jueves, 26 de mayo de 2016

Relaciones de pareja del siglo XXI: la monogamia serial o sucesiva. Pros y contras.

Las relaciones de pareja, tal y como las concebimos en la actualidad, son un hecho muy reciente. Apenas hemos comenzado a entenderlas y muchos son los tropiezos, sinsabores y contriciones en los que nos vemos abocados a vivir, pues aun no comprendemos como manejarnos con el otro, desde el nosotros.

La concepción de relación de pareja del siglo XXI, basa su premisa esencial, en dos conceptos: el sentimiento de amor hacia el otro y la libre elección. No concebimos mantener una relación interpersonal que se asiente en la coacción. Nadie nos impone con quien debemos relacionarnos, ni mucho menos anidarnos eróticamente. Hoy, sin amor y sin libre elección, no hay vínculo aceptable.


El comienzo de este cambio, en lo referente a las relaciones de pareja, surgió en la época del renacimiento (XV-XVI). Este movimiento cultural apostaba por la búsqueda y defensa de la felicidad individual. Entre esta felicidad, se encontraba, la libre elección de pareja, animándonos a encontrar, aquella que nos hiciera más feliz, desde la atracción erótica y no desde la elección impuesta por el clan familiar.

Con la llegada del capitalismo moderno, se entiende el matrimonio por amor como un derecho humano de mutua libre elección, basado pues, en el sentimiento amoroso. Así es como hoy entendemos las relaciones de pareja.

A estos cambios históricos hemos de añadirle tres hitos, que repercuten en la independencia y empoderamiento femenino: la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres,  la aparición de la píldora anticonceptiva y el asentamiento del divorcio como mecanismo para la disolución del matrimonio.

Con el auge del feminismo (finales del siglo XIX) hombres y mujeres empiezan a considerarse iguales. Seres humanos bajo las mismas condiciones y estatus. En lo que respecta a las relaciones de pareja, si estas están basadas en el amor mutuo y la libre elección, han de tener una premisa obligada: ninguno de los dos miembros debe ser superior al otro, puesto que el amor ha de basarse en la simetría. Si uno de los miembros de la pareja se cree superior, la relación como tal deja de ser simétrica, convirtiéndose en tóxica. Desde la nueva perspectiva tanto renacentista como feminista, una relación no puede basarse en la asimetría de poder adquirida unilateralmente por uno de sus miembros.

La píldora anticonceptiva (1960), ha sido el otro gran hito para el empoderamiento femenino. La década de los 60, fue un tiempo histórico para la concepción moderna de las relaciones de pareja, pues gracias a la píldora, las mujeres eligen cuándo y cómo mantener relaciones eróticas, basadas en funciones diferentes a la mera reproducción. La sexualidad se libera del reduccionismo reproductivo y se abre el camino al placer. El nuevo concepto de relación de pareja basado en la atracción, libertad y consentimiento mutuo, comienza su andadura hasta nuestros días.

El divorcio (1981 en España) propició entender las relaciones desde la disolubilidad del matrimonio. Ya no estamos obligados a permanecer unidos hasta el día de nuestra muerte, pudiendo elegir la separación y/o el divorcio respectivamente. 

Hoy nos encontramos con este tipo de relaciones. Nuevas, esperanzadoras, y más que presumiblemente necesarias, con respecto a la arcaica historia de la humanidad, pero también por ello, en ocasiones, tambaleantes y difusas, pues no son pocos los nuevos conflictos y sinsabores que se originan desde la perspectiva del amor romántico.

Aun así, hemos logrado alcanzar la libertad de elección, la posibilidad de separarnos de las personas que no nos hacen bien, de mantener relaciones eróticas basadas en algo más allá de la reproducción, de la simetría de poder en las relaciones de pareja. Una gran revolución, que debe seguir manteniéndose, por la que merece la pena luchar. Por este motivo, debemos tener en cuenta un tipo de relación que acontece en la actualidad, provisto de  pros y contras, las cuales pasaremos a desgranar: las relaciones basadas en la monogamia serial o sucesiva.


Con la suma de todos estos momentos históricos e hitos, nace un tipo de relación de pareja (entre otros, que no son objeto de este artículo) que se asienta en la mutua fidelidad, mientras dure el sentimiento de pasión y las ganas de intimidad. Mientras persista el enamoramiento. La idea central de la monogamia serial podría describirse como: “Estoy contigo mientras sienta esa chispa, cuando esta se difumine, dejo la relación y cambio de pareja”. Por lo que podemos definir monogamia serial como aquella relación que se basa en la pasión y la intimidad inicial (amor romántico para los autores anglosajones) y una vez acabada o mermada esta pasión, el miembro de la pareja decide abandonar y buscar otra nueva relación.

La fase pasional, es en la que se basan estas nuevas parejas, cuando el enamoramiento decrece, decrece con él, el interés en mantener la relación. Es la búsqueda del placer pasional sobre la gratificación a largo plazo, del sentimiento de unión y compromiso con el otro.

Como Martin Seligman (2011) en su libro “La autentica felicidad”, diferencia entre placer y gratificación, así mismo podemos hacer nosotros en lo relativo a las relaciones de pareja. Para este autor, el placer es algo fácil de adquirir, no cuesta trabajo, produce un efecto agradable inmediato y es breve en el tiempo. Por el contrario, las gratificaciones, a corta distancia no producen un efecto agradable, son más costosas, requieren tiempo, esfuerzo y necesitan de atención constante. A largo plazo, vivir tan solo del placer produce un vacío existencial, pues no avanzamos, no maduramos, no adquirimos experiencias nuevas valiosas. Sin embargo con las gratificaciones, acabamos sintiéndonos bien con nosotros mismos, adquirimos nuevas competencias, sentimos que crecemos. Hemos evolucionado. Un placer es deleitarse con una onza de chocolate, algo efímero que se saborea por los sentidos, una gratificación es aprobar unos estudios, después del esfuerzo que estos conllevan. Quedarnos viendo la televisión, es un placer, salir a hacer deporte, una gratificación.

En cuanto a las relaciones de pareja, un placer es obtener un orgasmo, o vivir los inicios apasionantes, pues estos conllevan poco sacrificio. Una gratificación, es luchar por una relación que merece la pena, a pesar de las sucesivas crisis que se irán atravesando (luchar siempre y cuando no estemos metidos en una relación toxica o asimétrica).

Las personas que se nutren de esta monogamia serial, viven el presente, del placer que les producen esos inicios fulgurantes cargados de pasión e intimidad, pero cuando esta se agota, termina con ellos el “falso compromiso” que parecían estar adquiriendo junto al otro. Viven por y para las experiencias placenteras iníciales, desilusionándose cuando la idealización comienza a declinar.  Y aunque cada uno es libre de elegir el tipo de vida que desea llevar, parece que ciertas personas, acaban acudiendo a terapia, pues este camino, les acaba conduciendo a un vacío existencial, cegados en el placer, y yermos en gratificaciones.

Por otra parte, la monogamia serial tiene algún pro matizable. Este es: la idea de permanecer con una sola pareja, sin cometer infidelidades explicitas, mientras se mantiene el vínculo. Podemos entender esta, como más ética, que las relaciones que se basan en una aparente fidelidad perenne e inmortal, pero que en realidad, andan preñadas de engaños, subterfugios e hipocresía, y más si cabe, si estas infidelidades se llevan a cabo unilateralmente, y una parte de la pareja, yace en el engaño y la falsa creencia de vivir en una relación mutuamente comprometida y fiel. La monogamia serial, al menos, promete fidelidad mientras permanezca la chispa. Es menos hipócrita.

Sin embargo, para evitar, este futuro sentimiento de vacío existencial, presumiblemente venidero, y para no ir dejando continuos cadáveres humeantes de odio y desamor a ambos lados de nuestra carrera amorosa, proponemos, el interesante concepto que Antoni Bolinches (2001), describe en su libro “Sexo sabio. Cómo mantener el interés sexual en la pareja estable”. Para este autor, la clave sería abandonar la monogamia serial y abrazar la denominada “monogamia selectiva”. Bolinches la define como el tipo de monogamia que “intenta seleccionar mejor la idoneidad de sus componentes y está dispuesta a trabajar para acoplarse (…) antes de caer en el recurso fácil de separarse (…) se plantee primero mejorar la dinámica interna de la pareja”.


Esta monogamia selectiva se consigue en primer lugar, a través del autoconocimiento y la aceptación de uno mismo. Si uno alcanza a comprender el valor de su propio conocimiento, acepta sus virtudes y reconoce sus defectos, sabe vivir en soledad, no necesita al otro para llenar su vida, sino que esta, ya permanece completa, es en ese instante cuando uno puede seleccionar con mayor idoneidad con qué tipo de pareja puede acoplarse afectiva y sexualmente de manera positiva y no toxica.

 La monogamia selectiva implica la madurez y responsabilidad de escoger a una pareja, no por la mera atracción sexual inicial, sino que va más allá de este aspecto fugaz. Uno es responsable de la pareja que escoge, de su propia capacidad de amar, de comprometerse y de esforzarse por ir solventando los problemas por los que toda relación atraviesa, sabiendo que el enamoramiento es solo una fase placentera del proceso hacia la gratificación posterior, de lograr una unión con el otro, basada en el esfuerzo mutuo, la comunicación fluida y las ganas de innovación moderada.

Hay muchas maneras de relacionarse, de vivir en pareja, de entender el amor. En este artículo, solo deseamos esbozar una dicótoma, entre dos tipos de monogamia, para aquellas personas que desean vivir en ella. Sin animo de menospreciar otras formas de convivencia.  Somos libres de ir buscando el camino que nos reporte la mayor gratificación. Lo importante es, que en el transcurso de este camino, uno no vaya dejando pedazos de sí mismo, avocándose al vacio interno. Vacio que podemos evitar, conociéndonos mejor a nosotros mismos, pues esta es la clave del amor saludable.

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