domingo, 20 de mayo de 2012

La sonrisa: el mejor lubricante social.

Paul Ekman, psicólogo estadounidense, especializado en las emociones y la relación de estas con las expresiones faciales, descubrió unos 18 tipos de sonrisas autenticas que diferían en la posición de los músculos y los significados emocionales (llegaba a tal extremo, su dedicación a descubrir la posición de los músculos faciales, que no dudaba en aplicarse descargas eléctricas para controlar dichos músculos). Con tal cantidad de sonrisas que puede realizar un ser humano nos podemos hacer una idea de cuán importante es esta para las relaciones entre personas.
Paul Ekman.

Y es que el ser humano está programado para ser positivo, por mucho que le pese a los “antinaturales” pesimistas, nuestro cerebro suele hacer estimaciones optimistas e incluso demasiado “alegres” sobre los sucesos futuros, al estilo de “el cuento de la lechera”. Nos embarcamos en proyectos gracias a estas estimaciones positivas, pues creemos, a fin de cuentas, que todo lo podemos. Es por ello que también queremos y necesitamos gente positiva a nuestro lado. Entre otras razones por nuestras neuronas espejo que provocan que nos contagiemos de las emociones de los otros, y si los demás suelen estar tristes, cabizbajos, pesimistas, taciturnos, abatidos y dolientes, no tendremos más remedio que, neurológicamente, acabar padeciendo sus mismos males a distinta escala, según nuestro grado de empatía. Es así que la sonrisa se torna un elemento vital en nuestras relaciones.

Los estudios realizados en el laboratorio, demuestran que el ser humano prefiere los rostros felices, reconociéndolos más fácilmente que los que expresan otro tipo de emociones, hallazgo que los científicos han denominado: “el efecto de la cara feliz”. Parece que estamos predispuestos genéticamente a preferir sentimientos positivos, piense en el estrés que nos produce estar constantemente especulando y siendo negativos y las consecuencias que esto acarrea para nuestra salud, parece lógico que prefiramos estar alegres y juntarnos por ello con gente optimista. Si hay una predisposición genética a la felicidad y al optimismo ¿puede que haya un porcentaje de la población que no tenga esta predisposición, ya que no alberga entre sus genes a los que son simpáticos y alegres? Quizás si, en todo caso siempre nos quedara la cultura y la crianza, para sobrellevar este hándicap del mal humor crónico.

Es por ello que la sonrisa es el mejor estimulo positivo que el ser humano puede mostrar, el mejor lubricante social. Se usa cuando nos equivocamos, como forma cortes de pedir perdón, ante una gracia, como saludo amoroso, como símbolo de amigabilidad, como un don que podemos regalar al otro. Pero tenga mucho cuidado porque el ser humano también está programado para descubrir el engaño, a leves observadores que seamos, nos cuesta bastante poco reconocer la sonrisa falsa, sabemos consciente o inconscientemente cuando alguien nos sonríe de forma distinta a la natural, un chip en nuestro cerebro suele avisarnos, quizás hasta algo nos diga que esa persona no parece de fiar. De todas formas para las personas más benevolentes o despistadas, un truco para saber si alguien sonríe de forma falsa o por simple cortesía, es mirar la zona de la boca, pues una de las dos mejillas se suele levantar más, es decir hay una asimetría en la zona de los labios y mejillas, haciéndose más evidente el levantamiento de uno de los extremos de la boca, cuando la sonrisa es sincera ambos lados de la boca se levantan de forma simétrica. Cuidado pues cuando vaya a sonreír falsamente, ya que nuestros cerebros suelen advertir que algo no cuadra.

Las personas que sonríen más suelen tener una vida social más amplia y de mayor calidad, pues como he mencionado antes, nuestras neuronas espejo provocan que nos contagiemos de las emociones y sentimientos de los demás, por lo que todo el mundo desea de una forma u otra estar cerca de una persona sonriente (sincera), afable y positiva.

¿Cómo puede afectar nuestro estado de ánimo en una relación amorosa?, teniendo en cuenta lo comentado hasta ahora, estar con una pareja que refunfuña constantemente, que se queja de todo, que no ofrece soluciones alternativas y que siempre está malhumorada, puede incitarnos al mal humor, contagiados por su poca delicadeza emocional y si nos infectamos, la relación queda manchada por el hastío y la desidia, pudiendo provocar la ruptura inminente o la magnánima insatisfacción amorosa.


Nuestro estado emocional es contagioso y a la vez nos contagiamos del estado emocional de los demás, por lo que es importante en una relación (ya sea familiar, amistosa o de pareja), que el positivismo, el desenfado y la alegría sean los moradores cotidianos, pues a cual efecto mariposa, nuestra irritación de hoy puede provocar el huracán del desamor del mañana.

Sonreír y reír nunca esta demás siempre que se haga de forma sincera y como menciona uno de los mayores expertos sobre inteligencia emocional y social, Daniel Goleman: “la risa puede ser la distancia más corta entre dos cerebros”. A sonreír pues en pro de la felicidad.

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