sábado, 5 de septiembre de 2015

La importancia de la inteligencia emocional en las relaciones de pareja.

Si las emociones juegan un papel primordial en la vida cotidiana, moldeando nuestras respuestas ante las situaciones que nos acontecen, en las relaciones de pareja, las emociones son el anclaje que da sentido a nuestra elección de empezar, continuar o poner fin a tal idilio romántico. Son el núcleo, el alma mater que nutre y sustenta nuestro comportamiento amoroso.

Por ello, la inteligencia emocional, se convierte en una herramienta indispensable para toda relación de pareja que no quiera caer en la toxicidad, la incomprensión y la impulsividad. Pero ¿qué entendemos por inteligencia emocional?

Son varias las teorías más influyentes y contrastadas sobre inteligencia emocional. Sin ánimo de ser exhaustivo, vamos a exponer dos de las más  acreditadas por el mundo científico:

·         Mayer y Salovey entiende la inteligencia emocional como: “la capacidad para percibir, valorar y expresar las emociones con exactitud; la capacidad para acceder a, o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la capacidad para comprender las emociones y el conocimiento emocional; y la capacidad para regular las emociones promoviendo el crecimiento emocional e intelectual”
·         Para Bar-on, la inteligencia emocional se divide en cinco grandes áreas: Inteligencia intrapersonal: asertividad, autoestima, independencia; inteligencia interpersonal: empatía, relaciones interpersonales; adaptabilidad: solución de problemas, flexibilidad; gestión de estrés: tolerancia al estrés y gestión de impulsos; estado de ánimo general: optimismo y felicidad.

Podemos decir que una persona posee inteligencia emocional cuando sabe gestionar una serie de competencias emocionales:

1.       Conciencia emocional: la persona conoce sus emociones, piensa en ellas, se pregunta por ellas, posee capacidad de introspección y reconoce las emociones en los demás, observa adecuadamente las emociones en la pareja. Un miembro de una relación de pareja que posee conciencia emocional, es aquel que cuando siente una emoción, es capaz de identificarla y darle el valor apropiado. Y no solo autoidentifica sus emociones, sino que es capaz de estar atento a las emociones de su pareja, puede identificar como se siente la otra persona y en consecuencia, puede actuar acorde a esta emoción.

2.       Regulación emocional: su respuesta es apropiada al contexto. Es la conducta opuesta a la impulsividad. Son personas con una alta tolerancia a la frustración, no se dejan arrastra por las emociones, las controlan, pero no las reprimen. Un miembro de una pareja que posee regulación emocional, ante un conflicto o discusión, no se deja arrastra por las emociones negativas, controla su ira y no responde impulsivamente. Sabemos que cuando nos dejamos llevar por una emoción negativa podemos caer en el error de responder con un ataque impulsivo, poco meditado, haciendo un daño en el otro, que en realidad no deseamos. Cuando baja nuestro nivel de enfado, nos damos cuenta de lo inoportuno de nuestra frase y es el momento, si no somos muy orgullosos, de pedir un perdón necesario.  

3.       Autonomía emocional: capacidad de no dejarse arrastrar por los estímulos del entorno. Mantiene un equilibrio entre la dependencia emocional y la desconexión con el otro. No se deja arrastrar por sus emociones y sentimientos, dentro de la relación de pareja, por lo que no cae en una dependencia afectiva sobre el otro, pero tampoco se convierte en un tempano de hielo, que nada le resquebraja, perdiendo la capacidad de empatía. Alcanza un equilibrio, una interdependencia emocional, necesaria para evitar las relaciones toxicas, basadas en la dependencia o las relaciones inconexas, movidas por la despreocupación absoluta y la desvinculación emocional.

4.       Competencias o habilidades sociales: el miembro de la pareja posee la capacidad de escucha activa, no interrumpe, conoce los pasos de un buen diálogo, los silencios necesarios. Tiene la capacidad de empatizar con el otro, de entenderle y hacer ver que comprende las emociones de la pareja. Se muestra asertivo, no siendo ni pasivo ni agresivo en sus conductas y acciones.

5.       Habilidades para la vida y el bienestar: búsqueda del bienestar personal y social. Reclama para sí y para su pareja la exploración  de emociones positivas, las ganas de encontrar un equilibrio y una felicidad que garantice la armonía tanto para sí mismo como para su relación. Comprende la necesidad de las emociones negativas y su expresión, aunque desea conectarse con sus emociones positivas de manera regular[1].

Estas competencias, no aparecen en nosotros por arte de magia, han de ser cultivadas y enseñadas. La escuela es el lugar perfecto para que nuestros pequeños vayan conociendo sus emociones, sabiendo regularlas, adquiriendo habilidades sociales para tratar con los demás y alcanzando un placer por la búsqueda de su propio bienestar. La educación emocional es una necesidad básica que debe ser cubierta por nuestro sistema escolar ¿cómo sería nuestra vida de pareja si desde pequeños nos hubieran educado tanto en matemáticas como en competencias emocionales? ¿Cuántas situaciones de abuso, maltrato, incomprensión, sufrimiento, desentendimiento, nos hubiéramos ahorrado? No es tarde para, tengamos la edad que tengamos, empezar a cultivar nuestra inteligencia emocional, pero si desde la escuela comenzamos a trabajarlo, estaremos haciendo un bien superlativo a las futuras generaciones, a los futuros gobernantes del timón de nuestro planeta.



[1] Para profundizar en este tema acudir a: Bisquerra, R. Pérez, J.C. García, E. (2015). Inteligencia emocional en educación. Madrid: Síntesis.

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