Conforme pasan los años y vivimos
experiencias nuevas, vamos incorporando en nosotros dichas vivencias de forma
positiva pero también negativa, a esta última forma la podemos denominar: carga emocional.
Por cargas emocionales entendemos, todas las emociones intensas
negativas que vamos absorbiendo de manera tanto consciente como inconsciente,
que no se superan, ya que quedan ancladas en nosotros, afectando de forma
perjudicial a las futuras relaciones que mantenemos.
En la serie popular llamada: “Cómo
conocí a vuestra madre”, en uno de sus episodios más conocidos,
mencionan este concepto, desde una perspectiva tan sincera como divertida,
enfocando las cargas emocionales como maletas invisibles que cada persona lleva
consigo, descubriéndose cuando mantenemos una conversación, pues estas son
expulsadas al exterior de una forma u otra, como por ejemplo, la carga del
protagonista es que le dejaran plantado en el altar y está carga provoca que le
cueste confiar en las futuras parejas que va encontrando.
Las cargas emocionales funcionan
a modo de profecía autocumplida,
pues son emociones provocadas por situaciones que no queremos volver a repetir
ni sentir y al intentar evitarlo, podemos acabar provocándolas, pues al pensar
en ellas las proyectamos en los demás.
Estas pueden ser muy diversas, comenzando
a tenerlas desde la infancia, ya que la relación familiar marcará de forma
importante nuestras primeras cargas emocionales que arrastraremos durante toda
la vida. La relación con nuestros padres, el fallecimiento de ellos cuando éramos
pequeños, las malas interacciones, etc., forman un abanico amplio de posibilidades
de almacenar dichas cargas. Y de adultos quizás vayamos buscando todo lo
contrario que tuvimos de pequeños, en cuanto a afectos y cuidados o deseamos
exactamente lo mismo, según cada caso. Si un padre o madre nos marcó de una
forma u otra posiblemente vayamos rechazando, si esta marca es negativa, a las
futuras parejas que nos recuerden dichos aspectos nocivos que no queremos
volver a vivir o incluso al intentar rechazarlas, hay una especie de atracción
invertida por la que cuanto más intentamos huir de dichas experiencias mas
cercanos acabamos de ellas.
Y cuando buscamos pareja, al
interactuar, tanto nuestras cargas como las del otro antes o después se
ponen en juego. Estas suelen quedar ocultas en el proceso de enamoramiento
conocido como idealización. Dicho término
se define como el proceso por el que no vemos al otro como es sino transformado
a como queremos verle nosotros, es un ideal, el otro se ve perfecto, genial,
único, pero solo es una visión trastocada de la realidad, creada por nosotros
mismos. Durante este proceso las cargas pueden ya haber sido expuestas, pero la
idealización no nos deja avistarlas, y las relegamos como factores externos, es
decir lo malo o extraño que hay en el otro, no se debe a su personalidad sino a
una circunstancia externa que nada tiene que ver con él, cuando en realidad
esta carga ha empezado a ser una parte importante de la personalidad del amado.
Nuestras cargas afectan
directamente a la calidad de la relación y cuanto más inconscientes son estás
más difícil es verlas en nosotros mismos y más complejas se tornan. Toda
experiencia negativa de corte traumático es una carga emocional, si nuestra
anterior pareja nos dejó por otro, si nos dejaron plantados en el altar, si
nuestras experiencias familiares fueron difíciles, todos estos traumas, aparecerán
antes o después, como fantasmas, en nuestras relaciones amorosas.
El primer paso es reconocer que
las poseemos, debemos pensar en nosotros mismos, meditar qué nos da miedo y
porque, qué experiencias pasadas no queremos volver a repetir, de qué tipo de
personas o de relaciones huimos, pues la reflexión promueve el autoconocimiento y al autoconocernos
podemos hacer frente a estas cargas, llegando a redimirnos, perdonar y
perdonarnos a nosotros mismos, aceptándolas y superándolas, sin pasar por la
represión, pues al conocerlas, podemos sacarlas fuera y controlarlas, no
quedando reprimidas en nuestro inconsciente.
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