Si tuviéramos que nombrar dos personajes que encarnan, por excelencia, el arte de la seducción, saldrían de nuestros labios los nombres de Don Juan, mito literario y de Giacomo Casanova, conquistador veneciano del siglo XVIII. Ambos conquistadores, pero con grandes diferencias personales, que nos desvelan los por qué, de esta necesidad de seducción y galantería.
La figura del Don Juan fue creada por Tirso de Molina y recreada, más tarde, por José Zorrilla
en el siglo XIX en su Don Juan Tenorio. Mucho se ha hablado de la personalidad de
este mito literario. Un seductor insaciable, que con dinero y contactos, puede
conquistar a cualquier dama que se le ponga por delante. ¿Pero que encierra
la personalidad de este Don Juan conquistador?
Desde
un punto de vista psicológico, podemos encontrar un Don Juan que nunca está
satisfecho, que detrás de su bravuconería, alegría y altanería, esconde una
mirada triste, un vacío existencial que lo devora. No sabe amar. La vida
trágica de este personaje, es la necesidad de redención a través del amor, un
amor que nunca llega, pues está impedido para esta labor. La necesidad de conquista continua, le lleva a
la soledad, al vacío, no es nadie si no conquista y no es nadie cuando
conquista. Subyace en él, una misoginia ardiente. Cree entender a
las mujeres, pero no entiende al amor. Se enfada, siente rabia, no logra una
estabilidad y odia. Conquista mujeres para abandonarlas, para provocarles, la
misma tristeza que siente él, el mismo vacío interior. Menosprecia al sexo
opuesto, lo infravalora, son objetos a los que amar y no sujetos. Así, el
amor es imposible, pues parte de una premisa errónea: los hombres son
superiores a las mujeres. Una asimetría fatal, que conlleva a su enorme
insatisfacción. No podemos amar a lo que consideramos inferior a nosotros, solo
podemos compadecernos, sentir lástima y ser condescendientes. Don Juan es
víctima de sí mismo.
Para otros autores, imbuidos por las teorías freudianas,
consideran que Don Juan posee una homosexualidad latente. Busca acallar
esta homosexualidad exacerbando la necesidad de conquista, la cual le lleva a
un vacío interno, puesto que continuamente se traiciona así mismo. No es lo que
quiere, pues no es lo que realmente siente. En este caso, la imagen de Don
Juan, prototípica de macho varonil se disipa, dando paso a un Don Juan,
barbilampiño, de gestos más gráciles. Donde el “pelo en el pecho” deja paso a
una juvenil androginia neutral.
Según Justo Fernández López, para Gregorio
Marañón, Don Juan era un hombre incapaz de establecer relaciones
interpersonales, que huía de cualquier compromiso o ligazón, lo que algunos
psicólogos catalogarían como
“compromisofóbico” o filofóbico. Marañón clasifica, también a Don Juan como un
bisexual u homosexual latente.
Lo que nos queda claro, es que la forma de
relacionarse de este personaje, es tóxica, tanto para las damas a las que
conquista, como para sí mismo. La tristeza rodea el mundo interno y externo de
Don Juan. Desde la ciencia, este comportamiento, puede ser visto, como un
miedo profundo al compromiso, atrapado en una misoginia que no le permite
valorar al sexo opuesto desde la igualdad, desde el respeto. La seducción se
torna, en este caso, como un arma para hacer daño, una perversión
emocionalmente suicida, donde nadie sale ganando.
Por su lado, Giacomo Girolamo Casanova,
era otro seductor, en este caso, real, con una personalidad diferente.
Escribió, entre otras obras: “Hstorie de ma vie”, donde relata
sus experiencia amorosas con 122 mujeres. Dos hombres, dedicados a la seducción
pero con grandes diferencias de raíz.
¿Cuáles son estas diferencias notorias entre Don Juan y Casanova? Si para Don Juan, lo importante era la
conquista amorosa, en la que la dama se sentía irremediablemente atraída y
enamorada, donde la sexualidad, jugaba un papel secundario, o incluso
innecesario, en Casanova, la sensualidad y la sexualidad, era uno de los
objetivos buscados. Las mujeres, al ver a Giacomo, sabían qué era lo que este
podía aportarles a sus vidas, sin engaños, desde la honestidad. Sensualidad,
juego, placer, intriga, Casanova era más un niño grande, en el que el mundo
era su mesa de juego, donde investigar, donde correr aventuras, sin la
necesidad del engaño, ni el uso de una seducción traicionera.
Casanova si respeta al sexo opuesto, no miente, seduce desde la honestidad, desea
vivir experiencias eróticas. No hay un doble juego. Sí para Don Juan, cualquier
fémina era válida para ser conquistada, para Casanova cada mujer era distinta,
de las que podía o no enamorarse. No eran objetos, sino sujetos a los que
amar.
Don Juan, buscaba la redención en el amor.
Casanova, disfrutaba de la erótica. Don Juan, no desea sexo, esto le es
superfluo, puesto que el objetivo central era, poder al fin, amar a una mujer. En
Casanova, la sexualidad es vivida de modo placentero, como un objetivo en sí
mismo, sin ambages ni ambigüedades.
En el día a día, podemos encontrarnos muchos Don
Juanes, preocupados por la seducción, desde la visión del otro como objeto
y no como sujeto. Desde una mirada toxica. Pero también podemos cruzarnos con “Casanovas”,
personas juguetonas, honestas, que desean vivir aventuras desde la sinceridad.
Aman de verdad cuando surge el amor y viven una sexualidad placentera y
abierta. Ciertamente, por nuestra salud emocional, será preferible cruzarse con
más “Casanovas” que con Don Juanes.
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