos sitios por separado, por ejemplo sirve para que después la pareja junta pueda disfrutar de esos lugares hallados. Salir para enriquecerse uno mismo con vivencias nuevas incrementa la posibilidad de que la misma relación se alimente gracias a la interdependencia que profesan ambos miembros.

No dejarse absorber por el trabajo u otras circunstancias afines. Cuando el trabajo (o alguna circunstancia análoga) se convierte en el centro de nuestro universo, interfiere de lleno en nuestra relación, sobre todo si no somos capaces de desconectar al volver a casa. A las mujeres el trabajo puede incrementar su postura hacia su lado masculino de resolver problemas, interponiéndose en su lado femenino de conversar libremente expresando emociones y sintiendo amor por el cónyuge. Si una mujer pasa demasiado tiempo en su lado masculino esta se abruma y se irrita, perdiendo su capacidad de empatizar con los demás. El hombre por su lado al centrarse demasiado en su trabajo, necesita a la vuelta, grandes dosis de soledad para rebajar su estrés, requiere de algo de ocio solitario donde no tenga que pensar en nada para así relajarse, con lo que desatenderá a la familia con las repercusiones que ello conlleva, sintiéndose la mujer desentendida emocionalmente e incluso esta puede reprocharle que no hace nada en la casa y llamando a su esposo holgazán, y justo esto hace que el hombre aun se aísle más, puesto que necesitará más espacio cuanto más reproches oiga. Al final, centrarse demasiado en el trabajo puede provocar que la relación caiga en un letargo emocional perjudicial.

Evitar la monotonía y el aburrimiento. Este es uno de los grandes toros con los que las relaciones han de lidiar, la caída al lado oscuro de la desidia y el aburrimiento. Debemos seguir siendo activos, tanto individualmente como en pareja, pues como acabamos de ver, si hacemos cosas por nosotros mismos, estas mismas cosas pueden ponerse en práctica en la relación enriqueciéndola. Tenemos que seguir ilusionándonos por proyectos comunes o individuales, mantener el sentido del humor como eje de una buena conversación, procurar mantener e incrementar el número de ilusiones vivenciales y conservar una vida social alegre y positiva. Deja que tu sillón coja polvo de vez en cuando y sal a descubrir nuevos proyectos, aficiones y lugares, te sentirás vivo de nuevo y harás revivir a tu relación.

Saber manejar momentos problemáticos. Ante una circunstancia que se vislumbra como problemática dentro de la relación, debemos tener el talante de realizar estas acciones:

1. Ignorar el humor del otro. No debemos estar siempre receptivos al humor del otro y más si este está cargado de negatividad. Lo ideal es ignorarlo el tiempo suficiente hasta que se apacigüe y después preguntar que le pasaba para estar de esa manera, de forma asertiva y empática. Si estamos receptivos al humor negativo de nuestra pareja, este puede absorbernos y acabar provocando una acalorada discusión, cuando lo mejor es esquivar y eludir dicho estado, no con la intención de quitarnos del medio sus emociones, sino con el objetivo de esperar a que se calme para saber que le ocurre, una vez que está disponible para hablar, pues la vía superior de su cerebro (vía racional) controla la situación con lo que el cónyuge se comportará de modo más racional, comprensivo y comprensible.

2. Desarmar con agrados. Cuando nuestro amado está en píe de guerra, lo más efectivo suele ser desarmarle con frases o palabras positivas y cariñosas, siempre que salgan del centro de nuestro corazón, puesto que si el cónyuge las siente como falsas puede acalorar aún más su estado. Contestarle en un tono más bajo de forma cariñosa y amable, suele desconcertar al amado que está batallando, haciéndole consciente de que su estado no se ajusta a la conversación y puede que empiece a sentir que no ha de ponerse de esa forma tan agresiva o guerrillera. Las caricias amansan a las bestias.

3. Cambiar el tema de conversación a otros más placenteros. Esto es eficaz sobre todo para cuando vuelven a surgir conflictos sobre un tema irresoluble que se ha hablado hasta la saciedad y en lo que al respecto, ningún miembro de la pareja va a ceder; es eficaz, si vemos que vamos a comenzar con una nueva batalla sobre uno de estos problemas más que hablados y sin solución, cambiar de tema a otros alegres y positivos que lleve a la pareja a un estado calmado. Cuando un miembro de la pareja comienza a cabrearse lo mejor es hacer que aminore este progreso a través de un intento de desagravio, que no es otra cosa que decir algo agradable sobre el amado, o un chascarrillo gracioso que le desarme, o incluso como venimos diciendo, un cambio de tema hacia algo positivo. Mejor cambiar de tema a tiempo que volver a batallar sobre un suceso que no tiene solución.

4. Empatía y asertividad. Y como siempre, estas son las dos mejores armas que una persona tiene a la hora de conversar con otra. La empatía nos sirve para poder ponernos en lugar del otro, percibir lo que siente para entenderle y aceptarle y la asertividad nos ayuda a decir lo que pensamos desde el respeto a las libertades y derechos tanto propios como los de la pareja.

5. Tiempo fuera. El tiempo fuera es una estrategia cognitivo-conductual, cuya finalidad es la de evitar que los conflictos empeoren. No debe usarse como una manera de evitar conflictos ni como arma en contra de la pareja, dejándola a medias de explicar que le pasa, yéndonos lejos de la conversación, sino a de usarse como señal de respeto sobre la relación, pues lo que no se quiere es que empeoren las cosas y por ello nos alejamos un tiempo hasta que estemos calmados, es importante entender este mensaje de respeto, para no provocar frustraciones innecesarias. Una persona utiliza el tiempo fuera de forma adecuada si sigue este tipo de frases y secuencias:

A) “Siento como si las cosas empezaran a estar fuera de control”
B) “Y no quiero hacer nada que estropee nuestra relación”
C) “Así que necesito salir fuera, tomar un tiempo fuera”
D) “Voy a dar un paseo por el jardín”
E) “Regresaré en (el tiempo que se estime necesario, sin alargarlo demasiado) una hora”.
F) “Y trataremos de hablar de nuevo de esto cuando vuelva, ¿te parece bien?”


Si la pareja acepta, se lleva a cabo el tiempo fuera, sino acepta se lleva igualmente a cabo, sin amenazas, ni contacto físico. Siguiendo estos pasos:

• Salga sin aspavientos, no dando portazos, etc.
• Mientras esta fuera, no consuma alcohol, ni drogas, ni realice ningún acto peligroso.
• Mantenga un dialogo interior neutral o positivo que le ayude a poner la situación en perspectiva o cambie de tema interiormente, piense en otras cosas, todo menos incentivar el enfado con diálogos internos dañinos y destructivos, pues estos solo estimulan el disgusto y el tiempo fuera no servirá de nada. Lo ideal es distraer la mente para no incrementar la discusión a la vuelta. Frases como estas pueden ayudarle: “Puedo calmarme y pensar cómo resolver la situación”, “Me estoy enfadando pero no quiero perder la calma”.

• Una vez que regresa cuando dijo que lo haría, puede:

1. Volver al tema de conversación, si ambos están de acuerdo.
2. Ambos deciden que el problema no era para tanto, por lo que se pone fin
3. Dejar el tema para otro momento más propicio, sí ambos están de acuerdo.

En definitiva, el tiempo fuera es una estrategia, en la cual abandonamos la conversación acalorada por un tiempo, apartándonos, con la finalidad de calmarnos o calmar la discusión para poder volver a la conversación cuando se estime oportuno. La idea es incentivar el respeto por la relación de pareja, prefiriendo abandonar cierta disputa antes de que sea peor. Los pasos del tiempo fuera son los siguientes:

1. Reconocer que hay un problema
2. Anunciar a la pareja que va a tomar un tiempo fuera
3. Decirle a donde va y cuanto tiempo va a estar fuera.
4. Tomar el tiempo fuera para relajarse y calmarse.
5. Volver con la pareja cuando se dijo, para acordar que hacer con respecto a la discusión: continuarla, finalizarla o postergarla.

En definitiva, si evitamos criticar, reprochar y ofender a nuestra pareja, usando en cambio la queja constructiva, la escucha activa, la empatía y la asertividad, si nos reconciliamos con prontitud, haciendo uso de una comunicación efectiva y afectiva, expresando libremente nuestros sentimientos, anhelos y miedos, concediendo el derecho de que ambos podemos equivocarnos y rectificar sin tener que estar reprochándonos nuestros errores, aceptando al otro como es, con sus virtudes y defectos, actuando desde una perspectiva interdependiente, huyendo así de la dependencia que aminora el deseo, la atracción y distorsiona el progreso saludable de la relación y no dejándonos absorber por la monotonía, el aburrimiento y el exceso de trabajo y sabiendo manejar los momentos problemáticos dentro de la relación con la postura de evitar e ignorar el estado de humor negativo del compañero, desarmándolo con frases agradables y sentido del humor, cambiando de tema a otros más atractivos y empatizando todo momento con él, incluso con el uso del tiempo fuera para cuando las cosas se ponen muy feas, estaremos en disposición de saber manejar los conflictos, aminorándolos e incluso resolviendo los que son factibles y adaptándonos a los que son irresolubles sabiendo llevarlos con la tolerancia y el respeto necesarios.

martes, 18 de septiembre de 2012

Lado femenino y lado masculino. Conflictos y desentendimientos en la pareja

Para John Gray, los seres humanos se componen de un lado femenino y un lado masculino, es decir tanto hombres como mujeres comparten signos y características masculinas y femeninas.

Cuando una mujer se instala en su lado femenino esta se siente libre, calmada, cómoda, segura, divertida e incluso bella, piense en una estupenda conversación no instrumental, es decir carente de finalidad concreta, entre dos mujeres que se estiman, ambas se sienten en comunión porque están reforzándose mutuamente su lado femenino. Cuando el hombre se instaura en su lado masculino, se manifiesta seguro de sí mismo, resuelve problemas, actúa de manera instrumental y concentrada y se siente relajado, fíjese en un hombre realizando cualquier manualidad, en su mundo, feliz, relajado, en ese instante está reforzando su lado masculino.

Sin embargo, cuando la mujer se traslada a su lado masculino, esta se tensa, pues se vuelve solucionadora de conflictos, deja de lado la emocionalidad, deja de ser cariñosa para volverse eficaz y si pasa mucho tiempo en este lado, se estresa de tal forma que se abruma y colapsa, puesto que para la mujer perder su lado femenino es uno de los factores que más puede estresarla e incomodarla. El hombre que se introduce en su lado femenino, pierde su capacidad de resolver problemas, se deja llevar por sus emociones y se muestra inseguro, desconfiado y confuso.

Y cuando la mujer se instaura de lleno en su lado masculino o el hombre en su lado femenino, el resultado es que para el otro miembro de la pareja desciende su nivel de deseo y atracción. No hay nada menos atractivo que un hombre inseguro, quejoso, incapaz de solucionar situaciones y confuso, una mujer no quiere oír continuamente de su marido o su pareja, que este se siente gordo, o calvo, o que está muy inseguro porque su pene es pequeño, si esto ocurre a la mujer inmediatamente le desciende su libido, es decir desciende su interés sexual hacia este hombre continuamente inseguro. Y a los hombres tampoco les gusta una mujer que ha perdido su lado femenino y que actúa tan solo desde su vertiente masculina, puesto que desaparece su capacidad de dar amor, cariño y mimos, en definitiva inhibe su capacidad para empatizar con el amado, centrándose en la solución de los problemas comunes y al dejar de ser empática, el hombre deja de sentirse atraído por ella. Por lo que pasar demasiado tiempo al otro lado del charco, puede provocar el descenso de la atracción y el deseo sexual en la relación de pareja, pues a la mujer le sienta muy mal olvidarse de su lado femenino, ya que esta se agobia y abruma y el hombre se vuelve muy inseguro si pasa tiempo en su lado femenino, pues no controla sus emociones ya que no está tan acostumbrado a ellas, por lo que las deja fluir pero en su vertiente negativa, mostrándose inseguro y poco viril.

Porque no nos engañemos a las mujeres heterosexuales les excita y atrae hombres que se sitúan en su lado masculino, que confían en sí mismos, que tienen capacidad de decisión, que están relajados y seguros y a los hombres heterosexuales les atrae las mujeres que proyectan su lado femenino, que se muestran cariñosas, comprensivas, que dan apoyo y hacen que el hombre se sienta válido.

Lo que ocurre es que en la actualidad estamos confusos. Los hombres han entendido mal lo que las mujeres piden de ellos, puesto que ya no quieren hombres masculinos en el sentido de que estos olviden que las emociones también cuentan, las mujeres desean hombres que sepan escucharlas, las valores y entiendan y las reafirmen en sus lados femeninos, esta es la feminidad que las mujeres reclaman de los hombres, que sean más empáticos y cariñosos, pero no inseguros y confusos. Los hombres al no saber manejar las situaciones emocionales se han desplazado al lado inseguro de su lado femenino, provocando más confusión en la pareja que entendimiento. Y por su lado, los hombres no quieren mujeres que siempre tomen la iniciativa, que sean ellas las que dan el primer paso, que lo pongan fácil, puesto que lo que más le gusta a un hombre es resolver situaciones y el cortejo por ejemplo, es una de esas situaciones que al hombre le encanta resolver. Y resulta que esto puede ser divertido al principio, una mujer está en su lado masculino y toma la iniciativa, así el hombre se relaja y disfruta sacando su lado femenino, pero esta situación es una trampa, puesto que la mujer que se instaura en su lado masculino empieza a sentirse carente y abrumada, pues comienza a dejar la expresión de sus emociones de lado, y el hombre comienza a sentirse inseguro y confuso, pues no entiende sus propias emociones y estas pueden desbordarle, así que a la larga la frustración se adueña de ambos miembros de la pareja y el deseo y el interés disminuyen drásticamente.

Esto en el pasado no ocurría, al hombre se le pedía que tan solo manifestara su lado masculino, siendo el proveedor oficial de la familia, el que resolvía problemas para traer el sustento a casa, por lo que su lado femenino quedaba latente y carente de uso. Por su lado la mujer se situaba todo el tiempo en su lado femenino, compartiendo vivencias, con hijos, familiares y amigos, manifestaba sin reparos todas sus emociones , se sentía escuchada por la comunidad, por lo que se mostraba relajada y confiada, no se le pedía que mostrara su lado masculino, ya que no era en absoluto necesario. Él era feliz trayendo sustento a casa y viendo a su mujer feliz y ella era feliz viendo como sus hijos crecían con la comida asegurada y compartiendo sus vivencias con el resto de la comunidad. Sus problemas podían provenir entonces cuando conversaran, pues ella manifestaba sus emociones pero él no entendía nada en absoluto, puesto que sus lados estaban extremadamente polarizados.

Hoy a la mujer se le pide que manifieste su lado masculino, pues tiene que resolver tareas dejando a un lado sus sentimientos y emociones, tanto en el trabajo como en los estudios, por lo que cuando llega a casa pide o desea un marido, no tan masculino que no entienda nada de lo que le está contando, sino un cónyuge capaz de empatizar, comprender y escuchar a su esposa, esa es la feminidad que se les está pidiendo a los hombres de hoy, puesto que como la mujer está desarrollando más su lado masculino para regularse ahora necesita el apoyo del hombre, pero no de un hombre que manifiesta su lado femenino con inseguridades pues estas aun abruman más a la mujer ya que acentúa su lado masculino al tener que resolver no solo los problemas del trabajo o clase sino también las inseguridades de su querido esposo, y al acentuar aun más su lado masculino en ellas, ellos resaltan más su lado femenino, pues se dejan llevar por las soluciones de su amada y todo acaba siendo un caos de emociones que puede promover la inhibición del deseo y la atracción.

El hombre de hoy debe saber empatizar, tener capacidad de escucha activa y desarrollar una comprensión lo suficientemente apta como para que su esposa al llegar a casa manifestando su lado masculino pueda relajarse expresando sus sentimientos y así alcanzar de nuevo su estabilidad femenina, el hombre al escuchar y comprender, relaja a la mujer y le ayuda a reconducirla a su feminidad. Por su lado la mujer debe saber cambiar el chip de su lado masculino, intentando no alejar sus emociones y ganas de compartir vivencias con los demás, puesto que un hombre desea una mujer cariñosa, amable y afectiva y no una maquina de resolver problemas. Cuando ella está en su lado femenino refuerza al hombre en su lado masculino y se establece un equilibrio y el deseo y la atracción no se ven perjudicados.

Todo esto no quiere decir que el hombre ya no puede mostrar sus inseguridades, no es lo que se pretende, ya que la esposa también ha de apoyarle emocionalmente ante los conflictos internos e inseguridades de su cónyuge, pero este debe tener en cuenta dos factores clave a la hora de expresar sus miedos: el grado y el oportunismo.

Con el grado me refiero a la intensidad y el tiempo con el que mostramos nuestras inseguridades, puesto que si los hombres muestran sus miedos en un grado comprensible, la mujer no siente que este hombre ha perdido su masculinidad pues entiende que toda persona tiene sus días malos y buenos; si no es continua la queja del hombre ante sus propias inseguridades, la masculinidad de él no corre peligro, pero si un hombre se muestra inseguro desproporcionadamente, ante hechos livianos y demasiado tiempo, la mujer probablemente perderá su interés en él. Y ser oportuno también es importante, puesto que el hombre debe mostrar sus sentimientos e inseguridades cuando la mujer esté preparada para oírlos, pues quizás ella también se sienta insegura y lo último que quiere en ese instante es un marido confuso, pues esta vez desea un marido fuerte y resolutivo.

Y la mujer tampoco ha de borrar su lado masculino, tan necesario en los tiempos que corren, donde un solo miembro de la pareja ya no puede mantener a toda la familia, se necesitan mujeres resolutivas que den apoyo y resuelvan problemas. Lo importante es que estas sean capaces de volver a su lado femenino, por el bien de ellas, de sus maridos y de la relación.

Los jóvenes de ahora y las nuevas generaciones venideras deben resolver este conflicto incipiente, reconociendo que en ambos se halla un lado femenino y masculino que hay que educar y comprender.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Sin reflejo en el espejo

Me miro y no veo absolutamente a nadie, solo vacio, eterno, sin recursos, obsoleto, triste y desapaciguado. No me reconozco, porque no existe un ente al otro lado, si mi estado fuera la tristeza quizás podría reírme de ella, pero no hay nada, solo desesperación calmada, como si el mundo no fuera para mí. Estoy cansado de querer cambiar todo a mi alrededor intentando dejar intacto a mi propio yo, que es el que realmente tiene que cambiar. Pido que los demás hagan cosas por mí, me enfado con facilidad, quiero ser el centro absoluto, para llenar mi vacio con regalos, sorpresas, sonrisas y miradas absortas ante mi grandiosidad barata. Tolero que los demás miren lo que me pertenece, pero lo que me pertenece no ha de mirar nada, tan solo a mí, no quiero que me vuelvan a robar mis posesiones por dejarlas descuidadas y a la vista de ojos furtivos que saben venderse mejor que yo. Y todo a causar de quedar traumatizado por mi pasado fracasado, por perder lo que se quiere a costa de noches de lágrimas. Estoy de vuelta de lo que ella necesita, conocer el mundo y las personas que habitan en él, yo solo quiero paz y lejanía mundana, no necesitamos que los demás llenen nuestras ganas de nuevas experiencias, pues ya estamos el uno con el otro para lograrlo. Y por ello me siento triste, porque no puedes prohibir crecer a nadie, pero al crecer se aleja o así lo siento yo, porque ya no la siento tan cerca como para que su respiración me excite, y lo peor es que ella sigue en el mismo punto donde lo dejamos, el punto de todo está bien, pero yo me he levantado sin ganas de que ella tenga ganas de conocer nuevos mundos, nuevas personas, nuevas caras, no entiendo esa necesidad, me he hecho viejo.

viernes, 14 de septiembre de 2012

La dependencia afectiva no es amor. Teoría de Solomon del Proceso Oponente de Adquisición de Motivos.

El enamoramiento y el amor pueden causar un estado de dependencia en la pareja, pero si el amor decrece sustancialmente y la dependencia aumenta, podemos estar ante una relación de pareja toxica y poco fructífera.

Podemos definir dependencia afectiva como un estado fisiológico y psicológico caracterizado por la necesidad de estar o seguir con el amado aunque la presencia de este no nos gratifique, manteniendo la relación tan solo porque su pérdida es dolorosa.

El psicólogo Richard Lester Solomon (1918-1995), explica esta dependencia afectiva a través de su teoría del Proceso Oponente de Adquisición de Motivos, que comentaremos brevemente a continuación.

Solomon explica porque las parejas se interesan una en la otra a través de un proceso en el que intervienen dos ideas o conceptos fundamentales:

 Todo sentimiento positivo que experimentamos va acompañado de un sentimiento contrario u oponente negativo, por ejemplo, el sentimiento que nos produce ver a alguien que nos gusta es positivo y cuando este se aleja, nos sobreviene un sentimiento negativo de perdida.

 Cualquier sentimiento positivo que se experimente muchas veces de forma sucesiva, pierde gran parte de su intensidad, por un proceso de habituación.

Un estimulo, por ejemplo una persona que nos atrae, en un primer momento nos evoca un sentimiento positivo de alegría al verlo (entre otros sentimientos positivos, pero lo dejaremos en alegría para no complicar el ejemplo), al principio nos sentiremos muy contentos al advertir su presencia, esta excitación se irá apaciguando con forme pasa el tiempo, no obstante seguiremos contentos, si pasan unos días y no lo hemos vuelto a ver, nuestras emociones no volverán a un estado de neutralidad, lo más probable, según esta teoría, es que surjan sentimientos contrarios de tipo negativo, es decir echaremos de menos a esta persona, y esta añoranza se irá disipando progresivamente según pase más tiempo.

Así pues la aparición de un estimulo (ver al amado) activador de la emoción, produce una respuesta emocional intensa como puede ser la alegría, alcanzando esta rápidamente un punto máximo (fisiológicamente hablando), esta fase extrema va seguida de un proceso de adaptación, con lo que la alegría va disminuyendo, hasta alcanzar un punto de equilibrio. Nuestro amado, continúa produciéndonos alegría durante este estado de adaptación, pero cuando nuestra pareja se aleja de nosotros, el estado emocional se transforma rápidamente, produciéndose unos sentimientos contrarios a los que aparecían en presencia del estímulo, pasando de la alegría de estar con el amado a la tristeza y añoranza de perderlo o a causa del alejamiento. Solomon llama a esta inversión de la emociones “posrreacción afectiva” y esta va decayendo gradualmente provocando que la persona vuelva a su estado normal.

Y cuando el estimulo inicial, como ver a alguien nuevo que nos atrae se convierte en rutina, pues ya hemos establecido una relación estable con esta persona ¿Qué puede ocurrir? Cuando vemos y estamos continuamente con la persona que nos atrae, la emoción intensa primaria se mitiga, pues se produce un proceso de adaptación y habituación a tal estimulo, sin embargo si nuestro amado se aleja de nosotros o rompe la relación, acarreara un malestar y añoranza más intensas incluso que la primera vez que nuestra pareja se alejó; cuando nos hemos acostumbrado a tener una pareja a nuestro lado (aunque ya no la amemos igual), su pérdida origina un malestar intenso. En definitiva, estar con nuestro amado ya no es igual de emocionante que al principio, por este proceso de habituación, sin embargo su pérdida acarrea una tremenda tristeza, puesto que los estados positivos se apaciguan pero los negativos se intensifican.

¿Qué mecanismos en nuestro organismo están provocando estos estados? Para Domjan y Burkhard: “La teoría del proceso oponente de la motivación sostiene que los mecanismos neurofisiológicos que intervienen en la conducta emocional actúan para mantener la estabilidad emocional. Así pues, la teoría del proceso oponente es una teoría homeostática (proceso de regulación, para mantener estable el sistema interno corporal). Según esta teoría, una función importante de los mecanismos que controlan la conducta emocional es minimizar las desviaciones de la neutralidad (o estabilidad) emocional”. Por lo que este proceso intenta mantener en equilibrio el estado emocional psicológico, contrarrestando una emoción positiva con otra opuesta negativa. Así un cuerpo estable, se desestabiliza ante un estímulo (el ser amado) provocando emociones positivas, por lo que para volver a mantenerse estable recurre a un proceso opuesto de sensaciones negativas. Siguiendo la teoría de Solomon, un estimulo activador (el amado) suscita una emoción como es la alegría, a esta emoción activada se denomina proceso A, que aparece ante la presencia del estimulo (ser amado), este proceso A provoca un proceso oponente o contrario denominado proceso B (descontento), entonces cuando el estimulo (ser amado) se presenta por primera vez, aun no se experimenta el proceso B (descontento), por lo que la reacción de alegría puede ser intensa, pero una vez prolongado el proceso A, se activa el proceso B, reduciendo la intensidad de la respuesta (alegría), provocando el estado de adaptación, regulando el estado interno. En definitiva, primero experimentamos una sensación positiva extrema al ver al amado para después experimentar una sensación extrema negativa cuando este se aleja con lo que se produce una regulación interna (como un balancín, de positivo a negativo hasta alcanzar el equilibrio). Pero al entablar una exposición prolongada al estimulo positivo (estamos mucho tiempo con nuestro amado), este estimulo deja de provocar reacciones emocionales intensas y la posrreacción negativa (descontento por su pérdida) se hace mucho más fuerte, puesto que mientras que el proceso A (alegría al ver al amado) tiende a la habituación y a estabilizarse, el proceso B se activa más rápidamente y se fortalece cada vez que aparece (el descontento aumenta cada vez que el amado se aleja). En definitiva, nos habituamos a la felicidad que nos produce el amado, pero nos cuesta mucho más habituamos a su perdida, por lo que podemos no sentir amor hacia nuestra pareja pero si un gran dolor si esta nos abandona (o incluso al abandonarla nosotros). En conclusión, después de la habituación, el proceso B (descontento) se opone con más fuerza a las respuestas emocionales primarias (alegría).

Para Domjan y Burkhard: “Los recién casados están normalmente muy entusiasmados y se muestran muy cariñosos uno con otro cuando están juntos. Esta reacción emocional primaria sufre habituación conforme pasan los años. Gradualmente la pareja de va asentando y llega a mantener una cómoda relación que carece de entusiasmo de la luna de miel.

Sin embargo esta habituación de la reacción emocional primaria va acompañada de un fortalecimiento de la posrreacción afectiva. Cuanto más tiempo haya pasado junta una pareja peor se sentirá cuando se separen, y más durará su malestar (“la distancia aumenta el cariño”)”.


Por lo que en definitiva, si nuestra relación se ha convertido tan solo en un intento de no sentirnos mal cuando nos abandona o abandonamos y no percibimos ninguna sensación positiva por nuestro amado, con sentimientos de estancamientos continuos, podríamos empezar a pensar que la base que sustenta esta relación no es el amor sino la dependencia afectiva, dañina para continuar con una relación sana y placentera.

Y es que la dependencia afectiva sigue los mismos pasos que la adicción a las drogas, pues la sensación de placer que se experimenta al tomar una droga sigue el mismo proceso oponente del enamoramiento, puesto que esta sensación positiva (de drogarse) va seguida de una sensación negativa de echar de menos cuando no se consume. No solo meterse una droga reconforta, sino que volver a estar cerca de ella es doblemente reforzante pues detenemos la sensación negativa de echarla de menos. Además a medida que disminuye la sensación positiva de consumir (por la habituación comentada), la sensación de echarla de menos se hace más intensa, motivándonos a volver a probarla. Así pues al principio tomamos una droga por el efecto positivo que nos produce, al igual que mantener una primera cita amorosa con alguien, pero poco a poco según va pasando el tiempo, el efecto positivo de estar con el amado o la sensación placentera de la droga se va mitigando por el proceso de habituación, y ya no tomamos dicha droga porque nos guste su efecto positivo, sino para no experimentar el sentimiento negativo de echarla de menos (síndrome de abstinencia o “mono”), ya no estamos con el amado porque lo seguimos queriendo sino porque la echamos de menos cuando no está a nuestro lado.

Para que usted pueda verificar si su relación ha caído en un estado de dependencia emocional, piense si le ha ocurrido algo parecido a esta circunstancia que voy a relatar.

María ya no soporta a Miguel, desde hace casi un año, cuando le mira no siente absolutamente nada, un vacio en su interior se apodera, consumiendo las arcaicas sensaciones de amor y placer que sentía al mirarlo, ahora entiende que no le queda nada por saber, conocer, sentir o experimentar cerca de él. Pero no puede dejarlo, le aterra y atormenta, se estremece tan solo al pensar que puede levantarse un día de la cama y no sentir su presencia. Se agobia al ver la casa intensamente vacía, no puede imaginarse pasear por las calles sola, pero sabe que no le quiere y que está siendo egoísta. Algunas veces se engaña así misma e incluso tiene periodos de tiempo que cree que, aunque no es feliz, al menos siente que posee una relación estable, se engaña, puesto que lo que realmente está haciendo es acallar sus necesidades de salir corriendo, de dejar a Miguel porque sinceramente no siente nada. La primera vez que le dejó, tuvo unos iniciales sentimientos de placer y libertad, pero al pasar unas horas empezó a ahogarse en sí misma, no podía pensar en otra cosa que no fuera volver a los brazos de su amado. Recorrió todas las innumerables calles que le llevaban hasta él y le suplico que no tuviera en cuenta esa tontería. Volvieron, pero nada más regresar a su casa, retornaron sus sentimientos de vacío, pues seguía sin quererle. “Ni contigo, ni sin ti” pensaba continuamente, mientras el tiempo continuaba pasando inexorable. No es amor lo que ella siente, sino la dependencia de la perdida, no le ama, pero lo necesita para no sentirse mal ante el abandono y la soledad.

La dependencia afectiva no es amor, es una sensación desagradable ante una pérdida real o imaginaria y como todo síndrome de abstinencia, conlleva un sufrimiento inicial pero una sensación de libertad absoluta cuando se consigue pasar de página, cuando uno comprueba que puede continuar sin el miedo al abandono, sin el miedo al dolor.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Tipos de distorsiones cognitivas que afectan a las relaciones de pareja.

Gran parte de los problemas solubles que mantienen las parejas, se deben a creencias erróneas que posee uno de los miembros de la relación o ambos y que perjudican a la convivencia e imposibilita una comunicación fluida y sana. Estos errores sistemáticos en el procesamiento de la información, que dan lugar a respuestas desadaptadas, se denominan: distorsiones cognitivas.


Las distorsiones cognitivas son creencias erróneas que suponen la aplicación rígida e inapropiada de esquemas mentales preconcebidos y preexistentes, que dan lugar a respuestas desajustadas alejadas de la realidad. Una creencia errónea conlleva a más que a una posible conducta errónea y a unos sentimientos y emociones distorsionados que crean malestar tanto en la persona que los padece como, en el caso que nos ocupa, en la pareja, puesto que estas distorsiones suelen versar sobre la relación, sobre el amado y sobre la persona misma que las sufre. Por ello vamos a nombrar los tipos de distorsiones más comunes dentro de las relaciones de pareja y a describirlos de forma sencilla, para que el lector obtenga una idea clara y concisa sobre en qué consisten cada una de ellas.

A continuación, la lista de distorsiones cognitivas más comunes en las relaciones de pareja:

 Filtraje o atención selectiva
 Pensamiento polarizado
 Sobregeneralización
 Interpretación del pensamiento
 Visión catastrófica o error del adivino
 Falacia de cambio
 Etiquetas globales.
 Culpabilidad
 Afirmación: debería.
 Falacia de recompensa divina.
 Minimización/Magnificación


Veamos en qué consiste cada una de ellas.

Filtraje o atención selectiva

El miembro de la pareja solo se fija en aquello que falla, obviando los progresos y éxitos. La persona se centra en sus temores magnificándolos y se ve incapaz de enfrentarse a estos. Puede suceder cuando un miembro de la pareja solo se fija en los momentos malos, obviando todos los buenos momentos que han pasado juntos y cada vez que hay un pequeño percance lo sobreestima y magnifica, devaluando los buenos recuerdos experimentados. Puede deberse al miedo irracional a ser abandonado y por ello se centra sobremanera en circunstancias que pueden dar lugar al fracaso de la relación. En este caso el sujeto debe cambiar sus expresiones negativas por otras que relativicen los hechos como: ”no es para tanto” o “yo puedo con esto”.

Pensamiento polarizado

Los acontecimientos vividos se valoran en grados extremos de todo o nada, de bueno o malo o del
blanco al negro, sin grises o grados intermedios. Son pensamientos extremos irracionales que pueden afectar a la relación de pareja cuando solo se valora muy negativamente la actitud de la pareja o la calidad de la relación, no teniendo en cuenta grados intermedios, pues la relación o va muy bien o muy mal. La persona olvida los matices, utilizando palabras o frases extremas: “esta relación va fatal”, “es un fracaso rotundo”. La idea principal es que el miembro de la pareja que padece esta distorsión comience a juzgar los acontecimientos vividos de manera más graduada, teniendo en cuenta los matices y las diversas situaciones experimentadas en pareja.

Sobregeneralización

El miembro de la pareja saca conclusiones generales de un hecho particular; se establecen reglas generales de un simple hecho que incluso puede ser anecdótico (como la expresión popular: “maté a un gato y mata-gatos me llamaron”). Esta persona utiliza palabras como: siempre, nunca, todos, nadie, ninguno. Por ejemplo cuando uno de los cónyuges le dice al otro: “Nunca puedo contar contigo para salir a cenar”, cuando en realidad hacia dos semanas que habían salido a cenar sin percances. Lo ideal es que el miembro de la pareja que sufre esta distorsión comience a concretar y buscar pruebas antes de lanzar acusaciones del tipo “tú nunca…” teniendo en cuenta los casos contrarios a ese pensamiento o circunstancia.

Interpretación del pensamiento


Tendencia a la interpretación de los pensamientos de los demás sin base real alguna. La persona puede proyectar sus propios pensamientos, sentimientos y emociones en los demás, creyendo que lo que él siente o cree lo están sintiendo o creyendo también los demás (como indica la frase popular: “el ladrón cree que todo el mundo es de su condición”). Un miembro de la pareja puede creer que su amado le está mintiendo o engañando porque llega tarde a una cita, sin mediar prueba objetiva alguna. Las frases que suelen utilizarse en estos casos son: “Eso que dices es porque…”, “Eso se debe a que…”. Lo que debe de hacer el miembro de la pareja que lo padece, es dejar de suponer y/o buscar pruebas objetivas para comprobar sus suposiciones.

Visión catastrófica o error del adivino

Esta distorsión consiste en anticipar, sin evidencia objetiva, que las cosas van a ir mal o no van a salir bien, dándose como inmodificable tal predicción catastrofista. Se produce cuando por ejemplo, un miembro de la pareja, comienza a pensar que el final de la relación esta próximo o puede ser inminente, sin pruebas objetivas o reales de tal creencia. Por ejemplo, esta persona puede pensar que muchas relaciones de parejas acaban sucumbiendo ya que las estadísticas sobre divorcio son muy elevadas y cree que le puede pasar a su relación también, sin hechos claros o reales de tal predicción, en cuanto a su relación amorosa. Estas personas suelen utilizar frases del tipo: “¿y si me ocurriera a mi?”. Para modificar dichos pensamientos y creencias erróneas, lo ideal es que estas personas dejen de anticipar los sucesos, centrándose en las vivencias presentes, valorando diversas alternativas como validas o posibles y no solo teniendo en cuenta la idea catastrofista.

Falacia de cambio

Las personas que cometen esta distorsión creen que su felicidad corre a cargo, de manera exclusiva, de los actos de los demás. Piensan que para cubrir sus necesidades, los demás son quienes han de cambiar, pues creen que su bienestar depende solo de estos cambios. Es el caso de las parejas que intentan, a toda costa, cambiar conductas, pensamientos y creencias del amado para felicidad propia, creyendo también que si la relación va mal es porque el amado no hace lo correcto y debe modificar su conducta por el bien de ambos. Se producen pensamientos del tipo: “Para que la relación mejore mi pareja tiene que cambiar”.  Lo ideal es pensar que uno mismo también puede hacer algo para cambiar las situaciones conflictivas y que no toda la responsabilidad recae en el amado.

Etiquetas globales.

Consiste en encasillar al amado, a la relación o a uno mismo con etiquetas globales, utilizando en la mayoría de los casos el verbo “Ser”, con lo que se produce una visión de las personas, de uno mismo o de la relación estereotipada e inflexible. Así el cónyuge puede idealizar o denostar al amado o a la relación. En modo positivo podemos creer que nuestra pareja es mejor que el resto de personas, idealizándolo y minimizando u obviando cuando se equivoca o falla o en negativo, podemos etiquetar a nuestra pareja como egoísta “Tú eres egoísta” encasillándola por siempre en ese cliché, menospreciando o no teniendo en cuenta cuando ella hace algo altruista por nosotros. El sujeto que sufre esta distorsión debe ser consciente de que las personas no son 100% buenas o malas, sino que actúan de forma gradual.

Culpabilidad

La persona en este caso responsabiliza totalmente de los actos al cónyuge o a sí mismo, sin base suficiente o sin tener en cuenta otros factores o variables que contribuyen a la ocurrencia de los hechos. Utiliza palabras y frases del estilo: “Tu culpa”, “mi culpa”, “es culpa de…”. Por ejemplo, un miembro de la pareja que está engordando culpa al otro porque siempre van de cena y comen alientos grasos, no teniendo en cuenta la propia responsabilidad de los actos, haciendo únicamente responsable al amado. La persona que posee esta distorsión debe empezar a tener en cuenta otras variables o motivos de los hechos ocurridos.

Afirmación: debería.

Consiste en mantener pensamientos e ideas rígidas de cómo tienen que ser o suceder las cosas, la desviación de esta regla o norma se considera intolerable y conlleva una alteración emocional extrema. La pareja tiene una idea preconcebida de cómo ha de ser la relación o su pareja y si no se cumple se enfada y frustra, castigando al amado y así mismo. El camino marcado rígido, solo puede empeorar y empobrecer la relación amorosa promoviendo la frustración al no conseguir los deseos previstos, puesto que las expectativas no se cumplen y frustrando al amado ya que este puede empezar a sentir que la pareja le menosprecia a él y/o a la relación. Lo conveniente es empezar a flexibilizar estas reglas marcadas, comprobando que no es tan grave que no se cumplan las expectativas o ideas previstas.

Falacia de recompensa divina.

La persona que padece esta distorsión tiende a no buscar soluciones a los problemas suponiendo que la situación mejorará con el tiempo. El cónyuge suele mostrase pasivo ante los conflictos o desavenencias, esperando que el tiempo curé las heridas o apacigüe los problemas, sin hacer nada por resolver el conflicto. Esto suele provocar a corto/medio plazo irritación, resentimiento y sentimientos de soledad en la pareja que se siente desatendida. Los pensamientos suelen ir en torno a estas frases: “las cosas mejoraran en un futuro”, “el tiempo todo lo cura”. Lo ideal es que la persona comience a buscar soluciones plausibles en el presente, conversando con el amado.

Minimización/Magnificación

Consiste en minimizar las experiencias positivas o maximizar las negativas. Un ejemplo de minimización sería cuando nuestra pareja hace algo por nosotros que llevamos diciéndole tiempo que lo haga y lo lleva a cabo, en vez de alegrarnos, pensamos que lo hace solo porque se lo hemos pedido muchas veces y no por que desee hacerlo por sí misma (a este pensamiento se denomina “Paradoja de la Espontaneidad”). Lo que el sujeto hace es reducir o alterar la realidad, provocando malestar e irritación. La persona debe empezar a valorar los hechos de forma más objetiva y atendiendo a diversas variables.

Estas son las distorsiones más comunes que suelen padecer las parejas que poseen creencias o pensamientos desajustados e irracionales. Lo ideal es tratar estas ideas toxicas de forma profesional a través de un especialista que nos ayude a identificarlas, entenderlas y a hacernos conscientes del malestar que provocan, puesto que incluso pueden causar la ruptura de la relación.

martes, 4 de septiembre de 2012

Celos patológicos en las relaciones de pareja. Celotipia.

Podemos definir los celos como el sentimiento de deseo de posesión sobre el otro con la necesidad de acaparar toda su atención. Se produce cuando percibimos una amenaza de pérdida, sea esta real o infundada, que genera un malestar emocional caracterizado por signos de tristeza, rabia y frustración, que pueden ser o no exteriorizados, incluyéndose por tanto la combinación de pensamientos, sentimientos y conductas.

El Diccionario de la Real Academia Española (1.984) define los celos como: “sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado su cariño o afición poniéndola en otra”.

La persona celosa padece un estado emotivo ansioso caracterizado por el miedo a perder lo que posee o que considera que posee. Por lo que el termino que domina la definición de celos es la necesidad de posesión, la creencia de que el otro nos pertenece y que por ello debemos mantenerlo unido a nosotros, pues su pérdida causa dolor.

Cuando los celos se vuelven patológicos hablamos de un estado de celotipia, este estado se puede definir como: “celos compulsivos, que se definen como aquellos celos que pueden llegar a causar problemas psicóticos y delirios. Es una enfermedad en la que la persona no se reconoce como enfermo” .

La existencia de este sentimiento o deseo de posesión en el ser humano conduce a que nos preguntemos si es aprendido o innato para nuestra especie.

Existe una controversia en el mundo científico sobre si el sentimiento de celos es innato o aprendido. Para algunos autores dentro de la Psicología Evolutiva, los celos tienen una función particular y universal en la historia evolutiva humana, pues promueven la monogamia y la fidelidad, ya que sirven para garantizar la permanencia de la pareja dentro de la relación, protegiendo esta de potenciales intrusos. Para los hombres la existencia del sentimiento de celos proviene de su afán por asegurarse que la descendencia es suya, que él es el padre verdadero de los vástagos nacientes y utilizaban la vigilancia activa y la coerción agresiva como método disuasorio ante un posible adulterio de la amada. Las mujeres utilizaban los celos para asegurarse los recursos económicos y paternales del marido. Autores como Linton aseguran que el sentimiento de los celos es universal e innato, puesto que como él mismo indica, hay poblaciones donde se concibe una total libertad sexual y esta se ve deteriorada cuando los hombres de dicha población consumen alcohol, volviéndose celosos y agresivos, pues su control voluntario a causa del alcohol esta inhibido. Sin embargo otros psicólogos como Klineberg, señalan que estos sentimientos son de origen cultural, pues el adulterio solo provoca reacciones celosas en la medida en la que afecta a la dignidad, prestigio y honor.

Posiblemente esta dicotomía entre lo innato y cultural, no sea tal y lo que realmente pueda pasar es que ambas interaccionen y que los celos sean tanto culturales (su forma de manifestarse) como biológicos (la manifestación de celos como tal).

Otra controversia científica acerca de los celos es si estos pueden ser positivos o no para la relación. Para algunos autores, una pizca de celos puede incentivar a la relación, haciendo que ambos amados se preocupen de nuevo por esta, reavivando la chispa, pues los celos controlados pueden ser estimulantes, reavivando la pasión y manteniendo el compromiso amoroso, siempre que estos celos no sean patológicos (celotipia), pues dependerá de la intensidad o el grado de malestar que surja en la pareja. Para otros autores, lo ideal es que siempre que sea posible debamos eludir los estados celosos, pues el amor nunca ha de ser un proceso de sufrimiento, siguiendo a la falacia del amor es sufrido.

Nuestra concepción de celos parte de esta segunda visión, siempre que podamos intentemos evitar los celos por muy insignificantes que puedan parecernos, pues se puede correr el riesgo de acabar sembrado tempestades con un simple soplo. A nuestro entender las parejas emocionalmente maduras, no necesitan los celos como incentivador amoroso, ya que poseen otros mecanismos para mantener la pasión avivada. Los celos siempre son negativos aunque puedan llegar a ser comprensibles, sobre todo ante evidencias que muestran un peligro real de abandono.

Podemos establecer por ello dos tipos de celos: por causas reales o infundados (imaginados, sin base real). Según J. M. Antón: “Cuando la presencia es real se habla de celos provocados por la infidelidad de alguno de los miembros de la pareja. Estos celos tienen una “validación objetiva”. Son comprensibles, aceptados y de sentido común dentro de los parámetros socioculturales en los cuales nos desenvolvemos, independientemente de su intensidad. Pero los celos en las relaciones de pareja pueden aparecer cuando, como dice Pittman (1.994):”desde un punto de vista técnico no hay infidelidad alguna” (pag. 73). La infidelidad es un hecho, los celos un sentimiento”. Por lo que los celos reales pueden ser concebidos como sentimientos normales y necesarios, pues sirven para regular la distancia y la intimidad en la pareja. Los celos no reales o disfuncionales son celos intensos que aparecen en ausencia de una infidelidad real, intoxicando la relación.

Sin embargo si partimos de la idea de que los celos son una manifestación de un deseo de pertenencia profundo,"el otro nos pertenece", cualquier manifestación de este estado es negativa, pues nadie nos pertenece y debemos entender que el otro puede cambiar su agente de apego, teniendo en cuenta, en todo caso, que reconocer esto y aceptar la conducta del otro, no es un proceso fácil.

Incluso podemos hablar de celos aceptables o patológicos, dependiendo de cómo afecten estos a la persona y a la relación. Los celos pueden ser de una u otra manera dependiendo del tipo y grado de nuestra reacción ante ese sentimiento. Los celos patológicos o celotipia se pueden considerar una enfermedad, porque siendo infundados o reales, provocan una obsesión peligrosa, repercutiendo negativamente en sus sentimientos y comportamientos, lo que provoca el deterioro de la relación.

Los celos aceptables, no provocan un malestar psicológico y físico pronunciado, se pueden controlar y reconocer, y a través de una comunicación fluida con la pareja, pueden llegar a desaparecer, no ocasionando graves distorsiones en la relación. Pero como venimos manteniendo, es mejor no poseer este sentimiento ni cuando se considere aceptable (mejor no jugar con fuego).

Los celos infundados son los más peligrosos, puesto que provienen de ideas delirantes disruptivas, sin fundamento real alguno. Los celos fundados pueden ser admisibles puesto que el ser humano tiende a proteger lo que estima, y uno puede sentirse triste ante la visión de la futura perdida de la pareja a la que amamos, en manos de un tercero. La pérdida del ser amado nos produce un estado depresivo, pero siempre hay unos límites para que esta pérdida (o la imaginación de esta) no acabe afectándonos de manera patológica.


En definitiva, los celos pueden ser o no problemáticos, fundados o infundados, en todo caso debemos evitarlos a toda costa en nuestras relaciones amorosas, pues pueden acabar perjudicando la relación de una manera u otra. Los celos más problemáticos los hemos definido como celotipias, estos son celos patológicos que afectan de manera directa y toxica a la relación de pareja y a cada uno de los miembros de esta. Y recuerda: nadie nos pertenece.

DELIRIOS Y LOCURA

DELIRIOS Y LOCURA

Delirios y otros problemas

Bienllegados a la pagina donde todos vuestros delirios serán recompensados con miradas de incomprensión y rechazo amable.
Nos movemos incesantemente por sendas incautas, ataques de locura anonimos y vulgaridades encendidas por el alcohol de cualquier cantina.
No vengo a vender nada de valor ni a regalar una sonrisa verdadera, vengo para quedarme sentado mientras tu disfrutas de la ignorancia de los demás.
Vengo para quedarme sentado entre tus historias de a media tarde, para escucharlas, leerlas y enmudecer al ver que todos somos tan parecidos, tan complejamente simples.....
Me siento y te escucho. Sientate y escuchate. Sentemonos a escucharnos.Escuchame si puedes.