martes, 24 de febrero de 2015

La importancia de la Educación Emocional en la Educación Sexual.

La educación formal, entendida como el tipo de educación reglada que se concretiza en un currículo (con objetivos, competencias, contenidos, etc.) tiene como objetivo fundamental el desarrollo integral de la persona. Pero, en la actualidad, nuestro sistema escolar parece prestar una atención superlativa a lo puramente académico (asignaturas de Matemáticas, Lengua, etc.) dejando en un segundo plano, otros aprendizajes que sin duda tienen una fuerte repercusión en el bienestar y el desarrollo integral humano, como son la educación emocional y la educación sexual.

Rafael Bisquerra define la educación emocional como: “un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona, con objeto de capacitarle para la vida. Todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social[1]”. Por su parte Félix López nos dice que la educación sexual: “entrena en habilidades interpersonales, fomenta valores y enseña criterios de salud, para ayudar a los menores a reconocerse como chico o chica, conocer los diferentes aspectos de la sexualidad humana. Su fin último es ayudar a las personas a vivir de forma satisfactoria su sexualidad[2]”. En ambas definiciones, podemos observar claramente, que atienden al fin último de la educación: el desarrollo integral de la persona.

Pero, en la actualidad, ambos tipos de educaciones aparecen por separado, debido a que el concepto que aun se posee de educación sexual parece quedar relegado al estudio de la genitalidad, las infecciones y métodos anticonceptivos. Un modelo basado en la biología y aposentado en el campo de la medicina. Hoy apostamos por otra fórmula más integradora de la educación sexual, donde no solo se habla en estos términos, sino que abre el abanico, como no podía ser de otra forma, a la enseñanza de la afectividad, la erótica, el autoconocimiento, al estudio de  mitos y errores, tanto en lo que concierne al sexo, como a las relaciones de pareja. Hablamos de habilidades sociales, de toma de decisiones y de cómo resolver conflictos que nos puedan surgir en el ámbito interpersonal. Como exponía Howard Gardner en su Teoría de las Inteligencias Múltiples, la educación sexual  estudia dos de sus conceptos más brillantes: la inteligencia interpersonal e intrapersonal.

La inteligencia interpersonal es la capacidad de entender a los demás, de empatizar.  Capacidad para reconocer y responder a las emociones, sentimientos y personalidades de las personas que nos rodean. La inteligencia intrapersonal la entendemos como la capacidad de conocernos a nosotros mismos, de controlar nuestras emociones. Conocemos nuestra vida emocional y sentimental y actuamos acorde a ella, sin dejarnos arrastrar. Ambos tipos de inteligencia son estudiados y enseñados, tanto por la educación sexual como por la educación emocional. Este es el principal nexo de unión entre ambas.

Por ello, no sería baladí, empezar a concebirlas como dos educaciones hermanadas, pues comparten objetivos paralelos, semejantes, e incluso en gran medida, idénticos.  Ambas intentan alcanzar objetivos como:

  • Adquirir mejor conocimiento de las propias emociones.
  • Prevenir los efectos nocivos de las emociones negativas.
  • Identificar las emociones de los demás.
  • Trabajar la escucha activa y la capacidad de empatía.
  • Adoptar una actitud positiva ante la vida.
  • Mejorar la autoestima y conseguir un autoconcepto saludable.
Ambos tipos de educación favorecen que la persona pueda conocerse mejor y mantener relaciones sanas con los demás, conociendo, reconociendo y comprendiendo al otro. Por ello apostamos por un tipo de educación global que aúna ambos conceptos: una Educación Emocional y Afectivo-Sexual. Donde emociones, afectos y sexualidad queden integrados y complementados dentro del currículo oficial, para alcanzar el gran objetivo del bienestar personal y social.

¿Y por qué se hace necesaria en la actualidad dicha educación?

Nuestros jóvenes, a pesar de la numerosa información que poseen a través de los medios de comunicación, internet y de la educación informal en general, siguen mostrando comportamientos problemáticos, como violencia (bullying, violencia de género…), conductas de riesgo (no protección en las relaciones sexuales, SIDA, abuso de sustancias…) y variadas conductas asociales. La etiología de estos comportamientos, en la mayoría de los casos, son consecuencia de una baja autoestima, pobre autoconcepto, el no saber decir no ante la presión del grupo, y asumir como normas y conductas establecidas aceptadas, ciertos mitos sobre las relaciones de pareja y sexuales.

La violencia de género sigue siendo una de las lacras que la sociedad intenta combatir. Los datos de víctimas mortales por violencia de género[3] (a fecha de 31 de diciembre de 2014) muestran que han sido un total de 53 víctimas mortales, de las cuales tan solo habían puesto denuncia en 17 de los casos. En 35 de los casos, la violencia había sido ejercida por la pareja actual de la víctima. En esta lucha, tanto la educación emocional como la sexual, tiene mucho que decir y ofrecer.

Por todo ello, la educación formal debe responsabilizarse. Ha de utilizar las herramientas y recursos necesarios para prevenir todos estos problemas y riesgos que rondan a nuestros jóvenes, y por ende, a la sociedad en general. Hoy disponemos de personas expertas, formadas en educación, en sexualidad y en inteligencia emocional, que se han nutrido de los avances científicos en estos campos y que se convierten en una herramienta fundamental para la educación. Cada vez salen a la luz nuevos proyectos y programas que inciden en la importancia de conseguir que nuestros jóvenes tengan una vida más sana, feliz y que adquieran competencias emocionales suficientes, para perseguir una vida menos violenta y más tolerante, complacientes consigo mismos y responsables con los demás.

Proponemos el nacimiento de una Educación Emocional y Afectivo-Sexual que luche por conseguir el autoconocimiento, la mejora de la autoestima, la eficaz toma de decisiones, la búsqueda de soluciones ante conflictos interpersonales, que batalle por una sexualidad sana, positiva y satisfactoria y en definitiva, una lucha por alcanzar al fin, el desarrollo integral de la persona.


[1] Datos hallados en: Bisquerra, R. (2006). Estudios sobre Educación. Nº11 (pág. 9-25).Universidad de Navarra.
[2] Datos hallados en: López, F. (2009). La Educación Sexual. Madrid: Biblioteca Nueva.

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