domingo, 24 de enero de 2021

La educación sexual que necesitamos. Guía para el siglo XXI

La educación sexual se ha convertido, para bien o para mal, en un tema recurrente en el momento actual, en el que nuestra sociedad está debatiendo qué elementos han de entrar en el currículo escolar y cuáles hemos de dejar fuera, qué papel juegan las familias en todo esto y qué papel el Estado. Muchas son las opiniones, informada y desinformadas que se lanzan en los distintos medios de comunicación y redes sociales, pero ¿qué entendemos por educación sexual? ¿Qué elementos se trabajan en ella? ¿Cuáles son los perfiles profesionales que deberían encargarse de impartir talleres? ¿Qué educación sexual necesitamos? Vamos a intentar desenmarañar un poco este panorama.



La educación sexual es el proceso educativo que pretende apoyar al desarrollo integral de las personas a través de la comprensión de que los seres humanos somos sexuados, tratando de conocernos a nosotros mismos, nuestro cuerpo, nuestros gustos, nuestros anhelos, como a comprender a los demás, favoreciendo actitudes erotofílicas, responsables y saludables; este proceso se ampara en la información científica y los Derechos Humanos y Sexuales. Veamos a continuación, alguno de estos elementos de forma algo más detallada.

Desarrollo integral de las personas. En la actualidad el objetivo esencial del sistema educativo es que el alumnado alcance un desarrollo integral óptimo. Esto significa que no solo se muestran contenidos científicos derivados de la mera instrucción a través de la transmisión de conocimientos, sino que se tendrán en cuenta otros factores que ayuden a conformar la personalidad de nuestros jóvenes como son los llamados elementos transversales, la educación para la salud, la educación en valores. Que en las escuelas se den todos estos temas es un signo de calidad en la enseñanza y la educación sexual es uno de estos elementos que ayudan al desarrollo integral del alumnado por ende, a la calidad de la educación.

Los seres humanos somos sexuados. Nacemos con dispositivos sexuales que nos preparan para sentir placer y tener la capacidad de reproducirnos. Desde el nacimiento, el cerebro se muestra operativo para experimentar placer. Es una necesidad básica de supervivencia que afectará al desarrollo posterior. Si desde que nacemos no somos queridos, abrazados, masajeados, cuidados, nuestro cerebro se resentirá pudiendo afectar a nuestra vida afectiva, social e intelectual, posterior. 

Actitudes erotofílica. Son actitudes que una persona muestra ante los temas relacionados con la sexualidad. En este caso, estas actitudes son abiertas en cuanto a la sexualidad, no hay miedo, ni sentimiento de culpa o rechazo hacia lo sexual, pues esta se vive con naturalidad, curiosidad y de forma no traumática.  Es uno de los objetivos fundamentales de la educación sexual, pues como asevera la OMS, la salud sexual es un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad y este bienestar se alcana de forma satisfactoria gracias a fomentar posturas o actitudes erotofílicas.

La educación sexual se ampara en los Derechos Humanos y Sexuales, son su timón ético, la guía que protege de la discriminación, la intolerancia, y que asume la diversidad como un elemento esencial e inherente al ser humano.

Y desde los estudios que emanan de la Sexología podemos nutrir de conocimientos científicos a la educación sexual. Desde los desarrollos filosóficos de Freud, las investigaciones de Kinsey, Maters y Johnson, hasta los actuales manuales de Sexología de autores como Francisco Cabello y toda la extensa bibliografía del Catedrático de Psicología de la Sexualidad, Félix López, tenemos una amplia gama de estudios que dan cobertura científica a la educación sexual, alejándola de ideologías, opiniones y creencia particulares.

Por todo ello, la educación sexual tiene un sentido en nuestro sistema escolar, pues ayuda al objetivo fundamental del desarrollo integral del alumnado, se basa en una ética fundamentada en los Derechos Humanos y Sexuales y se nutre de conocimientos científicos aportados por la Medicina y la Psicología compilados en una disciplina concreta denominada Sexología.

Lo temas que abarca la educación sexual son amplios, pero haciendo una síntesis, un taller de educación sexual no puede olvidar trabajar los siguientes temas:

1. Diferenciar entre sexo, sexualidad y erótica. Saber qué es la sexualidad, para qué sirve, mitos y tabúes al respecto, tanto de la sexualidad como de las relaciones de pareja (mitos del amor romántico).

2. Infecciones de transmisión sexual y métodos anticonceptivos. Siempre trabajados desde un modelo positivo de la sexualidad. Pues la idea no es de hacerles ver los peligros que entraña la sexualidad, sino de que sean responsables de su cuerpo y de su salud.

3. Diversidad afectivo-sexual. Entender las diferentes manifestaciones de la sexualidad, identidades y orientaciones desde el respeto a la diversidad. 

4. Igualdad, perspectiva de género y Sexología sustantiva. Entender que los seres humanos somos tanto biología como cultura y que estamos indivisiblemente conformados por ambos elementos. Entender las diferencias entre hombres y mujeres tanto desde el enfoque sexual como el de género.

5. Educación emocional. Consiste en trabajar temas como la resolución de conflictos, el manejo de la presión de grupo a la hora de iniciar relaciones eróticas, la asertividad y empatía.

6. Derechos Sexuales y ética de la sexualidad. Conocer cuáles son los Derechos Sexuales que  nos amparan y basar nuestras relaciones en una ética de los cuidados, de la dignidad, la libertad y la igualdad.

7. Pensamiento crítico. Esta es la raíz metodológica de toda educación, que el alumnado alcance un pensamiento crítico propio, basado en los conocimientos científicos otorgados y la reflexión personal y grupal. Si no fomentamos el pensamiento crítico, estaremos cercenando el desarrollo integral.

Podemos ampliar el abanico de temas a trabajar en este ámbito, pero considero fundamentales estos puntos para alcanzar una educación sexual de calidad.

En cuanto a los perfiles profesionales que han de hacerse cargo de la educación sexual, tenemos que entender que no todo el mundo está preparado para impartir una charla con las responsabilidades que conlleva que el alumnado alcance una visión erotofílica de la sexualidad. Muchos profesores y profesoras nos manifiestan que  no saben cómo abordar este tema más allá de los conocimientos que aparecen en los libros de texto sobre biología humana y reproducción. Y es una percepción acertada, pues asumir esta responsabilidad requiere de unos conocimientos concretos que no siempre están disponibles en la formación inicial y continua del profesorado. Entonces ¿quién ha de hacerse cargo de este cometido? ¿Qué perfil profesional estamos buscando? Buscamos expertos en sexología con conocimientos básicos en psicología y medicina, con cierta preparación pedagógica que ilustre su puesta en escena en el ámbito educativo. Y si fuera posible, con conocimientos básicos en filosofía, pues esta abre el abanico de las posibilidades, del pensamiento crítico y del método socrático o mayéutica. Los Máster de Sexología suelen contener una síntesis multidisciplinar que abarca temas desde la psicología, la medicina y la pedagogía. Por ello, las personas más capacitadas para realizar talleres de educación sexual son aquellas que tienen los conocimientos que puede otorgar un posgrado como el de Sexología.

Así pues, ¿qué educación sexual necesitamos? Necesitamos una educación sexual que se fundamente en las investigaciones científicas sobre el hecho sexual humano y las relaciones interpersonales, que se ampare en los Derechos Humanos y Sexuales, que fomente la igualdad, la diversidad, las actitudes erotofílicas, el pensamiento crítico y que promueva el desarrollo integral del alumnado. Para ello contamos con profesionales de la Sexología con conocimientos básicos en Medicina, Psicología, Pedagogía (y a poder ser, Filosofía).

La educción sexual es un elemento necesario para alcanzar el bienestar personal y social. Desde el ámbito educativo hemos de promover espacios para trabajar dicho cometido, teniendo siempre de aliados a las familias, pues junto a ellas podemos alcanzar el objetivo de que nuestros jóvenes se desarrollen como personas criticas, democráticas y con una salud sexual optima

Noticias falsas ¿Por qué se propagan con tanta rapidez? Cómo combatir las fake news en nuestra sociedad posmoderna

La OMS  alertaba de una creciente infodemia desde el inicio del brote del coronavirus. Este término se utiliza para referirnos a la sobreabundancia de información falsa. Se caracteriza por su rápida propagación entre las personas y las redes sociales. Relacionado directamente con la infodemia, otro concepto empieza a hacerse viejo conocido entre nosotros, se trata del término fake news. Las fake news son un tipo de engaño o bulo con contenido pseudoperiodístico. Estas noticias falsas se difunden rápidamente a través de las redes sociales, blogs y otras plataformas. La cuestión que se hace evidente es ¿para qué sirven?


Su primer objetivo es la desinformación para sacar rédito político y obtener control social. Pero otros motivos, en este caso económicos, también pueden ser relevantes en esta cuestión, pues las fake news sirven para obtener una renta económica con el uso de lo que actualmente se conoce como clickbait, entendido como cebo o anzuelo para alcanzar ingresos publicitarios si consiguen llamar nuestra atención y con ello logran que hagamos click con el ratón para visitar dicha pseudonoticia. La premisa es básica: cuanto más viral se vuelve una noticia falsa, más dinero gana la persona que la ha creado o que la está utilizando para tal fin.

Una vez que entendemos que son las fake news y cuáles son sus posibles objetivos, podríamos preguntarnos ¿cuál es el alimento de estas noticias falsas? Son varios los factores que hacen que estas pseudonoticias se propaguen con tanta facilidad, entre ellos destacaremos los sociológicos, culturales y psicológicos. Veámoslos a continuación.

Factores culturales: Para algunos autores vivimos en la era de la posmodernidad, esta se caracteriza por una relativización de la verdad, donde las meras opiniones y creencias se sitúan a la altura del conocimiento científico. Por ejemplo, circula por las redes sociales un meme en el que se ve a dos sujetos uno enfrente del otro y en medio un número que, según sea la perspectiva, puede observarse un 6 o un 9. La leyenda dice: solo porque tú tengas razón, no significa que yo esté equivocado. Nos da a entender que ante una realidad es igual de importante una opinión que otra, pues lo significativo es la perspectiva. Pero la ciencia nos dice que ante esa circunstancia, hemos de reorientarnos, informarnos, comprobar y refutar, pues puede que uno esté en lo cierto o más próximo a la certeza que el otro. Relativizar el conocimiento nos conduce a un callejón sin salida epistemológico, donde se acaba confundiendo doxa (mera creencia) con episteme (conocimiento). El resultado de este relativismo es que cualquier noticia puede ser entonces válida y acabar jugando con un “todo vale” que invalida la acción, la cultura y el conocimiento.

Por otro lado, nos invade una ola de populismo generalizado que promueve el uso de las emociones para movilizar a las personas. Desde algunas corrientes filosóficas se entiende el populismo como legítimo para hacer política. Sin embargo, tiene sus limitaciones. Cuando la emoción se impone a la razón, nubla nuestro juicio y podemos cometer actos irreflexivos. El populismo es una tendencia política, que utiliza artimañas sofistas, donde no interesa argumentar bien, sino de manera eficaz. Ser eficaz argumentando es mantenerse sujeto a las contingencias de los contextos y auditorios concretos; en otras palabras, si conoces a tu auditorio y sabes qué quieren escuchar, argumentar de manera eficaz es decirles lo que quieren oír con independencia de la calidad de los argumentos y el sustento empírico. Si, además, le añadimos contenidos emotivos, música fervorosa, cánticos inspiradores y otros elementos ornamentales y nos basamos en conseguir que el público sucumba a las emociones, alejando cualquier postura crítica, tenemos el cóctel perfecto para penetrar en las mentes ajenas con las palabras que deseaban escuchar como ciertas. En definitiva, el populismo se basa en la manipulación a través del uso de las emociones, intentándonos provocar miedo, rabia, indignación, según sea el objetivo trazado para modificar nuestros esquemas cognitivos a su favor. Las fake news suscitan en nosotros emociones que nos conducen a la acción y el movimiento (creer y compartir), aunque sea sobre un sendero hacia el abismo. Debemos dejar de lado el fanatismo y atender a la razón como nos avisaba Voltaire: “El gran procedimiento de disminuir el número de maniáticos, es someter esta enfermedad del espíritu al imperio de la razón. Esta razón es dulce, es humana, inspira indulgencia, ahoga la discordia, fortalece la virtud”.

Factores sociológicos: Como factor sociológico voy a utilizar el término acuñado por Eli Pariser y sus investigaciones sobre el denominado por él como filtro burbuja. Se denomina filtro burbuja a una búsqueda personalizada, en el que el algoritmo de una plataforma (red social como Facebook) selecciona, a través de predicciones, la información que al usuario le gustaría obtener. Se basa en un registro anterior de información sobre en qué elementos el sujeto ha clicado o buscado (historial de búsqueda). El problema de este algoritmo es que elimina o reduce a la mínima expresión todo aquello que parece no gustarnos o que rechazamos, por lo que solo se mostraran los elementos que queremos o deseamos encontrar, como si acabáramos viviendo en una burbuja, encerrados en aquello que nos hace más felices que no más sabios. Así pues, imaginemos que somos usuarios de una red social que tiene un muro con noticias. Este algoritmo seleccionará las noticias y mensajes que se han procesado como adecuados para nosotros según nuestras preferencias. El resto de noticias, memes y otras informaciones dejarán de aparecer; ¿Qué consecuencias tiene observar solo noticias o informaciones que se corresponden con nuestra forma de ver la vida? La polarización de las opiniones, la reducción de nuestro conocimiento y la pobreza informativa. Correremos el riesgo de creer que “todos” piensan como nosotros, polarizando aún más nuestras opiniones, pudiendo radicalizarlas. Las fake news se alimentan de este filtro burbuja, por lo que estaremos en una mayor predisposición a compartir noticias falsas que se acomodan a nuestro sentir.

Factores psicológicos: vemos desde los ojos del prejuicio que nos favorece. Las noticias falsas se alimentan de nuestros prejuicios, creencias desiderativas y opiniones personales. Se basa en la premisa: “creerás y aceptaras como válido aquello en lo que quieras creer”. Una fake news, puede darnos de lleno en nuestros prejuicios, alimentando nuestras creencias y haciendo que no escaneemos desde la Razón aquello que se nos muestra como verdad. El resultado, acabamos publicando en nuestros muros (o mandando memes por WhatsApp) noticias falsas, basadas en el anhelo de que aquello que nos cuentan sea verdadero (o por morbo) cuando lo cierto es que lo que acaban de conseguir es marcarnos un tanto garrafal.

Estos son algunos de los factores que pueden estar alimentando el aumento masivo de noticias falsas, ahora ¿cómo podemos combatirlo? Educación, educación y más educación a través del fomento del pensamiento crítico.

Sabemos que la educación no es la panacea que todo lo cura. Siempre acudimos a ella como la magia que brota de un chaman. Parece convertirse en la religión que todo lo puede. Entendemos que la educación no logra abarcarlo todo, por lo que en los currículos se hace necesario seleccionar aquellos contenidos sociológicos, epistemológicos, filosóficos y psicopedagógicos imprescindibles para una vida mejor y un desarrollo integral de la persona. Por ello, hemos de poner sobre la mesa el debate de si se hace necesaria una educación para el pensamiento crítico como método para prevenir la desinformación e incluso la pérdida de los valores democráticos. Desde nuestro punto de vista, decantamos este debate hacia el sí. Se hace necesaria esta educación en nuestras aulas ¿De qué aspectos puede nutrirse esta educación para el pensamiento crítico? Sin ánimos de ser exhaustivos vamos a citar los siguientes:

1. Entender que las fake news existen y que todos podemos ser víctimas de ellas. El primer paso es aprender a identificarlas y comprender que toda persona independientemente de su cociente intelectual puede ser víctima potencial de entender por válida una información que realmente no lo es.

2. Aprender a contrastar la información: cuando nos llegue cierta noticia (esta suele ser suculenta y nos hace clicar o reenviar antes de pasarla por ese escáner racional) hemos de comprobar las fuentes, buscar si son oficiales, y qué personas o entidades están detrás o respaldan la información vertida. En la actualidad, existen asociaciones que buscan y desmienten bulos, podemos utilizarlas como herramientas. Antes de compartir una noticia, no nos dejemos llevar por el primer impacto emocional que nos causa y analicemos de dónde sale. Recordemos las palabras de Diderot: “El escepticismo es el primer paso a la verdad”.

3. La mayéutica: Es un método que fomenta el pensamiento crítico a través de preguntas y del diálogo. Un interlocutor nos interpela con preguntas para ir descubriendo nuestras lagunas de conocimiento, prejuicios y creencias. Requiere de cierta pericia, y de conocimientos básicos de filosofía. Existen trabajos como los de Lipman (1998) en EEUU que han dado buenos resultados escolares allí donde se ha incorporado esta herramienta educativa.

4. Argumentación lógica y falacias argumentativas: Una falacia es un razonamiento engañoso o inválido que se usa para justificar una idea. El truco es que para cualquier persona distraída, el argumento falaz parece válido pero realmente no lo es. Detectar las falacias en un discurso puede servirnos como una alerta que nos puede hacer dudar de la veracidad o idoneidad de una argumentación. Cuando uno incurre en una falacia, ha de volver sobre sus pasos y argumentar desde otras premisas. Es un callejón sin salida del que debemos retroceder. Enseñar a argumentar de forma lógica y a ser capaces de detectar falacias es un arma contra la desinformación, fomentando el pensamiento crítico.

La educación para el pensamiento crítico puede ser una herramienta efectiva para prevenir que las fake news sigan propagándose con tanta rapidez. Es un escudo que nos sirve para proteger nuestra democracia de los intentos de desestabilizarla ante la visión utilitarista con intenciones económicas y sociopolíticas.

 

miércoles, 20 de enero de 2021

Rituales para sobrevivir a la nada. Cómo escapar momentáneamente de la muerte engañando al tiempo el cual siempre vence al final.

Aceptemos y partamos de las siguientes premisas y conceptos:

1.       Venimos de la nada y vamos hacia la nada. Se acepta la inexistencia de Dios o por lo menos la inexistencia de su acción y compromiso para con nosotros. Dios no actúa, no ve, no siente, no está humanizado. Es en todo caso, pura naturaleza (Spinoza). Cuando morimos nos deja ir, no hay fiesta de bienvenida.

2.       La nada: espacio vacío, inexistencia.

3.       Ritual: concepciones, acción o acciones realizadas para encontrar sentido a la vida, caracterizadas por la superstición (esta acción o concepción puede basarse en creencias más o menos alejadas de argumentos racionales y/o científicos, medido en grados o graduadas, es decir hay unos rituales más alejados de la superstición que otros). Hay acciones o concepciones que per se no son rituales, pero que las ritualizamos para sobrevivir, y no en todo caso, para vivir. No es ritual todo aquello que es verdad, independientemente de si estoy vivo o no, como es el caso de las matemáticas, el amor o la razón (dos más dos son cuatro independientemente de si yo vivo o muero). El amor per se no es un ritual pero sí toda la parafernalia que le incluimos para darle sentido o utilidad, por ejemplo el matrimonio.

4.       Superstición: creencia sin fundamento racional.  Realizar un acto supersticioso conlleva un sentido de orden, seguridad y paz en la persona que lo realiza. Todo acto ritual conlleva o se basa en una superstición.

5.       Sentido de la vida: objetivo que una persona se marca para afrontar la vida con un fin. Este objetivo produce placer, tranquilidad, orden, paz. Puede producir todos esos efectos al mismo tiempo o solo algunos. Uno puede ser consciente o no de estar buscando el sentido a su vida. Podemos vivir con objetivos propuestos,  sin verbalizar que ese es nuestro sentido de la vida, siéndolo aun así.

6.       Nihilimo: negación del valor de todas las cosas. Somos nada pues vamos hacia la nada. Al final todo se reduce a nada. Sartre a esta angustia nihilista le brinda un cariz positivo, pues ante la nada (y partiendo de que no hay determinismos biológicos ni culturales, pues somos condición y no naturaleza) somos responsables, y al entender esta responsabilidad sentimos angustia por el vacío que comporta pero al mismo tiempo, cuando se comprende, sentimos liberación, pues somos libres al fin, libres de dirigir nuestro rumbo, aun sabiendo que el destino final es la nada.

7.       Relativismo: no hay verdad universal, todo es cambiante. No hay nada solido a lo que aferrarse, la verdad cambia según el momento histórico, las circunstancias y ethos social del momento.

Aceptemos el siguiente gráfico:

En el transcurso del viaje de la nada hacia la nada, el ser humano necesita llenar ese vacío con experiencias que denominaremos rituales, con el objetivo de darle un sentido a su vida, que es el motor que le mueve a la acción. La persona que no le encuentra sentido a la vida, cae en un vacio y/o en una pulsión de muerte. El sentido de la vida de cada uno puede aparecer y desaparecer, entrar en crisis, modificarse, extinguirse o no hallarse nunca.

El ritual más utilizado por el ser humano para darle sentido al vacio de su existencia ha sido la Religión. Una gran superstición a modo de teatro que ha mantenido a raya las inquietudes existenciales de miles de personas.

Los rituales son experiencias basadas en la superstición que tienen una utilidad básica, mantener al ser humano distraído de su viaje hacia la nada. Y todo mortal tiene sus rituales, sus propios engaños para sobrellevar su neurosis. El amor, que en si no es un ritual, lo embadurnamos de rituales, como por ejemplo el matrimonio, tener hijos (en algunos casos), vivir una vida convencional o incluso buscar relaciones abiertas, ser promiscuo. El amor es una verdad sin ritual, está ahí, y todo lo que hacemos son añadidos para sobrevivir. El amor está ahí y nos inventamos la institución y el ritual del matrimonio para sobrevivir. El amor está ahí y nos inventamos el ritual de las relaciones abiertas para sobrevivir. Los rituales es todo aquello que hacemos mientras las verdades están ahí, para mantenerlas y para en definitiva sobrevivir como podamos. Por ello, a priori, no es más acertado o más equivocado casarse y mantenerse en monogamia que buscar relaciones abiertas, una cosa no es mejor que la otra, son dos manifestaciones para sobrevivir, mientras el amor está ahí y existe. Esta postura no es relativista, pues partimos de la verdad que conlleva el amor. El amor es verdad, el resto son las cosas que hacemos para sobrevivir.

Otros conceptos o acciones no tienen porqué nacer de una ritualización, son digamos, neutrales, pero a veces los utilizamos para llenar nuestro vacio y es en ese momento cuando los convertimos en un ritual, como por ejemplo el hecho de tener o buscar un hijo. Por si mismo, tener un hijo puede ser el fruto del amor entre dos personas, un hecho buscado y querido. Se ritualiza cuando, realmente lo que esconde esta búsqueda es la necesidad de acallar un vacío existencial, entonces la neurosis de la persona le lleva a crear una nueva vida, un neonato. Un acto supersticioso, pues cree que un hijo llenará su vacio. Una pantomima consciente o inconsciente.  Un salvarse por la campana, una necesidad supersticiosa de virar para alejarse del viaje hacia la nada, momentáneamente.

Hemos de preguntarnos pues, si estos rituales son necesarios o podemos ir desenmascarándolos, desnudándonos de ellos, haciéndonos más libres, sin menos equipaje supersticioso para viajar hacia la nada ¿Puede la razón o la búsqueda de la verdad acercarnos a la nada sin dolor y al mismo tiempo sin superstición? ¿Es la búsqueda de la verdad el ritual menos supersticioso? ¿Es mejor seguir engañándonos aun destapando la pantomima y sabiendo que detrás está el truco? ¿Seguimos queriendo ser infantes, dejándonos atrapar por la magia o es el momento de ser adultos y destapar el truco?

Los rituales nos alejan de la verdad, de la razón, pues como hemos dicho están preñados de superstición y esta, como sabemos, es una creencia sin fundamento racional. Por ello, ¿una vida más autentica de ser vivida conllevaría la necesidad de destapar todos estos velos? ¿Puede realmente lograrse o nos conformamos con el hecho de ponernos en acción y ser vigilantes? ¿Se puede ser nihilista no relativista? Saber que vamos hacia la nada pero brindar reverencias hacia la verdad y buscar la razón y asumir su existencia, y ser este el sentido de la vida más puro que un ser humano pueda alcanzar a riesgo de parecer un loco no adaptado a la sociedad en la que vive.

Vivimos entre rituales y supersticiones para olvidar que nos dirigimos hacia la nada, no queremos ser del todo relativistas y nos gusta llevar la razón, por eso creemos que nuestros rituales son los verdaderos y los que no nos siguen están equivocados. Mi verdad es absoluta y tu verdad es relativa. Mi verdad, en verdad, está preñada de rituales lo que la convierten en otra cosa distinta a la verdad, pero que me mantiene a flote, camino de la búsqueda del sentido.

Para los que nos gusta hallar verdad entre tanta superstición, quizás nuestro sentido de la vida sea intentar quitar la paja supersticiosa de los actos diarios que acometemos, que adscribimos acríticamente, en el intento final de matar todo ritual para sacar la cruda verdad de entre los prejuicios. Hallar la verdad es pues despojarse de rituales, buscarlos, analizarlos, destapar el truco y alejarnos de ellos.

Pero, sin embargo, un ser sin rituales es un ser sin cultura, un ser abocado a la soledad, al ostracismo, un no humano. Un ser que solo es razón, está destinado al fracaso en sociedad. La ritualidad nos humaniza, y no nos queda otra que aceptarlo, aunque sea a regañadientes.