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Imagen de Engin Akyurt en Pixabay |
Pronto se te olvida y caes en la
desesperación. Un beso es un segundo que no eres capaz de retener. No es solo
un beso, es la química brotando suave pero intensa, mordida pero acariciada.
Pronto se te olvida que un sillón
lo puede todo, que estar desnudos y apretados sin movernos nos eleva, nos hace
viajar y olvidamos que tenemos cuerpo, somos solo pureza. Pronto se te olvidan
las palabras de Asaf, los ritmos de tu cuerpo, tus jadeos. Pronto se te olvida
que esto no es fácil de conseguir, que tú no regalas tu cuerpo, que yo no me
vendo.
Pronto se te olvida que por las
mañanas canturreas porque por fin el monstruo se ha ido, que eres capaz de reír
como si acabaras de encontrarte. Pronto se te olvidan las velas y las
mariposas. La filosofía se te queda pequeña. No recuerdas que una mirada es
capaz de provocarte un orgasmo.
Pronto se te olvida, que esto no
solo va de sexo, que va de universos, de escaladas, de que tu niña interior no
boicotee lo que te hace bien. Que confundes los “me gustas”, con los “te quiero”
y los “te amo”, que tu no usas palabras, solo te vale lo sentido. Que me
confundes cuando te ríes triste o cuando lloras y asoma una sonrisa. Que me
acelero y me pides un minuto para reflexionar, que quieres huir pero me abrazas
más fuerte y necesitas dormir tocando alguna parte de mi cuerpo.
Se te olvida, que te quedas
mirando el móvil por si te hablo pero no quieres depender de nadie. Que se te
da mal bailar con la ansiedad que produce enamorase de alguien. Pronto se te
olvida quererme y que necesitas recordar mi nombre en un post-it a pesar de que
explotas por dentro por necesidad de fusionarnos.
Pronto se te olvida que tanta
montaña rusa puede acabar en divorcio, que solo necesitas calma pero en la
calma te aburres. Que siempre llevas fuego por si se apaga el incendio, que
quieres sofocarlo con agua pero lo único que viertes es gasolina.
Pronto se te olvida que ya no le
quieres pero te pierde tu necesidad de rutina. Lo nuevo te abruma pero te
atrae, lo viejo te espanta pero te relaja. Confundes amistad envuelta en piedad
y rechazas los viajes intensos que te da la dopamina cuando me miras. Le besas
a él pero soy yo al que encuentras.
Yo sigo con una sonrisa que se
quiebra a veces y que me da miedo perder. Que me hace escribir esto. Tú sigues
con tus olvidos de todo lo bello que hablamos y que se lo lleva una nueva
emoción que sientes y no puedes controlar. Por la mañana me piensas, por las
tardes me sientes y por las noches quieres olvidarme, en un viaje de Sísifo que
nos desgasta pero que engancha.
Cuando estamos juntos somos lo
bonito. Intuyes que seriamos buenos amantes, juguetones, habladores, sentidos, orgásmicos,
disfrutones, viajeros, probadores de comidas, aventureros, lectores, filósofos,
abrazables, besucones, eróticos, comunicadores, respetuosos, cuidadores,
amantes de la naturaleza, paseantes, especiales. Quieres olvidar todo esto,
pero aun hoy, una parte de ti lo recuerda y es lo que te mantiene con miedo
pero con algo de fe. Pronto se te olvidan muchas cosas pero ya no podrás
olvidar que nos conocimos.