A él le gustaba ella, era simpática, tenia sentido del humor y su cara reflejaba una belleza grácil que enamoraba. Ella se estaba empezando a enamorar de él, tenían buenas conversaciones y el tiempo pasaba rápido cuando sus miradas se juntaban, las despedidas se hacían lentas para poder seguir arañando minutos en presencia del otro.
Todo parecía ir bien, pero en la cabeza de él algo rechazaba aquel romance.
Él sabia lo que era, desde el principio lo supo, pero fue obviándolo hasta que no pudo más.
¿Qué podía ser aquello que estaba perturbando ese idilio?
Era algo básico, incluso animal pero elemental, era el olor de ella.
Su olor no era en absoluto un olor negativo sino todo lo contrario, siempre olia bien, un olor suave, una fragancia agradable.
Pero a él ese olor no le transportaba al lugar donde te transportan los olores importantes, el olor importante es el que te lleva a la sensación de estar en casa, de estar a salvo, de sentirte seguro al respirarlo, el olor de ella no le llevaba a ningún lado y el sabor de sus labios tampoco.
Había dos posibilidades de porque le ocurría esto, la primera es que como en verdad no estaba enamorado, el resultado era que no se sentía atraído por el aroma ni sabor de ella y la otra posibilidad es que al no sentirse atraído por su olor ni su sabor, él no podía enamorarse de ella. Él creía en esta segunda opción.
Así que unos días después de su última cita con ella, él caminaba solo de nuevo en busca de otros aromas que si le transportaran a la felicidad. Él la dejó por su olor.
Quizás el olor de las personas nos pasen desapercibidos e inconscientes a la hora de elegir pareja, pero seguro que hay un más allá y tal vez alguna persona genial que pasó por nuestra vida, sin saber bien porque, tuvimos que abandonarla, quizás porque no nos transportaba con su olor a ese lugar seguro, acogedor, que refleja tranquilidad e incluso sensación de sueño o dulce cansancio, no nos transportaba con su sabor a esa sensación de abandono sensual.
Al no transportarte a ningún lado, sus besos y abrazos se quedan fríos, lánguidos y atenuados por mucho que intentemos o nos propongamos quererle.
Quizás alguien alguna vez nos abandonó por nuestro olor frío.
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