Para John Gray, los seres humanos se componen de un lado femenino y un lado masculino, es decir tanto hombres como mujeres comparten signos y características masculinas y femeninas.
Cuando una mujer se instala en su lado femenino esta se siente libre, calmada, cómoda, segura, divertida e incluso bella, piense en una estupenda conversación no instrumental, es decir carente de finalidad concreta, entre dos mujeres que se estiman, ambas se sienten en comunión porque están reforzándose mutuamente su lado femenino. Cuando el hombre se instaura en su lado masculino, se manifiesta seguro de sí mismo, resuelve problemas, actúa de manera instrumental y concentrada y se siente relajado, fíjese en un hombre realizando cualquier manualidad, en su mundo, feliz, relajado, en ese instante está reforzando su lado masculino.
Sin embargo, cuando la mujer se traslada a su lado masculino, esta se tensa, pues se vuelve solucionadora de conflictos, deja de lado la emocionalidad, deja de ser cariñosa para volverse eficaz y si pasa mucho tiempo en este lado, se estresa de tal forma que se abruma y colapsa, puesto que para la mujer perder su lado femenino es uno de los factores que más puede estresarla e incomodarla. El hombre que se introduce en su lado femenino, pierde su capacidad de resolver problemas, se deja llevar por sus emociones y se muestra inseguro, desconfiado y confuso.
Y cuando la mujer se instaura de lleno en su lado masculino o el hombre en su lado femenino, el resultado es que para el otro miembro de la pareja desciende su nivel de deseo y atracción. No hay nada menos atractivo que un hombre inseguro, quejoso, incapaz de solucionar situaciones y confuso, una mujer no quiere oír continuamente de su marido o su pareja, que este se siente gordo, o calvo, o que está muy inseguro porque su pene es pequeño, si esto ocurre a la mujer inmediatamente le desciende su libido, es decir desciende su interés sexual hacia este hombre continuamente inseguro. Y a los hombres tampoco les gusta una mujer que ha perdido su lado femenino y que actúa tan solo desde su vertiente masculina, puesto que desaparece su capacidad de dar amor, cariño y mimos, en definitiva inhibe su capacidad para empatizar con el amado, centrándose en la solución de los problemas comunes y al dejar de ser empática, el hombre deja de sentirse atraído por ella. Por lo que pasar demasiado tiempo al otro lado del charco, puede provocar el descenso de la atracción y el deseo sexual en la relación de pareja, pues a la mujer le sienta muy mal olvidarse de su lado femenino, ya que esta se agobia y abruma y el hombre se vuelve muy inseguro si pasa tiempo en su lado femenino, pues no controla sus emociones ya que no está tan acostumbrado a ellas, por lo que las deja fluir pero en su vertiente negativa, mostrándose inseguro y poco viril.
Porque no nos engañemos a las mujeres heterosexuales les excita y atrae hombres que se sitúan en su lado masculino, que confían en sí mismos, que tienen capacidad de decisión, que están relajados y seguros y a los hombres heterosexuales les atrae las mujeres que proyectan su lado femenino, que se muestran cariñosas, comprensivas, que dan apoyo y hacen que el hombre se sienta válido.
Lo que ocurre es que en la actualidad estamos confusos. Los hombres han entendido mal lo que las mujeres piden de ellos, puesto que ya no quieren hombres masculinos en el sentido de que estos olviden que las emociones también cuentan, las mujeres desean hombres que sepan escucharlas, las valores y entiendan y las reafirmen en sus lados femeninos, esta es la feminidad que las mujeres reclaman de los hombres, que sean más empáticos y cariñosos, pero no inseguros y confusos. Los hombres al no saber manejar las situaciones emocionales se han desplazado al lado inseguro de su lado femenino, provocando más confusión en la pareja que entendimiento. Y por su lado, los hombres no quieren mujeres que siempre tomen la iniciativa, que sean ellas las que dan el primer paso, que lo pongan fácil, puesto que lo que más le gusta a un hombre es resolver situaciones y el cortejo por ejemplo, es una de esas situaciones que al hombre le encanta resolver. Y resulta que esto puede ser divertido al principio, una mujer está en su lado masculino y toma la iniciativa, así el hombre se relaja y disfruta sacando su lado femenino, pero esta situación es una trampa, puesto que la mujer que se instaura en su lado masculino empieza a sentirse carente y abrumada, pues comienza a dejar la expresión de sus emociones de lado, y el hombre comienza a sentirse inseguro y confuso, pues no entiende sus propias emociones y estas pueden desbordarle, así que a la larga la frustración se adueña de ambos miembros de la pareja y el deseo y el interés disminuyen drásticamente.
Esto en el pasado no ocurría, al hombre se le pedía que tan solo manifestara su lado masculino, siendo el proveedor oficial de la familia, el que resolvía problemas para traer el sustento a casa, por lo que su lado femenino quedaba latente y carente de uso. Por su lado la mujer se situaba todo el tiempo en su lado femenino, compartiendo vivencias, con hijos, familiares y amigos, manifestaba sin reparos todas sus emociones , se sentía escuchada por la comunidad, por lo que se mostraba relajada y confiada, no se le pedía que mostrara su lado masculino, ya que no era en absoluto necesario. Él era feliz trayendo sustento a casa y viendo a su mujer feliz y ella era feliz viendo como sus hijos crecían con la comida asegurada y compartiendo sus vivencias con el resto de la comunidad. Sus problemas podían provenir entonces cuando conversaran, pues ella manifestaba sus emociones pero él no entendía nada en absoluto, puesto que sus lados estaban extremadamente polarizados.
Hoy a la mujer se le pide que manifieste su lado masculino, pues tiene que resolver tareas dejando a un lado sus sentimientos y emociones, tanto en el trabajo como en los estudios, por lo que cuando llega a casa pide o desea un marido, no tan masculino que no entienda nada de lo que le está contando, sino un cónyuge capaz de empatizar, comprender y escuchar a su esposa, esa es la feminidad que se les está pidiendo a los hombres de hoy, puesto que como la mujer está desarrollando más su lado masculino para regularse ahora necesita el apoyo del hombre, pero no de un hombre que manifiesta su lado femenino con inseguridades pues estas aun abruman más a la mujer ya que acentúa su lado masculino al tener que resolver no solo los problemas del trabajo o clase sino también las inseguridades de su querido esposo, y al acentuar aun más su lado masculino en ellas, ellos resaltan más su lado femenino, pues se dejan llevar por las soluciones de su amada y todo acaba siendo un caos de emociones que puede promover la inhibición del deseo y la atracción.
El hombre de hoy debe saber empatizar, tener capacidad de escucha activa y desarrollar una comprensión lo suficientemente apta como para que su esposa al llegar a casa manifestando su lado masculino pueda relajarse expresando sus sentimientos y así alcanzar de nuevo su estabilidad femenina, el hombre al escuchar y comprender, relaja a la mujer y le ayuda a reconducirla a su feminidad. Por su lado la mujer debe saber cambiar el chip de su lado masculino, intentando no alejar sus emociones y ganas de compartir vivencias con los demás, puesto que un hombre desea una mujer cariñosa, amable y afectiva y no una maquina de resolver problemas. Cuando ella está en su lado femenino refuerza al hombre en su lado masculino y se establece un equilibrio y el deseo y la atracción no se ven perjudicados.
Todo esto no quiere decir que el hombre ya no puede mostrar sus inseguridades, no es lo que se pretende, ya que la esposa también ha de apoyarle emocionalmente ante los conflictos internos e inseguridades de su cónyuge, pero este debe tener en cuenta dos factores clave a la hora de expresar sus miedos: el grado y el oportunismo.
Con el grado me refiero a la intensidad y el tiempo con el que mostramos nuestras inseguridades, puesto que si los hombres muestran sus miedos en un grado comprensible, la mujer no siente que este hombre ha perdido su masculinidad pues entiende que toda persona tiene sus días malos y buenos; si no es continua la queja del hombre ante sus propias inseguridades, la masculinidad de él no corre peligro, pero si un hombre se muestra inseguro desproporcionadamente, ante hechos livianos y demasiado tiempo, la mujer probablemente perderá su interés en él. Y ser oportuno también es importante, puesto que el hombre debe mostrar sus sentimientos e inseguridades cuando la mujer esté preparada para oírlos, pues quizás ella también se sienta insegura y lo último que quiere en ese instante es un marido confuso, pues esta vez desea un marido fuerte y resolutivo.
Y la mujer tampoco ha de borrar su lado masculino, tan necesario en los tiempos que corren, donde un solo miembro de la pareja ya no puede mantener a toda la familia, se necesitan mujeres resolutivas que den apoyo y resuelvan problemas. Lo importante es que estas sean capaces de volver a su lado femenino, por el bien de ellas, de sus maridos y de la relación.
Los jóvenes de ahora y las nuevas generaciones venideras deben resolver este conflicto incipiente, reconociendo que en ambos se halla un lado femenino y masculino que hay que educar y comprender.
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