jueves, 21 de junio de 2012

Sobre el deseo y las relaciones de pareja

El deseo es un sentimiento fundamental para el ser humano y este puede activarse en cualquier momento en nuestra mente, ya sea cuando recordamos eventos, en el trabajo, mientras estudiamos, etc.

Debemos señalar, como afirma Helen Fisher, que deseo y amor romántico son dos elementos distintos, “el deseo y el amor romántico están asociados con distintas constelaciones de regiones cerebrales”. Puede que, en un primer momento, el deseo desencadene en amor romántico (podemos tener sexo con alguien a quien no amamos y acabar sintiéndonos enamorados) o que el amor romántico incorpore al deseo en sus entrañas. Así, el deseo inicial que sentimos por alguien que nos atrae, pueda desembocar en amor, pero también puede haber tipos de amor en los que el deseo esté soslayado y por último, el amor romántico puede desencadenar el deseo, estimulando el impulso sexual.

Lo importante que debe quedar claro es que el deseo y el amor romántico no son lo mismo, puesto que el primero puede formar parte del segundo, siendo este un elemento más complejo que el mero deseo y que este último puede ser el único elemento en el acercamiento de dos personas, que solo sienten un deseo sexual que les atrae (dos personas que no se quieren pero que mantienen una relación sexual provocada por el deseo mutuo).

Y la hormona que nos domina cuando deseamos a alguien es la testosterona. Esta provoca, cuando emana vigorosamente en nuestro cuerpo, una mayor excitación sexual (tanto en hombres como en mujeres).

Los hombres alcanzan sus mayores niveles de deseo sexual y libido cumplidos los veinte años, puesto que en esa etapa sus niveles de testosterona son más elevados. En las mujeres cuando suelen subirle los niveles de testosterona es en el punto más álgido de su ovulación.


La testosterona puede fluctuar según nuestro estado de ánimo y nivel de estrés. Puesto que niveles muy altos de estrés, (por causas laborales, familiares etc.), pueden provocar el descenso de la libido y por otro lado, un estado de estrés mínimo puede causar aburrimiento y pereza, lo que también promueve que la testosterona brille por su ausencia, con la correspondiente baja motivación sexual y carencia de deseo. Los estados depresivos también suprimen el deseo sexual, quedando este incluso en estado comatoso.

La edad y la testosterona también poseen cierta relación.  Conforme avanzamos en el transcurso de la vida, nuestros niveles de testosterona suelen descender reduciendo, en algunos casos, el deseo sexual, aunque este hecho parece más acusado en los hombres, puesto que un tanto por ciento (alrededor de un 66% de la población femenina estadounidense) de las mujeres afirman no manifestar una disminución del deseo sexual. Quizás los posibles problemas de impotencia que afectan a los hombres maduros, este detrás de su menor deseo sexual, ya que pueden verse sometidos a una presión en la que su hombría queda en tela de juicio. Pero no todo hombre o mujer mayor manifiesta un deseo sexual bajo debido a las contrariedades de su testosterona, otros factores como una vida sana, alimentación y deporte, pueden beneficiar en la vida sexual, haciendo que los efectos del descenso de la testosterona, sean menos acusados o inapreciables.

Otra sustancia que afecta al deseo sexual es la dopamina. Así pues dopamina y testosterona interaccionan mutuamente para inducirnos un estado de deseo sexual activado. Las situaciones nuevas, como viajar o hacer algo novedoso en pareja, activa la secreción de dopamina, provocando un efecto dominó en el deseo, es por ello que hacer cosas nuevas juntos alimenta la sensación de deseo sexual.

Para Helen Fisher en nuestros cuerpos se produce una conexión entre la química del amor romántico (dopamina) y la química del deseo (testosterona). “Esta conexión química entre el amor romántico y el deseo tiene sentido desde el punto de vista evolutivo. (…), si el amor romántico ha evolucionado para estimular el emparejamiento con otro individuo “especial”, debería estimular también el impulso de practicar el sexo con esta persona amada”.

Pero hombres y mujeres difieren a la hora de sentirse sexualmente estimulados, puesto que les atraen diferentes cosas y en grados distintos. La testosterona se encuentra más elevada en hombres que en mujeres, aunque cuando nos enamoramos estos niveles se equilibran en ambos miembros. Aparece un efecto de armonía en la pareja. 

Para Goleman “el deseo asume dos formas diferentes, una masculina y otra femenina”. En los hombres el deseo está dominado por la vía inferior y en las mujeres se conjuga la vía superior con la inferior, es decir no se dejan llevar tanto por la amígdala y sopesan más con quién y cómo sienten deseo.

El sentido que utilizan los hombres, fuente de su deseo, es la visión, mientras que las mujeres se motivan más a través de otros sentidos, como el tacto, el olfato o el oído. Según Goleman: “El cerebro masculino parece disponer de detectores de ciertos aspectos clave del cuerpo femenino, en particular, la ratio pecho-cintura-cadera, un signo de juventud y belleza que, en sí mismo, puede provocar la estimulación sexual del varón”. Por lo tanto el hombre se siente atraído por la juventud, pues esta es síntoma de reproductividad y fertilidad.

Por su lado la mujer se siente atraída hacia ciertos olores corporales de los hombres como ya vimos en el post sobre la atracción y el complejo de histocompatibilidad: Olor corporal y atracción genética. Nos sentimos atraídos por ciertos olores corporales..

Parece ser que al hombre le atrae la visión de una mujer y a esta le atrae el olor del hombre.

En lo que se refiere a fantasías sexuales, según Goleman, las más frecuentes son:

 Revivir un encuentro sexual excitante
 Imaginar que practicamos sexo con nuestra pareja o con otra persona
 Practicar sexo oral
 Hacer el amor en algún lugar romántico
 Ser irresistible al otro
 Verse sometido sexualmente

Imaginar que practicamos sexo con otra persona, mientras lo hacemos con nuestra pareja es más común de lo que se creía (siendo al final cuatro las personas involucradas en el coito, los amantes y las personas imaginadas por estos). Por otro lado las fantasías durante la relación erótica (como imaginar que se hace el amor en otro lugar) están bastante equilibradas entre ambos miembros, produciéndose casi en los mismos porcentajes.

En las mujeres suele haber un componente afectivo a la hora de fantasear sexualmente, pues algunas mujeres incluyen y manifiestan desarrollar un mayor nivel de afecto y compromiso en estas fantasías. Una de las fantasías sexuales que encabeza la lista femenina, es la de ceder y rendirse ante el hombre que desea conquistarla. Para Fisher: “Pero así como en el caso de los hombres la conquista es el argumento principal de la mayoría de estas fantasías, en las ensoñaciones sexuales de las mujeres predomina la rendición activa”.

Se entiende pues que el hombre fantasea con conquistar y la mujer con ser conquistada y dominada.  Nada tiene que ver esto con la violación, puesto que es una rendición pactada, con cierto encanto en la dificultad (ponérselo difícil, no imposible), pero que al final la mujer queda rendida a los envites masculinos y se deja poseer. Puede que tanto los factores evolucionistas-biológicos como los sociales marquen el destino de nuestras fantasías.

En definitiva el deseo nos motiva a la acción, al encuentro con el otro, a la búsqueda de la satisfacción sexual (aunque a veces nos conformemos con fantasear e imaginar, sin llevar a cabo el deseo físicamente).

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