Entre los expertos en sexualidad,
debatimos como ha de denominarse al
hecho de impartir charlas, talleres, jornadas, simposios, cursos y programas
sobre sexualidad, ya sea para la Educación Infantil, Educación Primaria, para
la Secundaría, como en la educación postobligatoria, incluso desde la educación
informal (una charla amena en un bar) como en la no formal (charlas en un
centro cultural, por ejemplo).
El debate se instala en la
definición de dicho cometido, para la gran mayoría este ha de denominarse Educación Sexual, otros desean hacer
hincapié en la importancia de lo afectivo a la hora de programar los objetivos
de una charla o curso, por lo que la designan como Educación Afectivo-Sexual, y no contentos con estas dos maneras de
nombrarlo, una nueva corriente ha emergido para denominar a este hecho como Educación de las Sexualidades.
Veamos a continuación las
escuetas diferencias entre ellas:
·
Educación
Afectivo-Sexual: los expertos que defienden esta terminología, abogan por
ensalzar la parte afectiva de la sexualidad, para dejar claro que esta es mucho
más que reproducción, biología y contenidos médicos, pues muchas veces reducimos la educación sexual a problemas médicos y hechos biológicos,
como son las Infecciones de Transmisión Sexual, la respuesta sexual humana, las
posibilidades de embarazo, métodos anticonceptivos, etc. Dejando de lado la
implicación emocional que conlleva la sexualidad y reduciendo las charlas a
pura información sexual biológica. Los expertos desde esta perspectiva defienden
que de momento es necesario remarcar el término afectivo, hasta que la
comunidad educativa y la sociedad en general, una el vocablo sexualidad a
afectividad, y poder denominarla entonces como Educación sexual. Por otro lado,
manifiestan que como estrategia de márquetin, a veces, en determinados centros
educativos, parece que se acoge con menos ansiedad un programa que contenga la
palabra afectivo, ya que rebaja el tabú social que mantenemos hacia la sexualidad.
·
Educación
sexual: Para los expertos que defienden este concepto, juntar afectivo con
sexual les es redundante, pues la sexualidad abarca lo afectivo, por lo que se
aboga por una economía del lenguaje. Por otro lado, separar afectivo de sexual puede causar la impresión de que ambos
términos van por separado, por un lado estarían las manifestaciones
emocionales y afectivas y por otro lo sexual médico y biológico. Para este
sector, denominarla como afectivo-sexual, hace un flaco favor al objetivo de ver la sexualidad como un hecho integrador
y global. También critican el márquetin de la Educación Afectivo-Sexual,
pues tampoco ayuda a desbancar tabús sobre el término sexualidad, que tengamos
que poner la palabra afectivo para que un programa se vea con mejores ojos, es
una manifestación más de la hipocresía y desconocimiento que vivimos ante el
hecho sexual humano.
·
Educación
de las sexualidades: una nueva concepción de la educación sexual se abre
paso, defendiendo que no solo hay un tipo de sexualidad, sino que cada uno la
vive a su manera, siendo una parte idiosincrática
de la persona. “Customizamos” nuestro
erotismo y la forma de vivirlo. Como
seres únicos y singulares, tenemos una sexualidad única y singular. Para estos
expertos, el énfasis se pone en la
diversidad: heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, etc. La palabra
sexualidades incluye muchas
posibilidades y lo importante es conocerse, aceptarse y expresar de forma sana
la erótica singular que todos llevamos dentro.
Esta discusión terminológico-científica pone de manifiesto la importancia del término
sexual, pero ¿qué pasa con la educación?
Muchos sexólogos o expertos en el tema sexual, llaman educación a lo que
llevan a cabo, pero realmente lo único que dan es información sobre sexualidad y recordemos que la información es la
hermana inferior de la educación, es el nivel más bajo. Entendemos por información sexual al hecho de
transmitir unos contenidos sobre sexualidad que no promueven el cambio de actitudes
por muy rigurosa y de candente actualidad que sea esta información. Un panfleto
que anuncia las ventajas del uso del preservativo, es un tipo de información
sexual pero que no mueve, al sujeto que lo lee, a un posible cambio de
actitudes hacia el uso de este. La educación
sexual por su lado, aparte de procurar información rigurosa, promueve el
cambio de actitudes y la eliminación de tabús, esto se consigue haciendo una buena planificación de objetivos y
contenidos, realizando una encuesta de necesidades y de preocupaciones de la población
a la que va dirigida esta educación, basándonos en sus conocimientos previos,
sus intereses y evaluando las necesidades del contexto.
Todo profesional que acude a un centro a impartir educación
sexual, ha de conocer y manejar cierta terminología educativa como:
constructivismo, aprendizaje significativo, Plan de Acción Tutorial, Proyecto
Educativo de Centro, Currículo, sondeo de necesidades y un sinfín de términos
que ha de controlar en cuanto a teoría para saberlo aplicar en la práctica.
Porque al final nos encontramos con expertos
externos a la educación (campañas publicitarias de compresas o preservativos,
profesionales ajenos a la educación como enfermeros, médicos, sexólogos sin
formación en educación, etc.) que lo que acaban llevando a cabo en los centros
es un listado de conocimientos varios, con buenas intenciones en la mayoría de
casos, pero que no calan en el alumnado, pues obvian la importancia de tener conocimientos sobre metodología y
educación. Denominan educación a lo que es una mera transmisión de conocimientos,
provocando en la sociedad una vaga y perjudicial visión de lo que realmente es
la educación sexual y de su importancia en los centros escolares, así como en
la educación informal y no formal.
Contratemos profesionales que tengan conocimientos sobre
sexualidad pero no obviemos la importancia de la educación, estos expertos
han de tener una formación rigurosa sobre este aspecto, si lo que desean llevar
a cabo es una educación sexual de calidad, que promueva el cambio de actitudes
y no una mera información sexual, rigurosa pero sin poder de cambio.
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