Podemos definir distorsión cognitiva como: “Juicio o conclusión que no está de acuerdo o es inconsistente con alguna medida comúnmente aceptada de realidad objetiva, y que, por tanto, se considera erróneo ”. Es un pensamiento erróneo, puesto que no se ajusta a la realidad y que suele causar problemas a las personas que los cometen.
En relación al amor y a las parejas, estas pueden tener unos pensamientos, juicios y creencias erróneas que pueden afectar de forma negativa a la hora de mantener una relación sana, por ello debemos señalar cuáles son las creencias más extendidas para comprenderlas y prevenir su aparición. Cada creencia suele corresponder a una etapa de la vida de la pareja, ya sea al comienzo de la relación, en su etapa madura o en los últimos instantes en la vejez.
A continuación la relación de las creencias erróneas más comunes en las parejas:
Siempre tenemos que estar juntos. Es una creencia típica de las primeras etapas de la relación, al comienzo de esta se tiene la idea equivocada de que la pareja debe hacer todo juntos pues de lo contrario el amor podría desvanecerse. El error fundamental de estar siempre y hacerlo todo con el amado es el empobrecimiento de la relación en conjunto y de cada uno de sus miembros por separado, puesto que ambos solo crecen en una dirección conjunta y unidireccional, excluyendo lo que pueden aprender y crecer cada uno por separado. El aislamiento a parte del empobrecimiento mencionado también provoca que todo lo que ocurre dentro de la pareja quede magnificado (provocándoles un síndrome de “Gran hermanismo” ), polarizándose las conductas entre emociones muy positivas a muy negativas, produciendo continúas turbulencias en la relación. Y a estar todo el tiempo juntos, la pareja puede dejar de reforzar al otro con elogios y pasar al castigo, quedando pendientes únicamente de los errores que comete el amado. Para cambiar las consecuencias de esta creencia, lo ideal sería que la pareja pactara tener tiempo libre para realizar otras actividades por separado y entablar conversaciones con otras personas como amigos y familiares. La relación se enriquece cuando cada miembro realiza actividades por separado, puesto que a la vuelta, cuando vuelven a estar juntos tienen experiencias que contar y actividades que luego pueden realizar con la pareja. Por otro lado no hay nada mejor que echar de menos al amado de vez en cuando, para permanecer juntos con más ganas en el reencuentro.
Debemos estar de acuerdo en todos los temas. Es otra creencia que suele aparecer al principio de la relación. A veces buscamos personas que tengan pensamientos lo más parecido a los nuestros y en los momentos en los que se difiere o se contradice, podemos ponernos a la defensiva y pensar que si no está de acuerdo con nosotros es porque no nos quiere. Al ver a la otra persona como contraria en algunos supuestos y creencias nuestras también puede producirse una lucha de egos, marcada por arrebatar y ganarle el poder al otro en la relación, queriendo tener siempre la razón e intentado que el amado decline y se vuelva sumiso aceptando nuestros pensamientos como los únicos válidos. Es cuando se puede producir la dicotomía de roles Sumisión-Dominancia, tan perjudicial en las relaciones, puesto que ha de percibirse un equilibrio de poder por parte de cada miembro de la pareja. La mejor manera de afrontar esta creencia es que los cónyuges aprendan a dialogar a través de habilidades de comunicación, escucha activa, asertividad, empatía, el empleo de la queja sobre la crítica y hacer buen uso de los pactos y negociaciones ante pensamientos discordantes.
Los objetivos y valores de cada uno no cambian: Se puede dar al comienzo de la relación y en estadios más avanzados. Las personas vamos cambiando a lo largo de nuestro ciclo vital, conforme aprendemos cosas nuevas, nos transformamos, vamos creciendo y nuestros objetivos iniciales y valores se modifican, varían, aparecen, decrecen o desaparecen. Una época nos sentimos más dependientes de la pareja otras necesitamos más espacio teniendo la necesidad de ser más independientes, la relación va continuamente fluctuando, no es una foto fija, por más que muchas veces queramos parar el tiempo en alguna situación concreta donde nos hallamos en conexión completa con nuestro amado. El problema surge cuando existe un desajuste y no hay una reequilibración a este estado de conexión con el amado, no se producen los cambios en la pareja para ambos miembros por igual y uno queda estancado en etapas anteriores y el otro desea avanzar a nuevos estadios. Puede ser muy típico que mientras un amante siga hablando de fantasías y de la belleza del amor el otro ya haya caído en las garras de la realidad y empiece a no comprender las actitudes de su pareja aun enamorada, y quiera de esta, otras cosas y facetas, produciéndose un desajuste y un desentendimiento en las necesidades de ambos. Lo ideal sería trabajar el tema de la comunicación fluida entre los miembros de la pareja, para no acabar en casa con un “extraño” al que ya no reconocemos, poniendo siempre sobre la mesa, nuestros cambios y necesidades intentado entender los cambios y necesidades de nuestro amado para restablecer la conexión y el equilibrio entre ambos. Por otro lado a veces no aceptamos los cambios de opinión de nuestra pareja, cuando el ser humano tiene derecho siempre a rectificar, parece que cuando decimos o exponemos una idea a cerca de algo, debemos casarnos con esa opinión y no podemos rectificar y si se cambia puede verse este hecho como una falta de personalidad del amado, que no tiene las ideas claras y vaga como una veleta cambiando de dirección al azar. Pero las personas tienen derecho a rectificar siempre y no debemos atacar por ello a nuestra pareja, sino comprenderla y valorar su nueva posición a través de una comunicación fluida, los “yo creía que tu pensabas esto y resulta que ahora dices lo otro” son errores probables en las relaciones donde no existe o se ha perdido esta comunicación fluida, puesto que podemos cambiar de parecer sobre las situaciones de la vida y tenemos derecho a ello y para que nuestro amado no se lleve a engaño debemos comunicar nuestras opiniones y cambios, para no producir confusiones en el otro.
El amor se mantiene inalterable a lo largo del tiempo. Como he explicado antes, las relaciones fluctúan a lo largo de su ciclo, se producen continuos equilibrios, desequilibrios y reequilibrios. Se pasa del sentimiento a la razón, del sentir al saber, del enamoramiento al amor, de los cambios en los valores y objetivos de cada miembro de la pareja. Debemos saber que los cambios se producen y que la relación se va transformado y junto con ella, nosotros. Por lo tanto tenemos que intentar siempre el equilibrio a través de la comunicación fluida, la escucha activa, la tolerancia y el respeto mutuo.
El amor es un sentimiento. Creer que el amor es solo ese sentimiento inicial que nos arrebata la razón, es la causante de que tantas parejas se desvanezcan cuando esta sensación disminuye. El amor va más allá de las sensaciones iniciales de la atracción y del enamoramiento. Es un estado que requiere de estabilidad y compromiso para su mantenimiento. Las personas que solo viven el inicio de la relación, puesto que lo que viene después ya no les da la chispa ni la motivación necesaria, nunca conocerán, ni podrán ser responsables de una relación completa y gratificante.
Me conoce y adivina mis necesidades. Esta creencia suele afectar más a las mujeres. Es la creencia de que nuestro amado debe de darnos lo que queremos sin pedirlo, porque al pedirlo se pierde la magia y se produce una paradoja de la espontaneidad , puesto que si pedimos algo creemos que el otro lo hace por obligación y no porque lo desea. Pero la realidad es que los seres humanos no tenemos rayos laser que atraviesan las mentes de nuestros seres queridos y la única manera de saber lo que el otro desea es a través de la comunicación y la expresión de sentimientos y necesidades. Y si bien es cierto que al principio podemos hacer algo por el otro que no es espontaneo, más tarde cuando sabemos lo que le agrada a nuestra pareja podemos funcionar y realizar estas conductas por nosotros mismos, siendo tan espontaneas como deseadas por nuestro ser amado. La comunicación vuelve a ser la clave para prevenir las consecuencias de esta creencia errónea.
Si hay discusiones, no hay amor. Las discusiones en la pareja son comunes, puesto que estamos siempre equilibrando y reequilibrando nuestro estado dentro de ella. Yo distinguiría entre discusión y pelea. La primera es necesaria dentro de la pareja, puesto que se ponen de manifiesto dos posturas enfrentadas en un principio con la finalidad de llegar a un acuerdo, compromiso o solución favorable para ambos, en definitiva la discusión es constructiva y fomenta que la pareja se reequilibre, avance y crezca unida. Por otro lado la pelea tiene un componente negativo, puesto que no se llega a un acuerdo y suele aparecer como signo de poder y de lucha de egos, con la única finalidad de imponer una idea sobre nuestra pareja, es de corte destructivo y fomenta la desilusión y la frustración en ambos miembros, sobre todo si uno de los dos siempre suele ser el que siente que ha perdido (Dominancia-Sumisión). Las personas que discuten para nada están abocadas al fracaso, puesto que las discusiones llevan a buenas conclusiones al respecto de lo que se quiere, se desea y se necesita. Es más peligroso evitar discutir a toda costa ante las circunstancias que sean y sobre los problemas que vayan viniendo, puesto que al final uno puede acabar por no conocer en nada al otro, por la falta de comunicación y la inhibición de la necesidad de expresar sentimientos propios, por mucho que puedan generar una discusión. Siempre se ha de discutir temas polémicos a través de la asertividad y la empatía hacia el otro, buscando la queja justa y huyendo de las críticas perniciosas. En definitiva digamos que la discusión se nutre de quejas objetivas sobre una conducta concreta del amado y la pelea se alimenta de críticas destructivas sobre la personalidad del otro.
El amor de pareja es incondicional . La incondicionalidad tiene un precio, y es que al final damos más de lo que podemos acabar recibiendo. Debe haber un equilibrio pactado entre la pareja sobre la oferta y demanda en el cubrimiento de necesidades mutuo, sino se pueden dar casos de abuso del dominante sobre el sumiso. Estableciendo la premisa de que “si no me das lo que requiero es que me estas dejando de querer o ya no te necesito”. Cada pareja establece lo que está dispuesta a dar y recibir, hay parejas en las que se produce un desequilibrio pero al ser pactado, no se establece una relación insana puesto que ambos miembros están de acuerdo, siempre dentro de unos márgenes de humanidad y salud mental. El amor no ha de ser incondicional, todo debe estar dentro de unos límites aceptados por ambos miembros de la pareja.
Un hijo mejora la relación. Una de las soluciones que proponen ciertas parejas a la hora de mejorar la relación es la de tener un hijo, pues creen que así volverán a poseer un vinculo afectivo más estable y a la vez podrán centrase en el bebé más que en los conflictos que tienen sin resolver y estos se irán disolviendo solos con el amor que les otorgará su nuevo hijo. Pero los problemas sin resolver y el estrés adicional que aparece ante el cuidado que requiere un hijo, provoca que el problema se agrave aun más. Un hijo no es la solución a un conflicto no resuelto, sino un problema añadido.
Puedes transformar a tu pareja en alguien mejor. Se asume que los problemas que acontecen a la relación provienen de conductas insanas o inapropiadas (desde nuestro punto de vista) de nuestras parejas. Caemos en la denominada “Falacia del cambio ”, donde creemos que son los demás los que han de cambiar para conseguir nuestro propio bienestar. Pero por mucho que intentemos cambiar las conductas que nos irritan del otro, estas seguirán produciéndose si no hay un compromiso interno para promover el cambio por parte del amado, nosotros solo podemos sugerir que algo no nos gusta del otro y ver si existe la posibilidad de que nuestra pareja desee cambiarlo, pero no podemos externamente intentar cambiar al otro, puesto que lo único que nos provocará será una frustración superlativa y unas expectativas y creencias erróneas de que el otro está cambiando. Lo ideal es llegar a negociaciones y pactos que afecten por igual a los dos lados de la pareja como un “cambio por cambio”• y mantener el compromiso de cambiar la conducta que el otro no desea. También podemos acostumbrarnos a la personalidad de nuestro amado y dejar de ver como negativas ciertas conductas (siempre dentro de los limites de los derechos, deberes y libertades humanos).
Como hemos podido comprobar, muchas de estas creencias erronas se solventan con una comunicación fluida, donde predomina la asertividad, la empatía, la escucha activa, la mención de nuestros sentimientos y necesidades, la tolerancia y el respeto mutuo. Conocer y dejarnos conocer por el otro es la mejor manera de reconducir situaciones problemáticas que a la larga se pueden enquistar sino se solucionan a través de la comunicación.
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