miércoles, 20 de enero de 2021

Rituales para sobrevivir a la nada. Cómo escapar momentáneamente de la muerte engañando al tiempo el cual siempre vence al final.

Aceptemos y partamos de las siguientes premisas y conceptos:

1.       Venimos de la nada y vamos hacia la nada. Se acepta la inexistencia de Dios o por lo menos la inexistencia de su acción y compromiso para con nosotros. Dios no actúa, no ve, no siente, no está humanizado. Es en todo caso, pura naturaleza (Spinoza). Cuando morimos nos deja ir, no hay fiesta de bienvenida.

2.       La nada: espacio vacío, inexistencia.

3.       Ritual: concepciones, acción o acciones realizadas para encontrar sentido a la vida, caracterizadas por la superstición (esta acción o concepción puede basarse en creencias más o menos alejadas de argumentos racionales y/o científicos, medido en grados o graduadas, es decir hay unos rituales más alejados de la superstición que otros). Hay acciones o concepciones que per se no son rituales, pero que las ritualizamos para sobrevivir, y no en todo caso, para vivir. No es ritual todo aquello que es verdad, independientemente de si estoy vivo o no, como es el caso de las matemáticas, el amor o la razón (dos más dos son cuatro independientemente de si yo vivo o muero). El amor per se no es un ritual pero sí toda la parafernalia que le incluimos para darle sentido o utilidad, por ejemplo el matrimonio.

4.       Superstición: creencia sin fundamento racional.  Realizar un acto supersticioso conlleva un sentido de orden, seguridad y paz en la persona que lo realiza. Todo acto ritual conlleva o se basa en una superstición.

5.       Sentido de la vida: objetivo que una persona se marca para afrontar la vida con un fin. Este objetivo produce placer, tranquilidad, orden, paz. Puede producir todos esos efectos al mismo tiempo o solo algunos. Uno puede ser consciente o no de estar buscando el sentido a su vida. Podemos vivir con objetivos propuestos,  sin verbalizar que ese es nuestro sentido de la vida, siéndolo aun así.

6.       Nihilimo: negación del valor de todas las cosas. Somos nada pues vamos hacia la nada. Al final todo se reduce a nada. Sartre a esta angustia nihilista le brinda un cariz positivo, pues ante la nada (y partiendo de que no hay determinismos biológicos ni culturales, pues somos condición y no naturaleza) somos responsables, y al entender esta responsabilidad sentimos angustia por el vacío que comporta pero al mismo tiempo, cuando se comprende, sentimos liberación, pues somos libres al fin, libres de dirigir nuestro rumbo, aun sabiendo que el destino final es la nada.

7.       Relativismo: no hay verdad universal, todo es cambiante. No hay nada solido a lo que aferrarse, la verdad cambia según el momento histórico, las circunstancias y ethos social del momento.

Aceptemos el siguiente gráfico:

En el transcurso del viaje de la nada hacia la nada, el ser humano necesita llenar ese vacío con experiencias que denominaremos rituales, con el objetivo de darle un sentido a su vida, que es el motor que le mueve a la acción. La persona que no le encuentra sentido a la vida, cae en un vacio y/o en una pulsión de muerte. El sentido de la vida de cada uno puede aparecer y desaparecer, entrar en crisis, modificarse, extinguirse o no hallarse nunca.

El ritual más utilizado por el ser humano para darle sentido al vacio de su existencia ha sido la Religión. Una gran superstición a modo de teatro que ha mantenido a raya las inquietudes existenciales de miles de personas.

Los rituales son experiencias basadas en la superstición que tienen una utilidad básica, mantener al ser humano distraído de su viaje hacia la nada. Y todo mortal tiene sus rituales, sus propios engaños para sobrellevar su neurosis. El amor, que en si no es un ritual, lo embadurnamos de rituales, como por ejemplo el matrimonio, tener hijos (en algunos casos), vivir una vida convencional o incluso buscar relaciones abiertas, ser promiscuo. El amor es una verdad sin ritual, está ahí, y todo lo que hacemos son añadidos para sobrevivir. El amor está ahí y nos inventamos la institución y el ritual del matrimonio para sobrevivir. El amor está ahí y nos inventamos el ritual de las relaciones abiertas para sobrevivir. Los rituales es todo aquello que hacemos mientras las verdades están ahí, para mantenerlas y para en definitiva sobrevivir como podamos. Por ello, a priori, no es más acertado o más equivocado casarse y mantenerse en monogamia que buscar relaciones abiertas, una cosa no es mejor que la otra, son dos manifestaciones para sobrevivir, mientras el amor está ahí y existe. Esta postura no es relativista, pues partimos de la verdad que conlleva el amor. El amor es verdad, el resto son las cosas que hacemos para sobrevivir.

Otros conceptos o acciones no tienen porqué nacer de una ritualización, son digamos, neutrales, pero a veces los utilizamos para llenar nuestro vacio y es en ese momento cuando los convertimos en un ritual, como por ejemplo el hecho de tener o buscar un hijo. Por si mismo, tener un hijo puede ser el fruto del amor entre dos personas, un hecho buscado y querido. Se ritualiza cuando, realmente lo que esconde esta búsqueda es la necesidad de acallar un vacío existencial, entonces la neurosis de la persona le lleva a crear una nueva vida, un neonato. Un acto supersticioso, pues cree que un hijo llenará su vacio. Una pantomima consciente o inconsciente.  Un salvarse por la campana, una necesidad supersticiosa de virar para alejarse del viaje hacia la nada, momentáneamente.

Hemos de preguntarnos pues, si estos rituales son necesarios o podemos ir desenmascarándolos, desnudándonos de ellos, haciéndonos más libres, sin menos equipaje supersticioso para viajar hacia la nada ¿Puede la razón o la búsqueda de la verdad acercarnos a la nada sin dolor y al mismo tiempo sin superstición? ¿Es la búsqueda de la verdad el ritual menos supersticioso? ¿Es mejor seguir engañándonos aun destapando la pantomima y sabiendo que detrás está el truco? ¿Seguimos queriendo ser infantes, dejándonos atrapar por la magia o es el momento de ser adultos y destapar el truco?

Los rituales nos alejan de la verdad, de la razón, pues como hemos dicho están preñados de superstición y esta, como sabemos, es una creencia sin fundamento racional. Por ello, ¿una vida más autentica de ser vivida conllevaría la necesidad de destapar todos estos velos? ¿Puede realmente lograrse o nos conformamos con el hecho de ponernos en acción y ser vigilantes? ¿Se puede ser nihilista no relativista? Saber que vamos hacia la nada pero brindar reverencias hacia la verdad y buscar la razón y asumir su existencia, y ser este el sentido de la vida más puro que un ser humano pueda alcanzar a riesgo de parecer un loco no adaptado a la sociedad en la que vive.

Vivimos entre rituales y supersticiones para olvidar que nos dirigimos hacia la nada, no queremos ser del todo relativistas y nos gusta llevar la razón, por eso creemos que nuestros rituales son los verdaderos y los que no nos siguen están equivocados. Mi verdad es absoluta y tu verdad es relativa. Mi verdad, en verdad, está preñada de rituales lo que la convierten en otra cosa distinta a la verdad, pero que me mantiene a flote, camino de la búsqueda del sentido.

Para los que nos gusta hallar verdad entre tanta superstición, quizás nuestro sentido de la vida sea intentar quitar la paja supersticiosa de los actos diarios que acometemos, que adscribimos acríticamente, en el intento final de matar todo ritual para sacar la cruda verdad de entre los prejuicios. Hallar la verdad es pues despojarse de rituales, buscarlos, analizarlos, destapar el truco y alejarnos de ellos.

Pero, sin embargo, un ser sin rituales es un ser sin cultura, un ser abocado a la soledad, al ostracismo, un no humano. Un ser que solo es razón, está destinado al fracaso en sociedad. La ritualidad nos humaniza, y no nos queda otra que aceptarlo, aunque sea a regañadientes. 

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DELIRIOS Y LOCURA

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