La sexualidad femenina ha sido
tabú durante muchos siglos, siendo el movimiento feminista el revulsivo
necesario para que se comenzara hablar de esta. Y una de las cuestiones que
quedaba pendiente ha sido la posibilidad de que la mujer, al tener un orgasmo,
expulsara un fluido parecido al líquido segregado por la próstata en hombres,
lo que los expertos han denominado, eyaculación
femenina.
En la actualidad en ciertos círculos
científicos aún se debate sobre la existencia o no de esta, pero para expertos
como Sharon Moalem: “la existencia de la eyaculación femenina es
ampliamente aceptada por la comunidad científica”[1],
por lo que la cuestión parece que se va resolviendo, la eyaculación femenina es
un hecho más que un mito.

¿Y para qué le sirve este líquido
a la mujer? Por lo visto, su función básica es prevenir infecciones en el
tracto urinario, producidas en gran medida por las propias relaciones sexuales.
Las mujeres tienen una tendencia mayor a padecer infecciones urinarias, por lo que
la eyaculación femenina, debido a los compuestos químicos que posee, podría defenderlas
de posibles infecciones.
En la actualidad no hay un consenso
científico unánime sobre la existencia del punto G, entre otras cuestiones,
porque los estudios realizados no han observado una constante en todas las
mujeres con las que se han llevado a cabo los experimentos, es decir que no todas
las mujeres manifestaban tener este punto. Pero por otro lado, tiene sentido
que, si las mujeres poseen glándulas prostáticas, la estimulación de estas
glándulas a parte de producirles la segregación del mencionado líquido, también
pueda proporcionarles un intenso placer. En definitiva, la eyaculación femenina
en muchas mujeres es un hecho real, y en ciertos casos, el placer al ser
estimuladas en un punto concreto de la vagina, puede proporcionarles cierto
goce adicional en sus relaciones eróticas.