viernes, 9 de octubre de 2015

La lucha interna del sexólogo: entre lo científico, lo divertido y lo chabacano.

A todos nos interesan los temas que tratan de sexo, pero puede que no de la misma manera. Nuestros muros de facebook, la televisión, las revistas, los periódicos, los programas de radio, todos los medios de comunicación suelen dejar un buen espacio para la temática sexual, ya sea contratando profesionales sexólogos, humoristas o tertulianos, a través de charlas animosas, que en la mayoría del tiempo, están basadas en posturas y creencias pseudocientíficas. La sexualidad, el sexo, está en boca de todos, todos opinamos, pero por desgracia no todos sabemos, pues en la mayoría de los casos la lógica es enemiga de la ciencia.

Félix López. 
El sexólogo o, mejor dicho, el especialista en sexología, pues aun no existe un cuerpo específico como para poder denominarnos como tales, es un ser que trata la sexualidad de una manera amplia y holística. Se rige por patrones basados en el método científico, aprende lo que otros investigaron desde antaño (Masters y Johnson, Kinsey, Kaplan) hasta nuestros días (Félix López, Francisco Cabello…) e interioriza una manera de entender la sexualidad desde un modelo integrador y ecléctico. Pero hoy, este sujeto, hijo de la ciencia, abre un debate consigo mismo, remueve sus fueros internos, tratando de delimitar donde están los límites entre lo científico, lo divertido y lo chabacano.

Parece que en el transcurso de los años, los sexólogos aprendemos que es lo que vende, y esto puede quedar algo apartado del modelo integrador-científico, acercándose a posturas más radicales de corte revolucionario, lo que entendemos en nuestra jerga como sexología revolucionaria. El objetivo de esta es, que todos los seres humanos se conviertan en máquinas del sexo, en tener mejores orgasmos, en cómo hacer mejores felaciones/cunnilingus. La idea central podría describirse usando pocas palabras, como: “el que no se masturba es tonto”. Ahí fuera, todo se llena de cursos, talleres, charlas, artículos de revistas, blogs,  impregnados de esta postura revolucionaria, que antes o después llegará a  saturar al lector, al realizador de cursos y al público en general.

La barrera entre lo científico y la chabacanería se difumina. Podemos hacer talleres utilizando el sentido del humor, pobre de aquel educador, profesor, docente que no use el sentido del humor en sus clases y más pobres, los alumnos, público, discentes, que entre bostezos, mostraran el interrogante de cómo un tema tan interesante, este profesor/educador, lo puede convertir en un suplicio inaguantable. La ciencia ha de convertirse en el mejor amigo del sentido del humor, juntas pueden llegar más lejos, a más oídos, a más ojos y en definitiva a más cerebros. Son un complemento, tan necesario, como para el invierno un abrigo acogedor. Pero la barrera empieza a difuminarse cuando para atraer al público, utilizamos ganchos que rompen la estética científica, cuando rebajamos o reducimos una ciencia, tan maravillosa como es el estudio de la sexualidad, a la pura anécdota, cuando lo que prima es atraer al público antes que dar un mensaje útil, riguroso y positivo.

Es presumiblemente cierto, que cuando hacemos unas jornadas crudamente formales, con temáticas sexuales ensambladas en palabrería científica, ahuyentamos al público en general. Lo ideal es poder atraer tanto a expertos refinados como a personas de la calle que desean aprender algo riguroso pero agradable, sobre sexualidad. Este equilibrio, puede parecer sencillo de alcanzar, pero se torna una tarea ardua.

Nos debatimos continuamente entre, elegir un título con gancho, aunque luego la temática real no vaya de eso, es decir, vamos a engañar un poco al público, haciendo honor a Maquiavelo, les engañamos un poco, pero es por su bien, así vendrán y aprenderán verdades como puños. O poner un título, sin salsa pero real y científico, el cual, solo leerlo puede causar astenia primaveral.

Lo importante, sería intentar solidificar la labor y el rol del sexólogo, no nos convirtamos en chistes andantes. Nadie puede tomar una profesión en serio, si los profesionales son motivo de mofa. Crear talleres, charlas, jornadas titiriteras promueve que el colectivo posea una imagen mental de nosotros, burlona y chabacana. No enraicemos esta creencia, no provoquemos más profecías autocumplidas. Tomémonos en serio nuestra maravillosa labor, con humor, pero desde el rigor y la búsqueda de la verdad como bandera primigenia. 

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DELIRIOS Y LOCURA

DELIRIOS Y LOCURA

Delirios y otros problemas

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No vengo a vender nada de valor ni a regalar una sonrisa verdadera, vengo para quedarme sentado mientras tu disfrutas de la ignorancia de los demás.
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