viernes, 19 de abril de 2013

Libres y sanos

No me perteneces, libre es como sabes bien, libre y honesta, mi enfado es pueril aunque tus reacciones también, pero no puedo culparte por mi torpeza. Eres gigante, sana, y aunque te vendes como una egoísta recalcitrante, eres todo lo contrario, samaritana, benévola e indulgente, sabes caminar sin hacer sentir mal a los demás y ese es tu don.

A veces no entiendo las cosas y te pido paciencia pues cuando desenmaraño mis pensamientos, puedo ver claro y entonces es cuando vuelvo a necesitar tu libertad sumada a esta saludable interdependencia de querer vernos sin obligaciones, no como esas parejas que han perdido el rumbo y siguen vagando por el espacio llevadas por la inercia de su movimiento y que quedan para verse  sin saber por qué, para qué, de qué modo y en que versión.

No somos inercia y eso me encanta, somos peonzas que controlan su movimiento, autónomas, flexibles y con sentimientos, por eso quiero todo el bien que pueda caberme en mis esperanzas, para ti, porque si te enfadas nada tiene sentido entonces y se pudre la madera invisible de los andamios que nos acercan el uno al otro, andamios que hemos construido con sonrisas, juegos cómplices, conversaciones infinitas, sexo, caricias y miradas que nos delatan.

Todo lo que haces que te sienta bien quiero que sigas haciéndolo, porque no dañas a nadie y si alguien se ofende, no es por tu culpa, sino porque la inseguridad les delata, como me ha pasado a mí. Pero soy fuerte y comprensivo, quizás eso te atraiga de este personajito pues necesitas que alguien lleve la cordura de vez en cuando, para que tú puedas ser creativa y despreocupada.

Y cuanto más libres somos más cerca estamos el uno del otro, pues es esta sensación de libertad la que nos une, guía, relaja y atrae mutuamente. Me siento sano por ello, pues por fin predico con el ejemplo de tantos escritos pasados, tú me haces sentir sano y eso lo recordaré toda mi vida.

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