La sexualidad durante siglos ha sido entendida, por parte de la humanidad, con un cariz oscuro, paranormal y mágico. Que las mujeres pudieran albergar vida dentro de ellas, fue un misterio, que provocó tanto la admiración, como el miedo a lo desconocido. El hombre, quedaba fascinado a la misma vez que aterrado por dicho suceso. A la mujer se la consideraba tanto reina de la naturaleza, como bruja. La desconfianza se cernió sobre ellas; el hombre se sintió inferior y su afán ha sido, durante siglos, el control de la mujer por su capacidad única de albergar vida.
Para contrarrestar dicho
evento, se le dio una importancia esencial y omnipotente
al semen, siendo su composición, la premisa
única de la vida. Se consideró que la mujer solo era un recipiente vacio, que
esperaba al semen del macho para engendrar a un nuevo ser. Este fluido, era la fuerza que daba sentido a
la humanidad, a la creación, dejando a la hembra en un segundo plano, como un mísero receptáculo descontextualizado.
Para muchas tribus, el semen era un producto sagrado, que
no se podía malgastar, pues, su emisión, venia
acompañada de una pérdida de fuerza vital, tal era este desgaste que
podía provocar la muerte, por un desplome de dicha energía. Las nociones
básicas que se transmitían a este respecto eran: “El semen no se malgasta y la mujer es un ser malvado que viene a
desposeernos de energía, sustrayendo el semen para su rejuvenecimiento. Ellos
mueren un poco más por cada emisión y ellas renacen continuamente, apoderándose
y absorbiendo el líquido de la vida”. El
semen, era el protagonista, capaz de dar vida y de desposeerla si se malgastaba
inadecuadamente.
Sexo, poder, control, muerte, magia
y sucesos paranormales, han estado continuamente relacionados durante siglos. Este
es el caso de los íncubos, súcubos y las
poluciones nocturnas.
Los íncubos, eran seres demoníacos macho que aparecían mientras
dormíamos, con el objetivo de mantener relaciones carnales con mujeres humanas y
engendrar vástagos, entrelazando la vida humana y la del averno (el Mago Merlín
era hijo de un íncubo y de una prostituta). Los súcubos son sus homónimos femeninos. Estas surgían para
apropiarse del semen de los hombres, haciéndoles enfermar, pues como hemos
advertido, se apropiaban de este fluido, dejando al ser humano debilitado e
inmóvil.
Las emisiones involuntarias nocturnas
de semen, mientras se está dormido se denominan: poluciones nocturnas. Son emisiones ocasionales que aparecen durante
la adolescencia y que pueden mantenerse en la vida adulta. Surgen por tener
fantasías sexuales mientras dormimos o cuando el hombre pasa cierto periodo de
tiempo sin tener eyaculaciones. La mitología antigua, sobre todo, desde la edad
media, ha relacionado las poluciones
nocturnas al hecho de mantener relaciones sexuales con estos seres demoniacos.
Comprobamos una vez más como, un hecho natural sexual se tiñe de negatividad y
maldad, al reconstruir la realidad biológica con la perversión deshumanizada de ultratumba apocalíptica.
Estos seres, no han aparecido por
excentricidades de alguna cultura maquiavélica concreta, pues resulta, que
estos son mencionados en diversas culturas, apodados, eso si, con otros nombres
(Trauco, Mohán, el Duende, Liderc…) pero con la misma misión sexual: para dar explicación, tanto de las poluciones
nocturnas, como a embarazos no deliberados, puesto que, en este caso, se
concebía por supuestas “infidelidades involuntarias sobrenaturales”.
El ser humano ha divinizado tanto
como “diabolizado” al hecho sexual
humano. Desde el principio de los tiempos, hemos tenido una relación de
amor-odio hacia esta realidad. Somos seres sexuados, el sexo es importante para
nosotros y por ello todas las culturas
durante la historia, han tratado de constreñir
y regular la sexualidad, utilizando, como una de las grandes fuerzas disuasorias,
la mano de un dios (o dioses) que imponía sus reglas subyugadoras para entender
y controlar la necesidad natural humana de sexo. Hoy albergamos una mezcolanza
de tantos tabús añejos que siguen perturbando perjudicialmente nuestras vidas
sexuales. Nos toca desposeer de magia
negra a nuestra transparente, noble y bienintencionada sexualidad humana.
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