Según 20mintuos. es, hay 93 países en el mundo que poseen leyes de transparencia[1]. Estas se pueden definir como
una serie de leyes que regulan el acceso de los ciudadanos a obtener
información sobre los gobiernos y sus administraciones, información que atañe
por ejemplo al dinero que los gobiernos gastan provenientes de los contribuyentes. En definitiva, son unas leyes que intentan desterrar la opacidad de las gestiones
de los gobiernos.
Si transferimos esta idea al
mundo de las relaciones de pareja, la ley
de transparencia supondría que la perspectiva ideológica de las parejas debe asentarse
en el pilar de la sinceridad, por lo que han de contárselo todo o por lo menos ser lo más
honestas que puedan.
La honestidad es un pilar básico en toda relación sana que se
precie, pero para ser honestos, ¿debemos contar absolutamente todo lo que nos acontece,
pensamos o sentimos? Algunas emociones, a veces, son fugaces, ilusorias e
incluso nos pueden llevar a conclusiones falaces, entonces ¿por qué atormentar a nuestra pareja diciéndole todo
lo que se nos pasa por la cabeza en un momento determinado?
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Lo importante es saber calibrar donde está la honestidad no dañina, de la falta de respeto con respecto a la información que deseamos dar al otro. Cada pareja tiene sus propias leyes y acuerdos, sus propios puntos débiles y grandezas.
En definitiva, si utilizamos una ley de transparencia en nuestra
relación, quizás esta debería contener una clausula con la que podamos
reservarnos cierta información que pueda dañarla o deteriorarla, pues no todo lo que se cuenta a la pareja va en beneficio de la relación.
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