![]() |
Imagen de Dorothe en Pixabay |
Trastocado, no hay otro termino, quizás
imbécil como el que ha perdido su báculo y ya no sabe hacia dónde tiene que
mirar para que le sonría alguien con menos miedo y más cordura. Lo excéntrico
llama la atención, atrapa, te acaricia con su sorpresa, pero lo excéntrico también
puede ser esquivo, malicioso, neurótico e infantil. Me dejo atraer por lo
pernicioso aunque en la etiqueta ponga en grande que “fumar mata”. Pero muero
cuando ya no puedo fumarte, al final eres una droga, has quedado reducida a un estrés
postraumático, a porno dentro de mi amígdala, a cuerpo que añoro y a orgasmo
que demanda luego lágrimas. Como posible amante ya solo eres fantasía erótica
que va envejeciendo como una cinta de casete. No sabré donde ponerte para poder
volver a escucharte gemir. Como fantasma sigues presente gracias a las
tecnologías, continuas ahí, tirando y aflojando, a través de un teléfono móvil.
Él más inteligente que yo. Tú mandas, él dispone y yo me drogo con cualquier
frase neutra que me pones como reclamo. Puedo
saber que estás ahí gracias a la ouija tecnológica pero eres etérea pues es imposible
que te materialices en cualquier fin de semana. A veces creo que no existes,
que te he inventado, que hablo conmigo mismo, que banalizo, que me mando
mensajes instrumentales, que hablo al vacío. Si no es por tu foto, diría que nunca
fuiste.
Hacerte viejo y caer en el amor
pueril. No hay edad correcta para errar, pienso mientras el corazón del
tocadiscos me indica que se ha acabado la cara A y que la cara B me va a gustar
infinitamente menos, pero es lo que hay, el destino que no he escrito yo, que me han impuesto. Ha sido como saber que apostaba por el caballo perdedor,
herirle una pata a conciencia y encima pensar que ganaría esta apuesta. Un
completo imbécil que jugaba a hablar con fantasmas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario