sábado, 15 de septiembre de 2012

Sin reflejo en el espejo

Me miro y no veo absolutamente a nadie, solo vacio, eterno, sin recursos, obsoleto, triste y desapaciguado. No me reconozco, porque no existe un ente al otro lado, si mi estado fuera la tristeza quizás podría reírme de ella, pero no hay nada, solo desesperación calmada, como si el mundo no fuera para mí. Estoy cansado de querer cambiar todo a mi alrededor intentando dejar intacto a mi propio yo, que es el que realmente tiene que cambiar. Pido que los demás hagan cosas por mí, me enfado con facilidad, quiero ser el centro absoluto, para llenar mi vacio con regalos, sorpresas, sonrisas y miradas absortas ante mi grandiosidad barata. Tolero que los demás miren lo que me pertenece, pero lo que me pertenece no ha de mirar nada, tan solo a mí, no quiero que me vuelvan a robar mis posesiones por dejarlas descuidadas y a la vista de ojos furtivos que saben venderse mejor que yo. Y todo a causar de quedar traumatizado por mi pasado fracasado, por perder lo que se quiere a costa de noches de lágrimas. Estoy de vuelta de lo que ella necesita, conocer el mundo y las personas que habitan en él, yo solo quiero paz y lejanía mundana, no necesitamos que los demás llenen nuestras ganas de nuevas experiencias, pues ya estamos el uno con el otro para lograrlo. Y por ello me siento triste, porque no puedes prohibir crecer a nadie, pero al crecer se aleja o así lo siento yo, porque ya no la siento tan cerca como para que su respiración me excite, y lo peor es que ella sigue en el mismo punto donde lo dejamos, el punto de todo está bien, pero yo me he levantado sin ganas de que ella tenga ganas de conocer nuevos mundos, nuevas personas, nuevas caras, no entiendo esa necesidad, me he hecho viejo.

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