domingo, 18 de marzo de 2012

La infrecuencia mata el amor. El Problema del Erasmus.

La idea de la que parto, proviene de una frase del E. Punset hallada en su libro“Excusas para no pensar”(2011) que dice así: “la ausencia física prolongada mucho tiempo mata el amor”. Si no provocamos que en el cerebro de nuestro amado se produzca la señal en su sistema nervioso, este no se activa y no ocurre nada, las neuronas no informan de nada. Para que las neuronas alcancen el umbral necesario para transmitir información se necesita de un elemento clave: la frecuencia del estimulo, “si todos los estímulos se agolpan, la sensación será intensa; si se espacian en el tiempo, la sensación será débil” (Punset, 2011).


Por lo que resulta muy importante para mantener una relación en el tiempo, la necesidad de estar cerca con la frecuencia adecuada, besarnos, acariciarnos, de provocar que nuestras neuronas rebasen el umbral de acción para que se produzca continuamente "la magia del amor".

Las parejas que se ven forzadas a la lejanía de sus cuerpos debido a trabajo, estudios u otras circunstancias, pueden provocar el final de su relación, por la falta de frecuencia, ya que nuestro cerebro olvida más rápido de lo que nosotros podamos prever. Estar cerca es la clave para prolongar las sensaciones que el enamoramiento nos brinda. Pero entiéndanme, estar cerca no significa ir a todas partes con nuestra pareja, sin dejarle espacio, como  explica Fina Sanz en su libro "Los vínculos del amor" una pareja debe caminar entre la sana complementariedad  de la fusión-separación. Pasamos de estados "fusionales" donde ambos nos sentimos uno, a momentos en los que necesitamos separarnos del otro y volver a nuestra individualidad, necesitamos echar de menos al otro. Por lo que si la infrecuencia puede matar el amor, un exceso de frecuencia puede asfixiarlo hasta la anoxia emocional. 

Un efecto que puede solapar durante un tiempo la infrecuencia de nuestros acercamientos amorosos, es el llamado efecto Romeo y Julieta, este viene a decirnos que ante una dificultad en la relación, se intensifican nuestras ganas de amar y de estar con la persona amada, pues nuestro cerebro deja una ventana abierta, ya que las cosas que no terminamos continúan siendo procesadas en un segundo plano, provocando que no podamos olvidarlas. Pero parece ser que la infrecuencia prolongada puede ser más potente que el efecto Romeo y Julieta,  que la dificultad de vivir alejados de nuestro amado no sea suficiente para el cerebro y este deje de pensar en nuestra pareja, con la intensidad necesaria, llegando a estancar nuestra relación.

Siempre tuve en mente, la idea de que el Erasmus (beca Erasmus: permite viajar a profesores y alumnos universitarios por el Espacio Económico Europeo) mataba a muchas relaciones de pareja, indague, pregunté, me informé sobre parejas que habían pasado
por la experiencia en la que uno de los dos se marchaba una temporada a otro país, para tener vivencias nuevas y agradables separado del amado. Intenté que mis conclusiones no se dejaran llevar por mis concepciones previas (no quería provocar una ley de Murphy, esta ley viene a decir que solo nos fijamos en lo malo de los acontecimientos que nos pasan, haciéndolos más relevantes que los acontecimientos buenos, provocando pues que creamos que las cosas malas pasan más que las buenas), pero las evidencias (no científicas), parecían inclinar la balanza hacia la hipótesis sobre que el Erasmus, en ciertas ocasiones, provocaba lesiones medias o inoperables causando la muerte de la relación de pareja. Ahora Punset, en su libro, reafirma esta sospecha, con la idea de que la infrecuencia mata el amor.

Pero no todas las parejas se dejan después de un Erasmus, pues quizás este sirva de medidor del estado de la relación, es decir, una relación de pareja, fuerte, solida y sana, puede aguantar el peso de la infrecuencia mejor que una pareja, viciada, monótona o insana. El Erasmus puede servirnos para comprobar la calidad de nuestra relación y la capacidad de adaptación de esta. 

Las nuevas tecnologías nos ayudan a acercarnos al otro por muy lejos que esté, estamos continuamente interconectados, este hecho puede mitigar la sensación de pérdida ante la lejanía, aunque cada día que pase se nos incremente más nuestra "hambre de piel", el tacto queda relegado al roce de las manos a la pantalla del ordenador donde se refleja el rostro del ser amado.

Por otro lado puede que aunque  creamos que podemos soportar un viaje Erasmus con facilidad y que nuestra relación no se resentirá, quizás ocurra que las nuevas vivencias inunden nuestro sistema nervioso, con continuos refuerzos positivos y ya nunca volvamos a ser los mismos, y al volver a casa, a falta de estos estímulos placenteros, nos acaben provocando una sensación de que algo nos falta y de que nuestro ser amado ya no puede llenarlo, estamos en otra fase, ahora no paseamos en paralelo con nuestra pareja, ella quedó atrás, pues  no somos los mismos y necesitamos de otras experiencias para continuar siendo felices.

Por todo ello, podemos inferir que la distancia provoca infrecuencia y esta a su vez promueve que nuestro cerebro deje de activarse, dejamos de pensar en el amado. La distancia se convierte en un medidor de la calidad de nuestras relaciones. 

Si, cuando tenias pareja, has utilizado una beca Erasmus o similar, puedes contarnos tu experiencia, para comprobar si se cumple o no esta hipótesis señalada en el artículo. Anímate a participar.

1 comentario:



  1. La infrecuencia mata el amor. El problema erasmus; me ha hecho reflexionar sobre la relación de pareja mas duradera que he vivido (cinco años). Y quiero empezar con la misma frase que el autor de este delirio; “la ausencia física prolongada mucho tiempo mata el amor” de la cual estoy en desacuerdo.

    Empezaré por el final.
    Quinto año de relación de pareja. Beca erasmus.
    Tanto a mi pareja como a mí nos concedieron la beca al mismo país, pero no al la misma ciudad. Esto no fue un problema ya que en estos casos, siempre que los dos estén de acuerdo, se puede solicitar el mismo destino. Y relaciones internacionales no lo concedió.
    Todo era perfecto. Al fin, comenzábamos una nueva vida y juntos! ¿Qué más se puede pedir cuando quieres a alguien?

    Pero mi pareja cuanto más se acercaba el día de la entrega de los últimos documentos más triste parecía. Lo que le ocurría era que no quería dejar su ciudad, pero tampoco quería dejarme ir por miedo a perderme. Entonces le dije que si sentía que se tenía que quedar que debía quedarse. Y que las peores distancias (la mas difícil fue de casi un año) las habíamos superados y nos había hecho mas fuertes. Y por supuesto, que le quería. Finalmente, decidió venir conmigo y comenzamos a vivir juntos en otro país.
    A los tres meses de convivencia, con navidades por medio, lo dejamos (aunque la relación ya empezó a deteriorarse antes muy rápidamente. Todavía hoy me pregunto cómo).

    Terminaré por el principio. “El enamoramiento”.
    Todos nuestros años juntos, los cuales abarcaron toda nuestra carrera universitaria, fueron maravillosos. Nunca dejamos de sentirnos enamorados, incluso en las temporadas de distancias varias como por ejemplo en vacaciones, que volvíamos cada uno a nuestras ciudades natales, nos sentíamos cerca el uno del otro. Hasta en los últimos años empezamos a compartir juntos las vacaciones con nuestras respectivas familias.

    Lo que he aprendido de esta experiencia es que si se puede alimentar el amor a distancia, aunque en ocasiones duela.
    Y aunque ahora me cueste creer en esto, sé que es posible. Y que no por vivir muchos años en pareja significa que ese amor se este alimentando correctamente, es decir de manera sana.

    Y para finalizar, me gustaría decir que a pesar de haber finalizado dicha relación cuando más parecía que comenzábamos una nueva vida en pareja; estoy feliz de haber vivido una de las experiencias de amor más bonita que nunca podía imaginar.
    -Ww-

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