Y resulta que a veces estamos dispuestos a unas situaciones con unas personas concretas, pero esas m mismas situaciones con otras personas las rechazamos de raíz. Creemos que somos seres estables con comportamientos básicamente predecibles para nosotros mismos, podemos intuir como nos comportaremos en determinadas situaciones, porque se supone que nos auto-conocemos y entendemos, tenemos principios y creencias constantes, a veces inmutables e incluso por esa característica de inmutabilidad, creencias que se vuelven peligrosas porque no nos dejan avanzar, crecer, transformarnos. Pero sin saber cómo ni porque en ocasiones las cambiamos de raíz, nos dan igual, queremos compartir algo con alguien que en otra ocasión, en la vida lo hubiéramos hecho o pensado, es lo que yo he bautizado como “la teoría del bocadillo de cebolla”.
Imagínese que su amado le trae un estupendo bocadillo de cebolla, como regalo para usted y por nada en el mundo está dispuesto a comerse semejante manjar, así que lo rechaza dando argumentos, validos y quizás otros irrisorios pero al fin y al cabo convincentes y tajantes, “no pienso comerme ese bocadillo estupendo de cebolla”. Imagínese después que su relación se viene abajo por las circunstancias que sean, quizás incluso por tener como novio un chef tan estupendo, y encuentra a otra pareja. Esta pareja le dice que le encantan los bocadillos de cebolla y que le va a traer uno para que lo pruebe y esta vez sin saber cómo ni porque acepta el reto y se come encantada ese bocadillo de cebolla y para más inri su ex pareja les observa comiendo el manjar rechazado anteriormente. ¿Por qué unas veces rechazamos hacer algo con una pareja y sin embargo tenemos un nuevo amor y esa misma circunstancia la hacemos encantados? Esto no se reduce a un bocadillo de cebolla, también a escenas eróticas, con un amante nos negamos a hacer el amor en público, por ejemplo y con otro solo ese pensamiento nos erotiza hasta la última célula de nuestro escandalizado y retozante cuerpo.
Y resulta que la predisposición varia en nosotros, lo que vemos negativo en un contexto con una determinada persona, quizás porque queremos resaltar nuestro ego, nuestro yo ante el ser amado y por ello nos negamos a algo, lo vemos positivo en con otra persona, pues esta vez queremos agasajarla y premiarla para no contradecirla.
Así pues la predisposición varia, quizás por la fase en la que estamos con nuestra pareja, unas veces queremos reforzar nuestro ego ante ella, y otras veces queremos premiarla o agasajarla, cediendo a sus propuestas. Esto a su vez en un modo inconsciente o semi-inconsciente cuando nos negamos debemos darnos razones a nosotros mismos, argumentándonos que la cebolla es horrible y deja un mal sabor de boca, sin embargo cuando aceptamos, nos convencemos a nosotros mismos de que probar cosas nuevas no es tan malo y que quizás nos sorprendamos para bien.
En definitiva, según la fase en la que nos encontremos estaremos más dispuestos a hacer ciertas cosas con nuestra pareja, dependiendo de si queremos reforzar nuestro ego, nuestro yo o como comúnmente se conoce nuestra personalidad o por el contrario cedemos encantados a los designios ideáticos de nuestra pareja, para sentirnos más unidos a ella, de una manera u otra. Piense la de veces que rechazó hacer algo con alguien y sin embargo aceptó hacer ese mismo algo con otro alguien ¿qué explicación le da usted, querido lector?
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