jueves, 6 de febrero de 2014

¿Los adultos se comportan como niños en algunos aspectos de las relaciones de pareja? Comportamientos adecuados para cuando queremos que nuestra pareja nos preste atención y esta nos ignora.

¿Realmente vamos cambiando y madurando a lo largo de los años o simplemente adaptamos nuestras conductas lo justo como para no parecer demasiado infantiles?

Los niños para llamar la atención de sus padres, lloran, patalean, insisten en que no les gusta el plato de comida, se levantan cuando tienen que estar sentados, se quejan e incluso  te increpan llamándote “malo/a”. Son conductas que podríamos clasificar como normalizadas, ellos solo desean ser atendidos, escuchados y queridos por sus padres y si estos, por el motivo que sea, están a otras cosas, parece lógico que los pequeños se esfuercen, con las herramientas cognitivas y conductuales que poseen, en intentar atrapar la mirada de sus padres, aunque tenga que ser de un modo negativo, pues más vale algo de atención que la ignorancia, deseamos el odio antes que la indiferencia de las personas a las que amamos, pues algo de atención nos prestan cuando nos odian ya que continuamos dentro de sus mentes.

¿Y qué ocurre con los adultos cuando están en pareja? Podríamos decir que una de las grandes diferencias entre el amor maternal/paternal y el amor de pareja, es que el primero es asimétrico, es decir el padre/madre ama incondicionalmente a su hijo sin  la necesidad de reciprocidad, mientras que el amor de pareja se basa en un equilibrio y simetría donde ambos son corresponsables, de uno mismo y de los cuidados que brinda al otro. Pero parece que  muchas personas (sino a todas, según épocas y circunstancias) recurren a conductas parecidas a cuando éramos pequeños , sobre todo cuando la relación de pareja está estancada por el aburrimiento o la falta de comunicación, cuando un miembro de la pareja se aleja, se inhibe y deja de prestarle atención al otro.

Pongamos un ejemplo, un niño llora y patalea (respuesta problema), cuando sus padres no le prestan atención (antecedente) y como consecuencia de sus pataleos, los padres inmediatamente prestan atención y el niño consigue su objetivo, ser atendido (consecuencia), así en el futuro cada vez que el niño quiera la atención de sus padres solo tiene que patalear  aunque el afecto recibido sea negativo, pues como hemos dicho, preferimos ser atendidos de esta manera que ser ignorados. Al final el patrón se auto-refuerza y se convierte en un bucle. La diferencia  está en que el padre/madre ama incondicionalmente a su hijo y en teoría no desea abandonarlo, pero en las parejas es muy distinto, pues el amor es reciproco y simétrico, así que si la pareja se pone muy quejicosa podemos optar por saltar del barco y dejarla con sus múltiples quejas, que en realidad, como podemos comprobar, son formas de intentar llamar la atención y recuperar el afecto del otro, pues el que se queja ha percibido que su pareja  se ha estado inhibiendo y/o alejando.

De adultos cuando percibimos que el otro ha dejado de atendernos, de escucharnos y parece que no nos hace caso, no recurrimos al llanto y la pataleta (en la mayoría de los casos, siempre se puede recurrir a esto cuando no disponemos o hemos gastado el resto de estrategias y herramientas para que nos presten atención) sino que recurrimos a la queja insistente, a la crítica destructiva y al estado de humor negativo, con lo que: cuando nuestra pareja nos ignora (antecedente), recurrimos a la crítica destructiva y al afecto negativo (respuesta problema), con el resultado que nuestra pareja nos hace caso, nos presta atención (consecuencia)  ya que se ofrece a discutir con nosotros aunque acabemos  peleados y con sentimientos muy negativos  hacia el otro y/o la relación, pero como hemos dicho compensa, el odio gana a la indiferencia.  Así pues se produce un bucle, cada vez que queremos que nos presten atención, recurrimos al enfado, consiguiendo a corto plazo el objetivo propuesto, que el otro nos haga caso. Pero a largo plazo y sabiendo que es una relación simétrica sin amor incondicional, este continúo afecto negativo, produce indefensión aprendida, la pareja se cansa, pues haga lo que haga siempre hay enfado, y vuelve al final a dejar de prestar atención y más que probablemente a huir de esta relación.

Si en vez de recurrir al enfado para que nos presten atención, fuésemos conscientes de lo que queremos es que nos hagan caso y por eso estamos tristes y enfadados (en la mayoría de casos un enfado es tristeza mal gestionada) y que la mejor manera no es increpar al otro sino buscar otras alternativas, como temas en común u ofrecer nuestro apoyo o incluso intentar una charla positiva donde asertivamente podamos hablar de nuestros sentimientos sin acusar al otro, ni a su personalidad, sino quejarnos constructivamente de la conducta concreta que nos molesta o duele de la pareja, posiblemente si nuestro amado/a aun nos quiere, será comprensivo, escuchará y conseguiremos el objetivo: nos  prestará atención y encima una atención positiva, sin rencores, donde los dos miembros de la pareja saldrán ganado y fortalecidos.

El problema es que a veces nos cuesta ser conscientes de nuestros estados internos, y cuando nuestra pareja nos ignora, sentimos rabia y explotamos, pero en realidad es tristeza, y si nuestro objetivo es volver a ser atendidos y queridos no ganamos nada con reproches y estados de ánimo negativos, más bien terminaremos de perder el amor que nos quede.

Parece que en ciertos aspectos no maduramos tanto y solo utilizamos técnicas un poco más avanzadas que el llanto del niño cuando queremos que nos hagan caso. Si nos paramos a reflexionar sobre qué es lo que nos ocurre por dentro y cuál es el objetivo que pretendemos, en la gran mayoría de veces saldremos beneficiados o al menos no tan perjudicados.

DELIRIOS Y LOCURA

DELIRIOS Y LOCURA

Delirios y otros problemas

Bienllegados a la pagina donde todos vuestros delirios serán recompensados con miradas de incomprensión y rechazo amable.
Nos movemos incesantemente por sendas incautas, ataques de locura anonimos y vulgaridades encendidas por el alcohol de cualquier cantina.
No vengo a vender nada de valor ni a regalar una sonrisa verdadera, vengo para quedarme sentado mientras tu disfrutas de la ignorancia de los demás.
Vengo para quedarme sentado entre tus historias de a media tarde, para escucharlas, leerlas y enmudecer al ver que todos somos tan parecidos, tan complejamente simples.....
Me siento y te escucho. Sientate y escuchate. Sentemonos a escucharnos.Escuchame si puedes.