El ser humano es capaz de
enamorarse de múltiples maneras. De
la explotada maniobra fílmica, denominada “flechazo”,
hasta la tranquila y lánguida amistad que se transforma en un deseo de conocer
al otro, desde otra vertiente más erótica. Incluso, podemos sentir algo en el
mismo instante que vemos en los ojos del otro, un atisbo de atracción hacia
nosotros. Es lo que podemos denominar como filiolatría
o adoración de la atracción.
Podemos definir filiolatría como la adoración que
sentimos al percibir en el otro, una atracción física hacia nosotros. Es en ese
instante, cuando nos damos cuenta, que el otro puede ser una fuente de
atracción erótica. Este fenómeno puede explicarse desde tres vertientes: desde
la isopraxis, desde la comunicación no verbal visual y desde
el poder de la expresión emocional.
Entendemos por isopraxis la imitación corporal que hacemos del otro.
Esta aparece de manera espontánea (quinésica) y no mímica, es decir es
involuntaria y se produce cuando el otro nos agrada. El ser humano suele imitar
los movimientos de las personas que nos atraen o interesan. La isopraxis provoca que veamos a la
persona, que nos está imitando involuntariamente, como no agresivo, de nuestro
bando, próximo, por lo que puede inducir a que sin saber porqué, esta nos caiga
bien o nos atraiga. Por esta razón puede
producirse un doble juego de atracción. El otro nos mira con deseo erótico y al
percibirlo, entonces y solo entonces, empezamos, por isopraxis, a sentirnos
atraídos por él. Quizás, antes nos pasó desapercibida o incluso la habíamos
avistado, pero no nos resultó atrayente, hasta que no nos fijamos en cómo nos
miraba.
Desde otro ángulo, este tipo de
atracción puede aparecer después de una breve comunicación no verbal de tipo visual. Diversos estudios han
constatado que cuando algo o alguien nos atrae, nuestras pupilas se dilatan con el afán de captar, de una manera
más nítida, aquello que acontece, en este caso, la cara de la persona que nos
gusta. En el instante en el que observamos al otro mirándonos con sus pupilas
dilatadas, puede que provoque en nosotros cierta atracción. Esto lo corroboran otros
estudios sobre la fuerza de las pupilas dilatadas, en la atracción inicial. En
esta investigación, a unos sujetos (dos grupos) se les dio a valorar la belleza
de la cara de otras personas. Al primer grupo, se les suministraron unas
imágenes de rostros sin pasar por el photoshop y al segundo grupo, imágenes con
rostros, en las que habían sido retocadas las pupilas, agrandándolas. Los
resultados mostraban que cuando las
pupilas habían sido ampliadas, estas personas eran percibidas como más
atractivas. Sólo tenemos que recordar, los ojos agrandados del gato de la
película Shrek, cuando nos manipula para parecer entrañable y zalamero. Al
mirarnos, con sus pupilas dilatadas, la persona que siente atracción por nosotros, puede
inducirnos a que se nos despierte algo por dentro y sentir, en ese preciso
instante, una mutua atracción.
Por último, el fenómeno de filiolatría puede provenir de las emociones y las neuronas espejo. Estas
neuronas son las que hacen que el ser humano sea empático, pues al ver las
emociones en los demás, provocan reacciones similares en nosotros. Son las
causantes de que una película de miedo, nos de miedo (si es relativamente
buena) o que cuando vemos al protagonista pasarlo mal, nos aparezca ese
incómodo nudo en la garganta. Estas neuronas nos ayudan a captar e interpretar
las expresiones faciales en los demás. Nuevas investigaciones apuntan, que una
de las cosas que nos atraen de los demás, son
las expresiones de sus emociones. Nos resultan más atrayentes las personas
expresivas que las que tienen una belleza estandarizada. Si tuviéramos que elegir entre una persona bella pero poco expresiva y
otra no tan agraciada pero más expresiva, muchas personas seleccionarían esta
última propuesta. Ver en el otro una expresión de atracción hacia nosotros,
puede provocar que al ver ese rostro, nos sintamos atraídos, por el hecho de
que las expresiones emocionales de los
demás nos atraen y más si esa expresión la hemos incitado nosotros.
La filiolatría, es un fenómeno fugaz, de un aparente ensimismamiento
y egocentrismo, pues nos acaba atrayendo aquella persona que se siente atraída
por nosotros, por el mero hecho de mostrarlo con su rostro o sus gestos. Puede
que estemos preparados para advertir que el otro siente algo hacia nosotros.
Pero no podemos olvidar, que la atracción erótica solo es un paso más hacia
cumbres más profundas. La filiolatría
puede llevarnos a un espejismo fraudulento, y lo que sentimos en un instante,
en otro instante, aun más fugaz, lo haga desaparecer.
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