miércoles, 29 de abril de 2009

Corriendo hacia ella

Estoy en la puerta de este pubs de pié seguro de lo que por fin deseo, sé que no debía de haberlo hecho pero me ha servido para constatar lo que realmente quiero.
Hace una hora estaba fuera en la calle con ella, sentados en un parque hablando de nosotros, indagando sobre el corazón ajeno que queríamos invadir poniendo nuestra banderita anclada, bien clavada en su trozo de ser, banderita con nuestro nombre, yo en el corazón de ella y ella en mi destartalado bombeador de sangre, susurrándonos amor, implorándonos caricias sinceras, todo un espectáculo de empalagosidades varias como si nos hubieran regalado un par de helados con dos bolas grande de chocolate bañadas en leche condensada, miel, caramelo y azúcar glas y se lo estuviéramos dando suavemente al otro, tantas palabras románticas no caben en un solo discurso, pero así estaba siendo nuestra conversación, ningún transeúnte extraviado que pasara por allí y nos oyera creería lo que después iba a acabar haciendo.
Y es que me ocurre que cuanto más hablo de amor sincero más temo a mí ser. Ella se marchó con una amplia sonrisa y mirándome enamorada, yo me quedé de pie viéndola alejarse, paralizado, trastocado, petrificado, tenía la necesidad de huir justo hacia el lado opuesto de donde ella estaba, huir hacia atrás, salir corriendo, siempre que hablo de amor con esa intensidad me viene de pronto unas ganas terribles de huir lejos de donde ella se encuentra y por ello marché hacia el pubs más alejado de la ciudad.
Entré, una extraña me sonrió, le seguí el juego y poco después estábamos besándonos como si nos conociéramos de hace tiempo, necesitaba evadirme de mis ganas de huir, huyendo a otros brazos desconocidos, pero en ese instante en el que nuestras lenguas se juntaban me recorrió un miedo terrible y sofocante, pensé que podía estar viéndome alguna amiga de la chica con la que me empalagoseé una hora antes, y cavilé que ese podía ser el fin de mi historia con ella, por ello deje a medio besar a la desconocida y salí corriendo hacia la puerta del pubs, la extraña se me quedó mirando como no comprendiendo, ella no sabía que sus labios sí que me habían hecho entender que era lo que por fin quería, quería correr hacia su lado, hacia donde mi empalagosa amante estaba, ya no quería huir sino amarla por siempre.
Sé que es triste entender lo que uno quiere besando a otra persona desconocida, quizás soy un ridículo y triste personaje mundano, no lo dudo pero necesitaba unos labios ajenos para comprender que ahora por fin quiero correr hacia donde ella se encuentra.

4 comentarios:

  1. Quizas el método no fue el mejor, pero el resultado es lo que importa.
    Suerte.

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  2. Algunos le llaman "tirar una última cana al viento..."

    pero un día uno despierta y sabe que entre todas las gentes de el mundo solo ella será ella...

    Saludos ausentes.

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  3. Si al menos sirvió para que él se diera cuenta de lo que quería...

    Claro que desde fuera todo se ve más fácil de lo que es.

    Besos

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