Culturas como la occidental han
basado su sexualidad en un pensamiento puramente falocéntrico, es decir dando
prioridad y sumo poder a la imagen del pene, por lo que podemos definir falocéntrismo en sexualidad a la preponderancia
del pene como órgano central en la relación erótica. Y del falocéntrismo quizás,
se ha ido derivando a una visión de la sexualidad centrada en las relaciones con penetración y la visión
del orgasmo como única meta o como finalidad última y obligatoriamente
necesaria.
Con el falo como bandera de la
sexualidad y con la penetración como vía de expresión, se ha dejado de lado
fuentes de placer tan importantes o más que esta, puesto que la sexualidad
envuelve todo nuestro ser y todo nuestro cuerpo, desde el roce sutil al apretón
agresivo, desde el tenue beso al mordisco pasional, por lo que en la actualidad
debemos considerar la penetración como una manifestación más de nuestras
relaciones eróticas, no la sublime y central.
Y el falo ha soterrado y
oscurecido el estudio de un órgano supremo del placer que solo lo poseen las
mujeres: el clítoris. Este pequeño
órgano, ostenta la única función de proporcionar placer a la mujer y esta circunstancia
parece haber molestado en antaño a miles de científicos, religiosos y
estudiosos de los siglos pasados, pues no podían unir la idea del poder del
falo y la penetración con el hecho de que el orgasmo femenino se alcanzaba
fuera de esta a través del clítoris, ya que dicha concepción tiraba por tierra
la soberanía de la penetración como mecanismo de placer y por ende del poder en
sí mismo del hombre en la relación erótica, pues sin pene no había placer ni
para el hombre ni para la mujer.
Pero resulta que el orgasmo vaginal es una falacia y que
las mujeres no necesitan ser penetradas para obtener placer, ni para llegar al
orgasmo, como ahora sabemos, son los primeros
cuatro centímetros de la vagina los que poseen la sensibilidad necesaria
para otorgar placer a esta, ya que en los 8 cm restantes, no hay suficientes
terminaciones nerviosas como para que la mujer tenga sensaciones placenteras, así
pues un pene descomunal, como el que desearían tener miles de varones, no es
necesario absolutamente para nada, salvo para lubricar la imaginación de
mujeres que se exciten con tal tamaño, pero en lo que a la fisiología respecta,
el tamaño del pene, incluso su presencia no es necesaria para el orgasmo
femenino.
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