domingo, 1 de noviembre de 2009

Un breve paseo por la desesperación.

Este nudo en la garganta parece el principio del fin del largo sometimiento al silencio que le he impuesto a mi yo interno, pero hoy él no puede seguir callado y rompe con fuerza mi serenidad apaciguadora, mi mandato de equilibrio y lo destruye con furia, arrastrando tras de sí a mi cordura y este intento por no parecer una bestia alocada, pero me cansé de sujetar las cadenas de esta auto-opresión e irrumpe en todo mi ser esa sensación de angustia, de necesidad de empotrar este portátil, estamparlo contra la pared y gritar durante una hora, hasta que de mis entrañas salga toda la furia, ruido, desesperación y que brote toda la basura, moscas y últimos gusanos de mi ser. Cansado de fingir que estoy neutro y equilibrado, no me quedan fuerzas para sostenerme más entre cadenas de acero y me suelto y salgo en forma de lagrima ardiente, amarga, fría y melancólica. Rasgo todo mi interior para ver si así ya no queda nada por lo que seguir adelante, el ansia me corroe por todo lo que he tenido que callar hasta ahora y en este momento explota, pero mi cerebro sigue ahí, dándole vueltas a ideas estúpidas y absurdas, nunca descansa, no me deja reconciliar el sueño, me agota y me mantiene inquieto con balanceos corporales que me impiden alcanzar el sueño. La bestia anda suelta, es libre, y descanso. De la rabia paso a la tranquilidad de liberar el peso de la amargura por ser un itinerante de esta vida, por saber que hoy se piensa una cosa firmemente y que mañana se desea lo contrario, de que somos esclavos de la fragilidad de nuestros pensamientos más fuertes y que todo es verdad hasta que el tiempo lo desmiente. Silencio en mi habitación, parece que la bestia comienza a dormir, se calma, cierra sus ojos. Toda la habitación ha quedado desolada por su grandísima y devastadora potencia, tendré que comprar muebles nuevos a mis gastadas neuronas, pero por fin solo se escucha el silencio. Ahora puedo volverte a amar, abrazándote hasta quedarme dormido, ya no pido explicaciones por tu tardanza, sino que siento vergüenza por lo que he llegado a pensar aunque tu ni lo sepas ni lo sabrás nunca. Odio desequilibrarme con tanta facilidad y odio tener que odiarme por ello, odio tener que sujetarme para no parecer un ser extravagante y difuso, pero lucho. El monstruo vuelve a estar atado y tranquilo. Vuelvo a ser el que conociste. Y al escribir esto y desahogarme me siento libre para volver a darte besos hasta el amanecer.

1 comentario:

  1. Es curioso que justo hoy (sí, abuenashorasmangasverdes, lo sé) haya venido a leer esta entrada. Me ha pasado algo bastante parecido hace un rato. A veces, la calma estalla.

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