Las relaciones de pareja sanas
basan su comunicación en un sistema complejo de interacciones donde prima el
respeto hacia el otro y hacia uno mismo, este tipo de relación comunicativa se
denomina asertividad.
Podemos definir asertividad como la capacidad del
individuo para expresar sus sentimientos y emociones de forma adecuada sin
mostrarse agresivo ni pasivo, procurando que los demás también puedan
expresarse libremente, no violando los derechos de estos ni los suyos propios.
Para el psicólogo A. Lazarus la
asertividad es: “El reconocimiento y la
expresión adecuada de cada uno de los estados afectivos”. Por su lado uno
de los gurús de la Inteligencia Emocional, D.
Goleman nos explica que la asertividad consiste en “expresar los sentimientos directamente. Algo muy distinto a la
agresividad y la pasividad (Goleman, 2004)”. Así pues cuando nos
mostramos asertivos es cuando somos capaces de hablar de lo que sentimos sin
dañar al otro y sin causarnos daño a nosotros mismos. La asertividad es uno de
los elementos que se incluyen dentro de las habilidades sociales del ser humano
y sabemos que las personas que son emocionalmente inteligentes, usan esta forma
de comunicación habitualmente, pues forma parte de su personalidad.
Dentro de las teorías más
influyentes sobre la asertividad se habla de dos polos opuestos que se alejan
de esta, estos polos son: la pasividad y
la agresividad.
PASIVIDAD----------------------ASERTIVIDAD------------------------AGRESIVIDAD
Una persona interactúa pasivamente cuando esta no expresa directamente sus sentimientos,
pensamientos y deseos y se intentan comunicar éstos indirectamente o se ocultan
por completo. Se confía en que los demás adivinen lo que queremos o lo
que sentimos. No se violan los derechos y/o sentimientos de los demás, pero se
permite que los propios estén desatendidos. Por lo que una pareja pasiva seria
la que hace todo lo que el otro quiere, a pesar de que por dentro piensa que no
desea hacerlo y esto le causa malestar y frustración. Muchas parejas pasivas
suelen cansarse de esta posición y acaban abandonando la relación, dejando al
cónyuge atónito, pues realmente nunca supo, ya que su pareja no lo mostraba,
que estaba muy molesta haciendo cosas que no quería, llegando al punto de que
lo único que puede hacer la persona pasiva es alejarse de la relación, pues se
ha deteriorado hasta puntos insospechables (sobre todo para el amado que no se
percataba de nada de lo que ocurría). Es muy importante no caer en la Paradoja de la espontaneidad, esto es,
creer que el amado/a por el mismo hecho de serlo debe saber todo lo que desea
la otra persona sin tener que pedirlo, pues si lo pedimos ya no lo haría por
amor sino porque nosotros se lo hemos demandado y creemos erróneamente que este
gesto se vuelve falso y ya no lo deseamos. Para que una relación funcione hay
que pedir siempre lo que se desea, sin dañar al otro, manifestándonos, como
estamos comprobando, de manera asertiva.
En el otro polo se posiciona la conducta o
interacción agresiva. Se actúa de
esta forma cuando la persona expresa lo que siente, lo que quiere y lo que
piensa a costa de los derechos y los sentimientos de los demás y tiende a
humillar y a atacar cuando no puede salirse con la suya, fomentando la culpa y
el resentimiento en los otros, no promoviendo la negociación ni el diálogo. Las
relaciones acaban resintiéndose mucho cuando
un miembro de la pareja actúa de este modo, porque al final el otro, se siente
frustrado, resentido y continuamente castigado, haciendo que la relación se
ahogue. Cuando se establecen patrones claros de ganador y perdedor siendo uno
de los miembros el que gana siempre y el otro el que pierde, la relación puede quedar
vista para sentencia con bastante probabilidad, por ello esta forma de
comunicarse tampoco parece la más efectiva para mantener sana una relación.
Ahora bien, a título personal,
esta teoría clásica de los polos opuestos me parece algo reduccionista, porque
creo que hay otro grupo de personas que no siendo ni agresivas ni pasivas
tampoco interactúan de la forma adecuada, pues acaban consiguiendo lo que
quieren a costa de hacer sentir culpable al otro, sin tener que mostrarse
agresivos, es el grupo que yo he denominado como Manipuladores/chantajistas emocionales.
Los denominados manipuladores/chantajistas emocionales,
no utilizan la agresividad de forma explícita pero tampoco se quedan enmudecidos,
ya que intentan aprovecharse del otro y salirse con la suya a costa de
chantajes emocionales y manipulación, provocando que uno acabe haciendo las
cosas que ellos quieren, en el nombre del amor o de la amistad, por ejemplo.
Utilizan frases del tipo: “si me
quisieras harías esto por mí, parece que no estás enamorado/a de mí” o creen que te están dando un consejo por tu
bien, pero en realidad quieren sacar algún tipo de provecho: “deberías hacer esto, sería mejor para tu
salud y para la mía” Son mucho más sutiles que los agresivos, pero sin
embargo están violando los derechos del otro con el uso de chantajes que
afectan y distorsionan las emociones del amado extorsionado. Las parejas que
promueven estos comportamientos acaban provocando que las relaciones se vicien
y se conviertan en relaciones dependientes, puesto que el chantajeado acaba a veces
optando por hacer lo que el otro quiere adquiriendo un rol de dependencia sobre
el manipulador. Estas relaciones pueden ser tan toxicas o más que las
anteriores dos, teniendo en común que estas tres formas de interactuar fomentan
que la relación y la salud de los participantes se resientan profundamente.
Desde mi punto de vista la relación entre asertividad, pasividad, agresividad y manipulación quedaría de la siguiente manera:
AGRESIVIDAD Explicito
PASIVIDAD----------------------ASERTIVIDAD ------- Intensidad
MANIPULACIÓN Implícito
Por un lado
opuesto quedaría la pasividad como
forma de comunicarse donde uno no protege sus derechos, en medio se situaría la
asertividad, como mecanismo
adecuado, donde si se protegen los derechos propios y se respetan los de los
demás y en el otro polo o extremo se ubicarían según la intensidad (fuerza o energía) con la que reivindicamos nuestros derechos
a costa de los derechos de los demás y mostrando lo que queremos del otro de
forma explícita, la agresividad, aposentada
en la parte superior, pues intentamos pisotear los derechos de los demás enérgica
y explícitamente y en la parte inferior tenemos a la manipulación, ya que la intensidad/energía con la que no respetamos
a los demás es menor y menos explícita, pero tan dañina o más que la anterior.
En definitiva debemos tener mucho
cuidado a la hora de comunicarnos con nuestra pareja sino queremos ver como
nuestra relación, que pretendemos que sea sana y equilibrada, se transforme en
un monstruo que arrasa con la salud psicológica y física de los asistentes
enamorados.
Estoy completamente de acuerdo, sobre todo en lo de las personas manipuladoras (chantajistas), que muchas veces lo son sin saberlo, ellos realmente creen que si la otra persona los quisiera haría todo lo que le pide.
ResponderEliminarMe gustaría (si quieres, claro) que entraras más en el tema de la asertividad, porque no siempre estamos acostumbrados a ser asertivos (de hecho, probablemente estemos acostumbrados más a ser de cualquiera de las otras formas), y a veces no sé muy bien si estoy siendo asertiva, agresiva o manipuladora (la etapa pasiva ya la pasé y ¡nunca más!).