Se levantó una noche más, con la misma cara de todos los días, ojeras profundas, lengua blanca y ojos vidriosos que desvelaban lo último que hizo antes de acostarse, lo ultimo que hacía siempre antes de acostarse, beber.
Era un ser nocturno, odiaba el sol, el día solo le servía para reposar la resaca, para comer y volver a dormir a la espera de que llegara una noche más, una nueva noche en la que perderse en los bares, cantinas y más lugares donde le sirvieran ese liquido elemento que calmara sus heridas internas, heridas que en vez de curarse se hacían más hondas a cada trago que daba, pero eso a él ya le daba igual, estaba perdido.
A simple vista no parecía un tipo perdedor, tenia encanto, muchas mujeres lo encontraban interesante, nunca bebía solo, siempre le acompañaban amigos o alguna chica incauta que no sabia donde se adentraba, en que mundo de tristeza estaba a punto de cruzar, él sonreía, las cautivaba por una noche, luego desaparecía por temor a enamorarse, ya que le habían roto el corazón demasiadas veces, quizás no tantas pero a él la derrota le hundía más que a muchos otros hombres de su edad.
Cuando oscurecía su rostro cambiaba, de hombre con una enorme resaca pasaba a ser un hombre con una enorme esperanza de que la noche le reportaría algo beneficioso esta vez, siempre se equivocaba pero nunca perdía la esperanza.
Se duchaba, se vestía y salia a comerse la noche, mejor dicho a bebérsela hasta que sus ojos vidriosos se lo permitiesen.
Una de las características de este ser humano era que por más que bebiera siempre guardaba la compostura, nunca parecía demasiado borracho y podía mantener sin dificultad conversaciones entretenidas e interesantes con las personas que se cruzaban con él, cruzaba miradas con todo el mundo como esperando una respuesta, alguna chica se acercaba y comenzaban una conversación que muchas veces terminaba en besos y pasión nocturna.
En medio de su borrachera siempre había un momento, que apoyado en la barra del bar que le resguardaba de sí mismo, miraba a la gente que bailaba, bebía, reía, miraba a sus amigos, a las chicas, al camarero, a su copa y sentía una gran felicidad, se encontraba realmente donde quería estar, un cigarrito asomaba por su boca y le daba una calada de satisfacción, se sentía bien, dentro de su tortura vital. Él era eso exactamente, era ese ser de aquella barra, ese ser que conversaba entretenídamente, que se hacia el interesante, que enamoraba por sus ojos penetrantes, él era eso y no en lo que se convertía al llegar la mañana.
Al llegar la mañana, su cabeza parecía estallarle, se agarraba a los riñones porque estos parecían darle patadas por su mal comportamiento nocturno, se miraba al espejo y se decía no volveré a beber tanto esta noche o aun iba más allá, "ya no volveré a beber nunca más", después de la siesta siempre se le olvidaba esta promesa. Su salud empezaba a deteriorarse y su preocupación crecía pero no hacia nada por remediarlo, se encontraba cada día peor.
Una de las mañanas se levanto escupiendo sangre, con los ojos más vidriosos que nunca, estaba derretido por dentro, apenas si podía mover su pesado cuerpo, su decrépita cabeza, no podía más, se acercó a la recámara, al abrirla se dio cuenta que estaba vacía, que no había nada, ni un pulmón nuevo, ningún corazón de reserva, ni unos riñones, en ese momento se dio cuenta que solo tenia un hígado.
Este apuesto pero desgastado hombre murió ayer. Que descanse en paz.
pobrecillo pero,de verdad ha muerto? o solo durnate lo que queda de fin de semana?ahogandose en su copa le sonreire el proximo jueves...jaajaja
ResponderEliminarA algunos nos sienta mejor la noche, y cuando tenemos nuestro propio infierno por levantar, a veces preferimos claudicar.
ResponderEliminarMe gusto mucho
Entonces si sólo le queda un hígado será mejor que lo cuide para que no se lo lastimen como le lastimaron los pulmones ó el corazón...
ResponderEliminarRetrato de una realidad abrumadora. El alcoholismo y esta cultura que lo ensalsa, lo hace cómico, lo vuelve símbolo de hombría, aceptado socialmente, se olvida con la muerte, después hay que volver a brindar por el muerto. Buen texto. Saludos a deshora
ResponderEliminarqué pena que no sea posible vivir en una borrachera eterna y no sufrir cada mañana la bofetada que nos da la realidad.me gusto el texto
ResponderEliminarGran texto. Me ha gustado mucho. Pero cuando llegue el fin de semana...agarro a ese tipo...¡y que vuelva a la mala vida!
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