Posiblemente no, pero podemos hipotetizar que, al menos, ha
bebido desde su nacimiento, el nutriente suficiente como para sospechar que
dentro de la génesis sexológica hay un entramado posmodernista que afecta a la
visión y comprensión de esta. Una afectación que conlleva unos pros y contras,
de los que es objeto este artículo.
Entendemos por sexología, el estudio científico de la sexualidad humana. El término
Sexología fue acuñado por Elizabeth
Osgood Goodrich Willard (Sexology as the Philosophy of Life, 306-8.
Chicago: Walsh, 1867.)[1] Esta joven disciplina ha
pasado de una etapa inicial multidisciplinar (siglo XVIII) a una fase
interdisciplinar (siglo XIX) a la actual fase
disciplinar (siglo XX). Por lo que como disciplina, podemos considerar a la
sexología una neonata en el mundo de la ciencia.
Por otra parte, el posmodernismo nace a mediados del siglo XX
de la mano de autores como J. Derrida (1930-2004),
J.M. Lacan (1901-1981) o M. Foucault (1926-1984) entre muchos otros. Esta
corriente heterogénea, a veces difícil de clasificar pero que tiene en común
una serie de pensamientos y movimientos asociados, hacen que podamos encuadrar
algunos de sus postulados dentro de un mismo conjunto plausiblemente coherente.
Algunas de las características de esta corriente son:
ü Crítica al modernismo proveniente de la Revolución Francesa. La razón ha dejado de ser la
panacea.
ü Relativización de la verdad. La verdad depende del entramado cultural. La verdad es el producto
de creencias de un espacio y tiempo determinado. La verdad cambia.
ü Construccionismo social. La vida es una construcción social. Los fenómenos sociales
se construyen y se desarrollan desde contexto puramente social.
ü Las posturas más radicales argumentan
“el Todo Vale”. Si ya no hay una
verdad, si los hechos se convierten en construcciones sociales, nadie tiene la
razón, cualquier afirmación puede ser válida. Así pueden aparecer “ciencias alternativas[2]”:
terapias alternativas, homeopatía…
ü Subjetividad.
La realidad es subjetiva, la razón pierde su carácter objetivo. Se duda de
todo.
ü Revalorización de la naturaleza y el medio ambiente. Las tecnologías y la ciencia son
vistas como enemigos que empañan el buen desarrollo natural del ser humano. La
ciencia y la tecnología acaban haciendo más mal que bien. Vuelta al ser humano
natural. Fantasía primitivista:
vuelta a los tiempos en los que el ser humano “era más feliz y vivía más sano”.
ü Crítica al Status Quo: la ciencia es vista como amiga del poder. La Psiquiatría
puede utilizarse para el control social
(corriente antipsiquiátrica). Todo aquel que se sale de la norma es tratado psicológicamente/psiquiátricamente
para volver a encajar dentro del sistema, status quo. La farmacología aliada
con el capitalismo ejerce una influencia negativa en la medicina y la salud
humana.
Estas son las características que nos interesan para el posterior desarrollo de este artículo.
Empecemos
desde “el principio”. Con la Ilustración, desde la Revolución Francesa se
combate el oscurantismo y la superstición. Nace la Razón como estandarte del avance humano. Esta Razón es puesta en
el centro del devenir, la herramienta para destruir los mitos oscurantistas,
las supersticiones religiosas y demás invenciones irracionales. La objetividad
se adueña de las pretensiones ilustradas, nace el método científico: la ciencia
son hechos, los hechos la verdad (o lo más cercano posible a ella).
Tras las
sucesivas guerras (1ª y 2ª Guerra Mundial), la razón, que nos iba a traer a un
ser humano mejor, o más bien, esa visión
de la razón como ese caballo victorioso comienza a desquebrajarse. La
desilusión empieza a hacerse patente, sobre todo en los sectores que más la
idolatraron (la Izquierda ideológica y política). La razón ya no tiene esa
fuerza emancipadora, se duda de ella como herramienta de libertad e igualdad. Este
desencanto es la raíz del emergente posmodernismo. La ciencia tradicional y su
tecnología quedan en entredicho (bombas nucleares) en cuento al bienestar
humano.
Nace pues
el posmodernismo, como una crítica a la razón objetiva. Los hechos y las
creencias se confunden en una amalgama de subjetividades. La ciencia es vista
como herramienta del poder del status quo y se duda de todo. La izquierda
pierde el referente de la razón y la ciencia como estandarte de la lucha y la
contracultura. Ahora la contracultura es dudar de la ciencia, de la razón y de
la problemática unión de ambas con el poder establecido[3].
Todo se
confunde. Se funden los hechos con las creencias[4], las ideas con los sueños,
la ciencia con la pseudociencia, lo empírico con el estilo de vida de cada uno.
Todo vale. Y parte de la izquierda se vuelve Feng-Shui[5].
Pero no
todo va a ser negativo. Lo positivo del posmodernismo es su cautela ante los
avances científicos, su mirada de sospecha sobre las relaciones de poder, la
ciencia y el status quo. Desde esta perspectiva nos recomiendan ser vigilantes.
Pues, aunque los hechos no sean opinables, las conclusiones si pueden estar
tergiversadas, siendo utilizadas para la justificación de una ideología política
que desee amparar, por ejemplo, en los
resultados científicos, las desigualdades sociales. Diversos autores que
defienden el determinismo biológico argumentan que el patriarcado es el sistema
de referencia legítimo y mejor que tenemos, pues es el que de manera natural
aparece en la raíz social humana[6].
El juicio
crítico que proyecta el posmodernismo es una buena herramienta para estar
atentos a los fallos de la ciencia (o mejor dicho de las personas que trabajan
dentro de esta) y su relación con el poder establecido. Es sano mantener una
visión crítica, siempre que se ajuste y se discuta desde los hechos y las
comprobaciones científicas y no desde la opinión y el estilo de vida de cada
cual.
Por
ejemplo, mantener una visión crítica ajustada de las posibles influencias de
poder de las industrias farmacéuticas que se alinean con una visión capitalista
amoral, en la que los intereses de esta a veces no se ajustan a los intereses
generales de salud social pública, haciendo ciertas dejaciones de
responsabilidad con respecto a la salud de todos nosotros, son comprensibles.
Hemos de estar atentos de que no se cometan estas injusticias que pueden causar
el malestar e incluso la muerte de muchas personas. Esta vigilancia es tan
saludable como democrática. Pero de ahí al todo vale, va un abismo. Sin ciencia
no hay rigor. Esta no es perfecta pero sigue siendo nuestra gran arma ante la
ignorancia, la superstición, los juicios de valor y los intereses ideológicos y
políticos. La ciencia es nuestro escudo ante las estafas del poder del placebo,
de la “mala ciencia[7]”.
La ciencia salva vidas, las farmacéuticas también, no así la homeopatía.
La
sexología ha bebido, de entre otras corrientes[8], del posmodernismo
atrayendo a su eje germinal tanto los pros como los contras de esta corriente. La
fase disciplinar de la sexología aparece temporalmente hablando, junto a la
vertiente posmodernista. No es descabellado pensar que la primera absorbió
ciertas posturas de la segunda.
La unión
más clara entre posmodernismo y sexología podemos encontrarla en la persona de Michel Foucault. Psicólogo, filósofo e
historiador francés, inscrito dentro de la corriente estructuralista y
postestructuralista. Escribió tres volúmenes de La Historia de la Sexualidad,
donde aboga por el control de nuestros propios cuerpos, deseos y pasiones.
Nuestras experiencias sobre la sexualidad es producto de nuestra propia
historia, es circunstancial al espacio-tiempo en el que vivimos.
La sexualidad como producto
histórico. M.
Foucault, mantenía la idea de que la sexualidad es una construcción histórica.
La concepción que tenemos de ella cambia según avanzamos en la historia. Nosotros
no tenemos la misma experiencia de la sexualidad que en el periodo de la Grecia
Clásica, por ejemplo. La sexualidad siempre ha existido, lo que ha ido
cambiando son los diversos puntos de vista de esta, las maneras de tratar y
vivir la sexualidad. Y estas maneras de entender la sexualidad no tienen que
ver con lo biológico sino con lo cultural. En definitiva, para Foucault, la
sexualidad de la que hoy hablamos, no es más que una invención moderna
producida por el marco histórico en el que nos movemos, sujeta, por ello, a
cambios, según vamos transformando el marco de la realidad que nos constituye.
También desde
un enfoque que podemos atribuir como posmodernista, advertimos que en algunos
sectores de la sexología, domina la postura del construccionismo social (entre
ellos las posturas feministas), donde la sexualidad y sus peculiaridades son
producto de la cultura. Se derrumban los postulados deterministas biológicos
que agarrotan las posibilidades de la humanidad encasillando, por ejemplo, a la
mujer como agente subordinado del hombre. La sexología posmoderna, relativiza
los conceptos de masculino y femenino. Se habla de género líquido o fluido. Se
abre el abanico a la diversidad. El dualismo masculino-femenino se fragmenta,
dando cabida a la pluralidad y a la indeterminación del género.
Por otro
lado, determinados sectores de la sexología argumentan en contra de la teoría de
la evolución de Darwin. No se niega la evolución[9], pero se debaten las
conclusiones sacadas del darwinismo. Desde esta perspectiva se pasa de una concepción
de la humanidad egoísta (gen egoísta[10]), individualista y
preocupada solo en la autosupervivencia a una concepción de contenido
Lamarckiano de la evolución, donde lo importante no es la lucha por la
supervivencia sino la simbiosis entre los seres vivos, entendida como una red
de conexiones en la que dependemos conjuntamente unos de otros para sobrevivir.
La cooperación toma las riendas de nuestro sistema, desacreditando así, la lucha egoísta por la supervivencia[11].
Estas afirmaciones,
sin entrar en la magnitud científica de los argumentos[12], han sido positivas para la lucha de las
desigualdades sociales, el sexismo, la lucha por la diversidad sexual, el
reduccionismo del determinismo biológico, al romper las fronteras del
heteropatriarcado y dejar al descubierto ideologías que se tenían como adalid
de la verdad científica, y que están siendo desmontadas, con argumentos
frontalmente opuestos[13]. Estos son los pros de adoptar un espíritu posmodernista
moderado, ya que nos ayuda a mantener un juicio crítico, a ser vigilantes con
lo establecido. Pero un posmodernismo
duro, abre la puerta a la pseudociencia y una disciplina tan reciente como la
sexología puede verse muy dañada, desacreditándola y convirtiéndola en mera
moda pasajera[14].
Factores perjudiciales del
posmodernismo extremo en sexología. Un relativismo absoluto abre la puerta a corrientes
pseudocientíficas. Si las herramientas de trabajo de esta disciplina comienzan
a basarse en filosofías de enfoque orientalista, que quedan muy bien de cara a
la galería, pero que carecen de cimientos científicos sólidos, la sexología
corre el peligro de convertirse en una parodia motivada por las modas del
momento.
Si damos
cabida en nuestros congresos de sexología a “terapias alternativas” de talante
pseudoprogresista[15], que llaman la atención
de un público ávido de cosas nuevas, resignándonos a la demanda capitalista y
desinformada de las personas que apelan, después de tanto anuncio de televisión,
por lo natural y oriental como preludio a la salud y bienestar personal, sin
saber que la gran mayoría de estas alternativas son producto del efecto placebo[16], estamos haciendo un
flaco favor a esta disciplina que necesita tanto como las demás de contenido
serio, riguroso y científico.
Las
terapias y medicinas alternativas a las que me refiero son, entre muchas otras:
Feng-Shui, Reiki, bioneuroemoción, homeopatía, terapias energéticas y
corporales, reflexologías varias, coaching o mindfulness[17]. Muchas de estas
prácticas están siendo investigadas para ver cuál es el alcance real de sus
beneficios, otras están completamente descartadas y solo figuran dentro de la ingeniería
de la superstición.
Por
ejemplo, lo que la ciencia asegura del mindfulness
es que puede ayudarnos relativamente ante la depresión, la ansiedad y el
estrés. Pero existen ya otros medios, anteriores, apoyados abiertamente por la ciencia que
pueden paliar estos nocivos efectos sin tener que recurrir al mindfulness. Esta
herramienta no es la panacea, aunque la veamos en todas partes, formando parte
de la psicología, la sexología y la educación. En algunas ocasiones el
mindfulness puede ayudarte a rebajar la ansiedad que te produce tu mala
relación de pareja, pero no evita que tengas que convivir con ella. Los
resultados positivos son modestos según los análisis científicos y en la mayoría,
se observa que el tamaño de la muestra, de estos estudios, es bastante bajo
como para sacar conclusiones y generalizar los resultados.
La
sexología no es sólo posmoderna, abarca muchas otras nociones, pero podemos
advertir que sí se ha podido nutrir de estas ideas, a veces para bien (uso de
una perspectiva posmoderna moderada) y otras para mal (abriéndose a
herramientas/modas que no han demostrado su eficacia o cuando sabemos que se
apoyan en el efecto placebo, o en el peor de los casos resultan ser incluso, contraproducentes).
Un sexólogo/a ha de basarse en el método científico, sabiendo que los hechos científicos son
los que nos guían y que estos son nuestra
puerta al conocimiento. Relativizar la verdad de forma extrema, no es el camino
seguro porque ni siquiera la ciencia es infalible en el ámbito de lo social. Las
lagunas del conocimiento no pueden llenarse con las aguas de la pseudociencia,
el misticismo, “las energías” y los efectos placebos. No todo vale. La innovación, no es siempre un camino de verdad
científica que asegure el bienestar, requiere, para su desarrollo, de un tiempo (a veces
bastante prolongado) de investigación rigurosa.
[1]
Hallado en Frago, S. y Sáez, S. Haciendo historia sexológica con el “Sal de
dudas”. Asesorías Sexológicas: Zaragoza.
[2]
Entrecomillado porque sólo hay una ciencia posible.
[3]
La izquierda (parte de ella) comienza a concebir que su lucha ahora es en
contra de la ciencia por su acercamiento y justificación del poder del status
quo. Lo contracultural es, en este momento, sospechar de lo científico y se
apela a la naturaleza, a sus energías, a las filosofías orientales, como nuevos
fruto del saber contracultural. La ciencia tradicional es conservadora. Las tecnologías
son un peligro pues desvirtúan al ser humano y lo despojan de espiritualidad.
Producen cáncer y nos alejan de nuestro yo primitivo, el cual, según ellos, era
más feliz antes de toda esta casquería tecnológica.
[4]
Los hechos (factus) son lo empíricamente demostrable (nos permite describir
aquello que ocurre). No se puede opinar sobre los hechos, se pueden refutar o
comprobar. Las creencias si son opinables. Cada uno tiene la suya. Confundir
hechos con creencias nos lleva al relativismo. Un hecho no está mediado por la
cultura, una creencia sí. Los estilos de vida como ser de izquierdas o de
derechas no influyen en los hechos, en las creencias sí. La verdad ha de
basarse en hechos y no en creencias o estilos de vida.
[5]
La Izquierda Feng-Shui es un libro de M.J. Schwarz, un escritor de izquierdas
que hace una crítica de esta izquierda posmodernista adoradora de las
conspiraciones, de las medicinas y terapias alternativas.
[6]
Para saber más sobre determinismo biológico, patriarcado y sociobiología,
acudir al libro No está en los Genes de Lewontin, Rose y Kamin (2009).
[7]
En el libro “Mala Ciencia” Ben Goldacre desgrana los equívocos y engaños de
algunas medicinas alternativas como la homeopatía.
[8]
Las cuales no son objetivo de este artículo.
[9]
No se apela al creacionismo, pero tenemos que tener en cuenta que un excesivo
relativismo posmoderno puede incentivar creencias despojadas de credibilidad
científica como el creacionismo, puesto que si la realidad es una construcción
social, no hay verdad objetiva, todo tiene cabida, incluso esta perspectiva.
[10]
Para saber más sobre el gen egoísta y la sociobiología leer a R. Dawkins (1976).
[11]
Un autor español que defiende la perspectiva Lamarckiana es Máximo Sandín. También
criticado por mantener posturas que no quedan suficientemente justificadas,
científicamente hablando.
[12]
Podemos debatir abiertamente sobre la cientificidad de los argumentos que se arguyen
en cada una de las posturas, pero esta cuestión expandiría demasiado el objeto
de este artículo. Pero hay que dejar claro que la única manera de intercambiar
argumentos válidos es a través de la rigurosidad científica.
[13]
Una diferencia notable, para la cuestión que nos ocupa, entre las ciencias
naturales y sociales, es que esta última está más sujeta a la manipulación
ideológica. Como afirma Alan Sokal en su revelador libro Imposturas
Intelectuales: “… en las ciencias
sociales se plantean muchas cuestiones metodológicas específicas (…) por el hecho
de que los objetos de estudio son seres humanos (…) los datos se expresan habitualmente
en lenguajes humanos cuyo significado puede ser ambiguo; el significado de las categorías
conceptuales por ejemplo: infancia, masculinidad, feminidad, familia (…) cambia
con el tiempo; la finalidad de la investigación histórica no son simplemente
los hechos sino su interpretación, etc”. Las ciencias sociales para ser
tomadas en serio han de tener rigor científico y han de separar los hechos de
las creencias particulares, sabiendo que muchas de estas cuestiones se vuelven
borrosas en las ciencias sociales.
[14]
Una de las grandes críticas que se le hace a la psicología es su predisposición
a seguir las modas del momento, lo que la convierte en vulnerable. Para José
Antonio Marina, la psicología: “es una
ciencia joven, impetuosa, vulnerable a las modas y a la que se seduce con
facilidad”. Hallado en “El Laberinto Sentimental (1996).
[15]
Estas terapias alternativas se suelen denominar progresistas por las razones
que estamos esgrimiendo: rompen con la coraza científica tradicional, sujeta,
según ellos mismos, a ideologías conservadoras, entendiendo la ciencia como
sistema de poder al abrigo del status quo. Hablan de la naturaleza contraponiéndola
a las tecnologías. La primera es lo bueno y la segunda es lo que provoca
cáncer. Pensamientos también de carácter progresista, emanados desde los
postulados de Rousseau que defendía la vuelta al hombre primigenio, ya que los
avances científicos y las tecnologías solo provocan la corrupción del ser
humano.
[16]
Muy bien explicado en el libro de Mala Ciencia de Ben Goldacre.
[17]
Para una lista más exhaustiva de estas pseudoterapias acudir al libro: La
Izquierda Feng-Shui de M. Schwarz, pág 301 y 302.
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