Todos
desde que nacemos tenemos la imperiosa necesidad de unirnos a otro ser humano por el
simple hecho de que nuestra supervivencia depende de ello. Partimos de un sistema de apego, una necesidad de que
nos cuiden, nos arropen y protejan, un sistema básico para nuestra
supervivencia.
Y
puesto que nacemos con este sistema de fusión hacia el otro debemos convivir
con la consciente necesidad de que los
demás son importantes para nosotros. Tenemos
apego hacia alguien cuando:
·
Buscamos su proximidad: tenemos la necesidad de estar
con esta persona, se convierte en una de nuestras prioridades.
·
Protestamos por su separación: cuando la persona elegida se
aleja, lo pasamos mal y la echamos de menos, intentamos que se quede a nuestro
lado. Es uno de los elementos clave de la fusión-separación: nos unimos al otro
pero también deseamos alejarnos un tiempo para echarle de menos y querer volver
a su lado.
·
Es una base para nuestra
seguridad: cuando
caemos en la inseguridad, estamos tristes y nos sentimos desamparados, pensamos
en esta persona y queremos su proximidad física o emocional, para volver a equilibrarnos.
·
Es nuestro puerto de refugio: como en el caso anterior, cuando
algo nos aflige, nos acontece un suceso negativo o peculiar, deseamos contárselo
a alguien y en la primera persona que solemos pensar suele ser la que hemos
elegido como apego.
Estas
son las características del sistema de apego que todos hemos ido cultivando
desde que nacemos y las mantenemos, modificamos y utilizamos cada vez que
necesitamos una persona a la que consideramos adecuada para estos fines.
Pero
por otro lado, el ser humano y más concretamente el ser humano moderno, lucha
por su independencia y su individualidad, incluso a muchas personas puede que
esta necesidad de apego empiece a molestarles, pues no saben cómo mediar entre
esta y sus ganas de ser independiente.
Todos
necesitamos momentos de soledad, en los que encontrarnos a nosotros mismos,
automimarnos y autocomplacernos, pero también necesitamos momentos de apego, de
lamer nuestras heridas acompañados de alguien que nos escuche, es una lucha
interna constante entre el apego y la necesidad de independencia.
Para
algunos las batallas las suele ganar el sistema de apego y viven con la
necesidad constante del otro, para otros gana la independencia, el huir de la
necesidad que tienen los demás de
apegarse, unas veces queremos ser amados otras queremos estar en nuestro mundo
alejados.
Muchas
personas viven esta dualidad como un verdadero problema de inconsistencia o
incongruencia interna, pues desean amar pero cundo aman, desean huir y cundo
huyen se arrepienten y vuelven. En estos casos la ansiedad se apodera de ellos,
pues no pueden tranquilizar a sus corazones (el sistema nervioso simpático acelera
el corazón debido a la ansiedad) y viven un desasosiego continuo, con su lucha
permanente entre la independencia y la necesidad de apego.
Lo
ideal podría ser acostumbrarse a ambos sucesos, saber que necesitamos apego y a
la vez queremos ser independientes y para ello nace la palabra: interdependencia. Podemos definir esta
como una dinámica que se establece entre dos personas que actúa desde el “nosotros”,
donde se comparte una responsabilidad siempre respetando las decisiones del
otro, dándoles validez y ayudando al crecimiento personal de ambos. Como afirma
Laura Bellarosa[2]:
“La dependencia se centra la atención en TU: Tú me cuidas, tú haces o no haces
lo que yo necesito, tú eres responsable o culpable por los resultados. La
independencia se centra la atención en YO: Yo soy responsable, Yo soy
autosuficiente, yo puedo elegir. La interdependencia se centra en nosotros (…).
El concepto de interdependencia es mucho más maduro. Pero solo se alcanza desde
la libertad de la independencia y es una decisión consciente y responsable”.
Parece
que una de las formas más eficaces de combatir esta dicotomía entre
independencia y apego, puede que sea aprender a colaborar con los demás
(pareja, amigos, familia) desde este concepto. Uno podrá defender sus derechos
de independencia y a la vez afianzar su apego con un ser humano que respeta las
individualidades y ayuda al otro a desarrollarse como persona.
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