miércoles, 27 de junio de 2012

Efecto Coolidge. ¿Cantidad o calidad en las relaciones sexuales?

En busca de la comprobación de que el ser humano no es monógamo por naturaleza se han realizado diversos estudios, tanto en etología (comportamiento animal) como en psicología evolutiva y en otras especialidades. Dentro de toda la investigación alcanzada en pro de la poligamia humana se halla un efecto conocido como Efecto Coolidge.

La idea central de este efecto es que los machos de muchas especies mamíferas (y algunas hembras) incrementan el interés sexual cuando aparece una nueva compañera sexual distinta a la habitual.

El nombre de este efecto proviene de Calvin Cary Coolidge, 30º presidente de los EEUU (desde 1923 hasta 1929), el cual visitando una granja avícola con su esposa dio lugar a un chascarrillo, por una ocurrencia aguda.

La esposa del presidente paseaba por la granja avícola, accedió al área de las gallinas, y advirtió que uno de los gallos se apareaba con mucha frecuencia. Le preguntó al encargado por la frecuencia de estos apareamientos, y éste le respondió: «Docenas de veces al día». La Sra. Coolidge dijo: «Cuénteselo al presidente cuando pase por aquí». Tras habérselo contado, Coolidge preguntó: « ¿Con la misma gallina cada vez?». La respuesta fue: «Oh, no, señor Presidente; con una gallina distinta cada vez». Coolidge concluyó: «Cuénteselo a la Sra. Coolidge». (Relato hallado en: http://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_Coolidge).


Así tanto machos como algunas hembras muestran un aumento en la disposición sexual cuando tienen cerca una nueva/o compañero sexual. En ratas por ejemplo, una investigación llevada a cabo con estos animales, comprobó que cuando tenían a un macho encerrado con varias hembras en estado de estro, este se apareaba frecuentemente con ellas, hasta que se habituaba y descendía la cantidad de interacciones, pese a que ellas le instaban a más sexo, él exhausto acababa reusando las invitaciones, pero en cuanto le pusieron una nueva hembra distinta a las anteriores, este macho volvió a sentirse vigoroso y realizó el coito con la nueva “amiga de juegos íntimos”.

En humanos ha quedado comprobado que cuando realizamos el acto sexual, en los hombres se produce un periodo refractario del pene tras el orgasmo y la expulsión de semen, pues bien si en este momento refractario se halla una nueva mujer dispuesta al coito, este periodo se acorta o se extingue, para dar paso a una pronta erección y predisposición al acto sexual. Incluso algunas investigaciones han ido más halla y han comprobado que mantener relaciones sexuales con alguien nuevo incrementa la producción de semen. Parece que ante estímulos nuevos nos comportamos más vigorosos y excitados.

De ahí a que surja la cuestión ¿el ser humano al final prefiere la calidad o la cantidad en las relaciones sexuales? Tras lo leído, parece que al menos la mayoría de machos mamíferos prefieren la cantidad, a un nivel biológico e inconsciente, puesto que es su organismo el que les predispone a la variedad sexual. Quizás el ser humano está más cerca de la poligamia que de la monogamia que queda instaurada a nivel social. Pero no por ello debemos convertirnos en infieles para apoyar la causa. Siempre hay soluciones para afrontar la relación en pareja (soluciones monógamas).

Resulta que muchas quejas en la consulta del psicólogo provienen de la disminución de la frecuencia y variedad del acto sexual en la pareja. Pues cuando la pareja amorosa lleva tiempo practicando el acto sexual puede producirse un proceso de habituación-saciación donde la gratificación sexual se reduce con el paso del tiempo, pues la novedad ha expirado entre ambos y se puede agravar si incluso las pautas del acto sexual son repetidas, es decir si siempre practicamos el sexo de la misma forma y en el mismo lugar.

Para solucionar este problema de habituación (y de encaminamiento humano hacia la promiscuidad), debemos aprovechar que los humanos son seres lúdicos e imaginativos por naturaleza, para no habituarnos al sexo monótono en la relación de pareja y realizar el acto sexual con nuestro cónyuge utilizando la imaginación y abstrayéndose de los tabúes y de la educación represiva que tanto daño hace a la renovación de la pareja y por supuesto a la renovación sexual.

Practica el sexo de forma divertida, huyendo de la habituación que sabemos que existe, alejándonos de las pautas monótonas sexuales y acariciando la novedad con experimentos y juegos que nos hagan volver a sentir tan excitados como la primera vez.

jueves, 21 de junio de 2012

Sobre el deseo y las relaciones de pareja

El deseo es un sentimiento fundamental para el ser humano y este puede activarse en cualquier momento en nuestra mente, ya sea cuando recordamos eventos, en el trabajo, mientras estudiamos, etc.

Debemos señalar, como afirma Helen Fisher, que deseo y amor romántico son dos elementos distintos, “el deseo y el amor romántico están asociados con distintas constelaciones de regiones cerebrales”. Puede que, en un primer momento, el deseo desencadene en amor romántico (podemos tener sexo con alguien a quien no amamos y acabar sintiéndonos enamorados) o que el amor romántico incorpore al deseo en sus entrañas. Así, el deseo inicial que sentimos por alguien que nos atrae, pueda desembocar en amor, pero también puede haber tipos de amor en los que el deseo esté soslayado y por último, el amor romántico puede desencadenar el deseo, estimulando el impulso sexual.

Lo importante que debe quedar claro es que el deseo y el amor romántico no son lo mismo, puesto que el primero puede formar parte del segundo, siendo este un elemento más complejo que el mero deseo y que este último puede ser el único elemento en el acercamiento de dos personas, que solo sienten un deseo sexual que les atrae (dos personas que no se quieren pero que mantienen una relación sexual provocada por el deseo mutuo).

Y la hormona que nos domina cuando deseamos a alguien es la testosterona. Esta provoca, cuando emana vigorosamente en nuestro cuerpo, una mayor excitación sexual (tanto en hombres como en mujeres).

Los hombres alcanzan sus mayores niveles de deseo sexual y libido cumplidos los veinte años, puesto que en esa etapa sus niveles de testosterona son más elevados. En las mujeres cuando suelen subirle los niveles de testosterona es en el punto más álgido de su ovulación.


La testosterona puede fluctuar según nuestro estado de ánimo y nivel de estrés. Puesto que niveles muy altos de estrés, (por causas laborales, familiares etc.), pueden provocar el descenso de la libido y por otro lado, un estado de estrés mínimo puede causar aburrimiento y pereza, lo que también promueve que la testosterona brille por su ausencia, con la correspondiente baja motivación sexual y carencia de deseo. Los estados depresivos también suprimen el deseo sexual, quedando este incluso en estado comatoso.

La edad y la testosterona también poseen cierta relación.  Conforme avanzamos en el transcurso de la vida, nuestros niveles de testosterona suelen descender reduciendo, en algunos casos, el deseo sexual, aunque este hecho parece más acusado en los hombres, puesto que un tanto por ciento (alrededor de un 66% de la población femenina estadounidense) de las mujeres afirman no manifestar una disminución del deseo sexual. Quizás los posibles problemas de impotencia que afectan a los hombres maduros, este detrás de su menor deseo sexual, ya que pueden verse sometidos a una presión en la que su hombría queda en tela de juicio. Pero no todo hombre o mujer mayor manifiesta un deseo sexual bajo debido a las contrariedades de su testosterona, otros factores como una vida sana, alimentación y deporte, pueden beneficiar en la vida sexual, haciendo que los efectos del descenso de la testosterona, sean menos acusados o inapreciables.

Otra sustancia que afecta al deseo sexual es la dopamina. Así pues dopamina y testosterona interaccionan mutuamente para inducirnos un estado de deseo sexual activado. Las situaciones nuevas, como viajar o hacer algo novedoso en pareja, activa la secreción de dopamina, provocando un efecto dominó en el deseo, es por ello que hacer cosas nuevas juntos alimenta la sensación de deseo sexual.

Para Helen Fisher en nuestros cuerpos se produce una conexión entre la química del amor romántico (dopamina) y la química del deseo (testosterona). “Esta conexión química entre el amor romántico y el deseo tiene sentido desde el punto de vista evolutivo. (…), si el amor romántico ha evolucionado para estimular el emparejamiento con otro individuo “especial”, debería estimular también el impulso de practicar el sexo con esta persona amada”.

Pero hombres y mujeres difieren a la hora de sentirse sexualmente estimulados, puesto que les atraen diferentes cosas y en grados distintos. La testosterona se encuentra más elevada en hombres que en mujeres, aunque cuando nos enamoramos estos niveles se equilibran en ambos miembros. Aparece un efecto de armonía en la pareja. 

Para Goleman “el deseo asume dos formas diferentes, una masculina y otra femenina”. En los hombres el deseo está dominado por la vía inferior y en las mujeres se conjuga la vía superior con la inferior, es decir no se dejan llevar tanto por la amígdala y sopesan más con quién y cómo sienten deseo.

El sentido que utilizan los hombres, fuente de su deseo, es la visión, mientras que las mujeres se motivan más a través de otros sentidos, como el tacto, el olfato o el oído. Según Goleman: “El cerebro masculino parece disponer de detectores de ciertos aspectos clave del cuerpo femenino, en particular, la ratio pecho-cintura-cadera, un signo de juventud y belleza que, en sí mismo, puede provocar la estimulación sexual del varón”. Por lo tanto el hombre se siente atraído por la juventud, pues esta es síntoma de reproductividad y fertilidad.

Por su lado la mujer se siente atraída hacia ciertos olores corporales de los hombres como ya vimos en el post sobre la atracción y el complejo de histocompatibilidad: Olor corporal y atracción genética. Nos sentimos atraídos por ciertos olores corporales..

Parece ser que al hombre le atrae la visión de una mujer y a esta le atrae el olor del hombre.

En lo que se refiere a fantasías sexuales, según Goleman, las más frecuentes son:

 Revivir un encuentro sexual excitante
 Imaginar que practicamos sexo con nuestra pareja o con otra persona
 Practicar sexo oral
 Hacer el amor en algún lugar romántico
 Ser irresistible al otro
 Verse sometido sexualmente

Imaginar que practicamos sexo con otra persona, mientras lo hacemos con nuestra pareja es más común de lo que se creía (siendo al final cuatro las personas involucradas en el coito, los amantes y las personas imaginadas por estos). Por otro lado las fantasías durante la relación erótica (como imaginar que se hace el amor en otro lugar) están bastante equilibradas entre ambos miembros, produciéndose casi en los mismos porcentajes.

En las mujeres suele haber un componente afectivo a la hora de fantasear sexualmente, pues algunas mujeres incluyen y manifiestan desarrollar un mayor nivel de afecto y compromiso en estas fantasías. Una de las fantasías sexuales que encabeza la lista femenina, es la de ceder y rendirse ante el hombre que desea conquistarla. Para Fisher: “Pero así como en el caso de los hombres la conquista es el argumento principal de la mayoría de estas fantasías, en las ensoñaciones sexuales de las mujeres predomina la rendición activa”.

Se entiende pues que el hombre fantasea con conquistar y la mujer con ser conquistada y dominada.  Nada tiene que ver esto con la violación, puesto que es una rendición pactada, con cierto encanto en la dificultad (ponérselo difícil, no imposible), pero que al final la mujer queda rendida a los envites masculinos y se deja poseer. Puede que tanto los factores evolucionistas-biológicos como los sociales marquen el destino de nuestras fantasías.

En definitiva el deseo nos motiva a la acción, al encuentro con el otro, a la búsqueda de la satisfacción sexual (aunque a veces nos conformemos con fantasear e imaginar, sin llevar a cabo el deseo físicamente).

lunes, 11 de junio de 2012

Creencias erróneas en las relaciones de pareja

Podemos definir distorsión cognitiva como: “Juicio o conclusión que no está de acuerdo o es inconsistente con alguna medida comúnmente aceptada de realidad objetiva, y que, por tanto, se considera erróneo ”. Es un pensamiento erróneo, puesto que no se ajusta a la realidad y que suele causar problemas a las personas que los cometen.

En relación al amor y a las parejas, estas pueden tener unos pensamientos, juicios y creencias erróneas que pueden afectar de forma negativa a la hora de mantener una relación sana, por ello debemos señalar cuáles son las creencias más extendidas para comprenderlas y prevenir su aparición. Cada creencia suele corresponder a una etapa de la vida de la pareja, ya sea al comienzo de la relación, en su etapa madura o en los últimos instantes en la vejez.

A continuación la relación de las creencias erróneas más comunes en las parejas:

Siempre tenemos que estar juntos. Es una creencia típica de las primeras etapas de la relación, al comienzo de esta se tiene la idea equivocada de que la pareja debe hacer todo juntos pues de lo contrario el amor podría desvanecerse. El error fundamental de estar siempre y hacerlo todo con el amado es el empobrecimiento de la relación en conjunto y de cada uno de sus miembros por separado, puesto que ambos solo crecen en una dirección conjunta y unidireccional, excluyendo lo que pueden aprender y crecer cada uno por separado. El aislamiento a parte del empobrecimiento mencionado también provoca que todo lo que ocurre dentro de la pareja quede magnificado (provocándoles un síndrome de “Gran hermanismo” ), polarizándose las conductas entre emociones muy positivas a muy negativas, produciendo continúas turbulencias en la relación. Y a estar todo el tiempo juntos, la pareja puede dejar de reforzar al otro con elogios y pasar al castigo, quedando pendientes únicamente de los errores que comete el amado. Para cambiar las consecuencias de esta creencia, lo ideal sería que la pareja pactara tener tiempo libre para realizar otras actividades por separado y entablar conversaciones con otras personas como amigos y familiares. La relación se enriquece cuando cada miembro realiza actividades por separado, puesto que a la vuelta, cuando vuelven a estar juntos tienen experiencias que contar y actividades que luego pueden realizar con la pareja. Por otro lado no hay nada mejor que echar de menos al amado de vez en cuando, para permanecer juntos con más ganas en el reencuentro.

Debemos estar de acuerdo en todos los temas. Es otra creencia que suele aparecer al principio de la relación. A veces buscamos personas que tengan pensamientos lo más parecido a los nuestros y en los momentos en los que se difiere o se contradice, podemos ponernos a la defensiva y pensar que si no está de acuerdo con nosotros es porque no nos quiere. Al ver a la otra persona como contraria en algunos supuestos y creencias nuestras también puede producirse una lucha de egos, marcada por arrebatar y ganarle el poder al otro en la relación, queriendo tener siempre la razón e intentado que el amado decline y se vuelva sumiso aceptando nuestros pensamientos como los únicos válidos. Es cuando se puede producir la dicotomía de roles Sumisión-Dominancia, tan perjudicial en las relaciones, puesto que ha de percibirse un equilibrio de poder por parte de cada miembro de la pareja. La mejor manera de afrontar esta creencia es que los cónyuges aprendan a dialogar a través de habilidades de comunicación, escucha activa, asertividad, empatía, el empleo de la queja sobre la crítica y hacer buen uso de los pactos y negociaciones ante pensamientos discordantes.

Los objetivos y valores de cada uno no cambian: Se puede dar al comienzo de la relación y en estadios más avanzados. Las personas vamos cambiando a lo largo de nuestro ciclo vital, conforme aprendemos cosas nuevas, nos transformamos, vamos creciendo y nuestros objetivos iniciales y valores se modifican, varían, aparecen, decrecen o desaparecen. Una época nos sentimos más dependientes de la pareja otras necesitamos más espacio teniendo la necesidad de ser más independientes, la relación va continuamente fluctuando, no es una foto fija, por más que muchas veces queramos parar el tiempo en alguna situación concreta donde nos hallamos en conexión completa con nuestro amado. El problema surge cuando existe un desajuste y no hay una reequilibración a este estado de conexión con el amado, no se producen los cambios en la pareja para ambos miembros por igual y uno queda estancado en etapas anteriores y el otro desea avanzar a nuevos estadios. Puede ser muy típico que mientras un amante siga hablando de fantasías y de la belleza del amor el otro ya haya caído en las garras de la realidad y empiece a no comprender las actitudes de su pareja aun enamorada, y quiera de esta, otras cosas y facetas, produciéndose un desajuste y un desentendimiento en las necesidades de ambos. Lo ideal sería trabajar el tema de la comunicación fluida entre los miembros de la pareja, para no acabar en casa con un “extraño” al que ya no reconocemos, poniendo siempre sobre la mesa, nuestros cambios y necesidades intentado entender los cambios y necesidades de nuestro amado para restablecer la conexión y el equilibrio entre ambos. Por otro lado a veces no aceptamos los cambios de opinión de nuestra pareja, cuando el ser humano tiene derecho siempre a rectificar, parece que cuando decimos o exponemos una idea a cerca de algo, debemos casarnos con esa opinión y no podemos rectificar y si se cambia puede verse este hecho como una falta de personalidad del amado, que no tiene las ideas claras y vaga como una veleta cambiando de dirección al azar. Pero las personas tienen derecho a rectificar siempre y no debemos atacar por ello a nuestra pareja, sino comprenderla y valorar su nueva posición a través de una comunicación fluida, los “yo creía que tu pensabas esto y resulta que ahora dices lo otro” son errores probables en las relaciones donde no existe o se ha perdido esta comunicación fluida, puesto que podemos cambiar de parecer sobre las situaciones de la vida y tenemos derecho a ello y para que nuestro amado no se lleve a engaño debemos comunicar nuestras opiniones y cambios, para no producir confusiones en el otro.

El amor se mantiene inalterable a lo largo del tiempo. Como he explicado antes, las relaciones fluctúan a lo largo de su ciclo, se producen continuos equilibrios, desequilibrios y reequilibrios. Se pasa del sentimiento a la razón, del sentir al saber, del enamoramiento al amor, de los cambios en los valores y objetivos de cada miembro de la pareja. Debemos saber que los cambios se producen y que la relación se va transformado y junto con ella, nosotros. Por lo tanto tenemos que intentar siempre el equilibrio a través de la comunicación fluida, la escucha activa, la tolerancia y el respeto mutuo.

El amor es un sentimiento. Creer que el amor es solo ese sentimiento inicial que nos arrebata la razón, es la causante de que tantas parejas se desvanezcan cuando esta sensación disminuye. El amor va más allá de las sensaciones iniciales de la atracción y del enamoramiento. Es un estado que requiere de estabilidad y compromiso para su mantenimiento. Las personas que solo viven el inicio de la relación, puesto que lo que viene después ya no les da la chispa ni la motivación necesaria, nunca conocerán, ni podrán ser responsables de una relación completa y gratificante.

Me conoce y adivina mis necesidades. Esta creencia suele afectar más a las mujeres. Es la creencia de que nuestro amado debe de darnos lo que queremos sin pedirlo, porque al pedirlo se pierde la magia y se produce una paradoja de la espontaneidad , puesto que si pedimos algo creemos que el otro lo hace por obligación y no porque lo desea. Pero la realidad es que los seres humanos no tenemos rayos laser que atraviesan las mentes de nuestros seres queridos y la única manera de saber lo que el otro desea es a través de la comunicación y la expresión de sentimientos y necesidades. Y si bien es cierto que al principio podemos hacer algo por el otro que no es espontaneo, más tarde cuando sabemos lo que le agrada a nuestra pareja podemos funcionar y realizar estas conductas por nosotros mismos, siendo tan espontaneas como deseadas por nuestro ser amado. La comunicación vuelve a ser la clave para prevenir las consecuencias de esta creencia errónea.

Si hay discusiones, no hay amor. Las discusiones en la pareja son comunes, puesto que estamos siempre equilibrando y reequilibrando nuestro estado dentro de ella. Yo distinguiría entre discusión y pelea. La primera es necesaria dentro de la pareja, puesto que se ponen de manifiesto dos posturas enfrentadas en un principio con la finalidad de llegar a un acuerdo, compromiso o solución favorable para ambos, en definitiva la discusión es constructiva y fomenta que la pareja se reequilibre, avance y crezca unida. Por otro lado la pelea tiene un componente negativo, puesto que no se llega a un acuerdo y suele aparecer como signo de poder y de lucha de egos, con la única finalidad de imponer una idea sobre nuestra pareja, es de corte destructivo y fomenta la desilusión y la frustración en ambos miembros, sobre todo si uno de los dos siempre suele ser el que siente que ha perdido (Dominancia-Sumisión). Las personas que discuten para nada están abocadas al fracaso, puesto que las discusiones llevan a buenas conclusiones al respecto de lo que se quiere, se desea y se necesita. Es más peligroso evitar discutir a toda costa ante las circunstancias que sean y sobre los problemas que vayan viniendo, puesto que al final uno puede acabar por no conocer en nada al otro, por la falta de comunicación y la inhibición de la necesidad de expresar sentimientos propios, por mucho que puedan generar una discusión. Siempre se ha de discutir temas polémicos a través de la asertividad y la empatía hacia el otro, buscando la queja justa y huyendo de las críticas perniciosas. En definitiva digamos que la discusión se nutre de quejas objetivas sobre una conducta concreta del amado y la pelea se alimenta de críticas destructivas sobre la personalidad del otro.

El amor de pareja es incondicional . La incondicionalidad tiene un precio, y es que al final damos más de lo que podemos acabar recibiendo. Debe haber un equilibrio pactado entre la pareja sobre la oferta y demanda en el cubrimiento de necesidades mutuo, sino se pueden dar casos de abuso del dominante sobre el sumiso. Estableciendo la premisa de que “si no me das lo que requiero es que me estas dejando de querer o ya no te necesito”. Cada pareja establece lo que está dispuesta a dar y recibir, hay parejas en las que se produce un desequilibrio pero al ser pactado, no se establece una relación insana puesto que ambos miembros están de acuerdo, siempre dentro de unos márgenes de humanidad y salud mental. El amor no ha de ser incondicional, todo debe estar dentro de unos límites aceptados por ambos miembros de la pareja.

Un hijo mejora la relación. Una de las soluciones que proponen ciertas parejas a la hora de mejorar la relación es la de tener un hijo, pues creen que así volverán a poseer un vinculo afectivo más estable y a la vez podrán centrase en el bebé más que en los conflictos que tienen sin resolver y estos se irán disolviendo solos con el amor que les otorgará su nuevo hijo. Pero los problemas sin resolver y el estrés adicional que aparece ante el cuidado que requiere un hijo, provoca que el problema se agrave aun más. Un hijo no es la solución a un conflicto no resuelto, sino un problema añadido.

Puedes transformar a tu pareja en alguien mejor. Se asume que los problemas que acontecen a la relación provienen de conductas insanas o inapropiadas (desde nuestro punto de vista) de nuestras parejas. Caemos en la denominada “Falacia del cambio ”, donde creemos que son los demás los que han de cambiar para conseguir nuestro propio bienestar. Pero por mucho que intentemos cambiar las conductas que nos irritan del otro, estas seguirán produciéndose si no hay un compromiso interno para promover el cambio por parte del amado, nosotros solo podemos sugerir que algo no nos gusta del otro y ver si existe la posibilidad de que nuestra pareja desee cambiarlo, pero no podemos externamente intentar cambiar al otro, puesto que lo único que nos provocará será una frustración superlativa y unas expectativas y creencias erróneas de que el otro está cambiando. Lo ideal es llegar a negociaciones y pactos que afecten por igual a los dos lados de la pareja como un “cambio por cambio”• y mantener el compromiso de cambiar la conducta que el otro no desea. También podemos acostumbrarnos a la personalidad de nuestro amado y dejar de ver como negativas ciertas conductas (siempre dentro de los limites de los derechos, deberes y libertades humanos).

Como hemos podido comprobar, muchas de estas creencias erronas se solventan con una comunicación fluida, donde predomina la asertividad, la empatía, la escucha activa, la mención de nuestros sentimientos y necesidades, la tolerancia y el respeto mutuo. Conocer y dejarnos conocer por el otro es la mejor manera de reconducir situaciones problemáticas que a la larga se pueden enquistar sino se solucionan a través de la comunicación.

viernes, 8 de junio de 2012

De la Filofobia a la adicción al amor romántico

Entendamos el enamoramiento y el amor dentro de un continuum, donde el punto medio es el equilibrio y el amor sano, y los extremos se muestran como perturbaciones y trastornos afectivos. En el extremo derecha encontramos la Filofobia y en el de la izquierda, la adicción al amor.

Podemos definir filofobia como un anormal miedo al amor, al enamoramiento y al compromiso. Lo manifiestan personas que se sienten impedidos para enamorase, lo que les comporta un sufrimiento y frustración enorme. La etiología de esta fobia parece de origen ambiental, es decir se aprendió en algún momento de la existencia de la persona, provocando una baja autoestima y un complejo de inferioridad . En la vida adulta los filofóbicos, suelen emprender relaciones tóxicas, o suelen ser ellos los que las intoxican, provocando profecías autocumplidas, puesto que incitan a la pareja con frases destructivas, a finalizar la relación y la pareja acaba cumpliendo la profecía impuesta por el filofóbico. Otras veces se enamoran de personas que no pueden conseguir, amores platónicos (amor no correspondido, que queda en el mero ideal) de los que saben ciertamente que no podrán ser correspondidos.

S. Carter y J. Sokol acuñan un término para describir las personas con miedo al compromiso “compromisofóbicos”, definiendo a estos como personas con un miedo aberrante a comprometerse en una relación amorosa, huyendo de las personas que parecen interesadas en ellos, interesándose por otras personas que también son “compromisofóbicas” , es decir otras personas que tampoco quieran asumir ningún compromiso.

Catalogan varios tipos de “compromisofóbicos”, entre los que podemos encontrar:

Gente programada para ser difícil y critica: gente práctica, del tipo de amor de Lee denominados pragmáticos o amor Pragma, donde se tiene muy en cuenta, de donde proviene el otro, si tiene estudios, de qué tipo de familia procede, cuál es su nivel económico, etc. Pero lo que los diferencia del amor Pragma, es que estas personas solo se fijan en las variables negativas con el propósito de no comprometerse, de no enamorarse.

Gente programada para una comunicación limitada: personas que no expresan sus sentimientos, se cierran en sí mismos, ponen barreras a la comunicación. Parece haber una relación con este tipo de personas y los de apego evitativo. La idea central de estas personas es convertirse en seres estancos, anti-comunicativos, para dificultar así la relación afectiva.

Gente programada para sentirse cómoda con los enfrentamientos: siempre buscan alguna excusa para discutir, su estimulo es la disputa, cualquier situación altera su estado. Posiblemente estas personas aprendieron en la infancia que la mejor manera de afrontar las relaciones era a través del enfrentamiento, este modelo de relación es el que utilizará después con su pareja.

Gente programada para provocar crisis: personas a las que le gustan los dramas, si no ven la vida como monótona y aburrida, sintiéndose vacíos. Suelen relacionarse con gente que también es problemática, ahuyentando a las personas que no son partidarias de los dramas. La crisis se utiliza como canalización para no mantener relaciones íntimas, la idea es huir de la intimidad del otro a través de la crisis.

Gente programada para elegir parejas inaccesibles: se sienten cómodos con otros “compromisofóbicos”. Dos suelen ser los motivos: se sienten entendidos y les resultan familiares estas relaciones. Puede haber un patrón afectivo en la infancia, como un padre inaccesible y áspero que no manifestaba su amor, que provoque la necesidad de buscar en la pareja este patrón de inaccesibilidad.

Gente programada para echarse atrás cuando alguien se acerca demasiado: personas que se agobian con facilidad ante la manifestación de amor de los demás. Hay una probable relación directa con las personas de apego evitativo, pues estas también se agobian ante las manifestaciones amorosas, no queriendo dar ni recibir amor.

Como podemos comprobar parece que se halla una relación comportamental entre los filofóbicos (“compromisofóbicos”) y las personas que tienden a un apego evitativo. Proveniente pues de una vinculación afectiva con padres que tienden a rechazar al niño o que se muestran incómodos expresando sus sentimientos y emociones. Las personas filofóbicas pueden haber sufrido una infancia compleja en cuanto a los sistemas afectivos que la familia utilizaba para interactuar con ellos, una disfuncionalidad que afectará a como ellos verán las relaciones posteriormente, siendo incapaces de tolerar las manifestaciones de amor de sus parejas, huyendo del compromiso que les provoca ansiedad o con distorsiones cognitivas que les llevan a creer que no son buenos para nadie y por ello han de alejarse de los demás, para no decepcionarlos con el tiempo.

Si el sufrimiento por no poder mantener una relación estable llega a estados intolerables, se debe plantear seriamente la consulta con un especialista en relaciones de pareja y terapia familiar, para subsanar el sufrimiento de la persona impedida para mantener relaciones amorosas.

Y no solo tienen problemas las personas que les es imposible mantener una relación, sino que aquellos que dependen de las relaciones también sufren, puesto que se sienten continuamente insatisfechos, con baja autoestima y se infravaloran. Este tipo de personas sufren un trastorno denominado “adicción al amor”.

Podemos definir la adicción al amor como una obsesión incontrolada hacia una persona, relación o romance (enamorados del amor) que dificulta mantener una relación sana y estable, provocando sufrimiento psicológico en la persona que la padece.

Tiene similitud con la dependencia emocional (incluso podemos añadir esta como un subtipo de adicción como veremos más adelante), con la diferencia de que en  la adicción al amor se depende de la relación en sí y no de una persona en concreto, por lo que se tiende a repetir con reiteración las mismas conductas independientemente de la personalidad del amado. Los estudios indican que hay una mayor tendencia a que los hombres sean adictos al amor y las mujeres dependientes emocionales.

La adicción al amor deriva de una distorsión de la realidad, provocando un hambre insaciable de poseer al amado y un miedo irrefrenable al abandono, como ocurre en las personas con apego inseguro tipo ambivalente.

Podemos establecer tres tipos distintos de adicción al amor según donde pongamos el centro o el protagonismo del objeto de la adicción:

Adicción sobre una persona: o como hemos comentado antes, dependencia emocional sobre el amado. La persona es incapaz de vivir sin el otro, no puede lograr una independencia.

Adicción a una relación: adicción a la idea de tener una relación, sin importar como es la personalidad del amado, están enamorados de la idea de tener una pareja, una relación, más que de la persona en concreto. La persona a amar se convierte en un ello, la relación que se establece es de yo-ello, por lo que el amado, no es tratado como una persona, sino como un objeto secundario de la pareja, interponiendo la relación sobre las necesidades del otro.

Adicción al romance: búsqueda incasable del romance, de la pasión, del enamoramiento inicial. Estas personas se hallan enamoradas del amor romántico, del chute de emociones que ello le comporta. Búsqueda de la seducción y la conquista por encima de la relación o del otro. Se convierten en depredadores de la pasión. El objeto amado no es relevante sino las sensaciones que le producen, cuando estas se desvanecen cambian de pareja, en busca de nuevas sensaciones, quedan afectados por un síndrome de “Don Juanismo”.

Los tipos de adicciones sobre una persona o relación parecen entablar relación directa con el tipo de apego inseguro ambivalente, donde el miedo al abandono se apodera de ellos y necesitan constantemente manifestaciones de amor, mostrándose celosos y muy susceptibles a los cambios de la pareja, no dejando que tengan una vida independiente. En estos casos se tiene un miedo extremo al abandono y a la soledad, necesitan constantemente al otro o mantener una relación a toda costa, para acallar la sensación de vacío, abandono y soledad. Y como el resto de tipos de apego, la adicción al amor parece entablar sus bases en las relaciones que de niño, el adicto, mantenía con sus vínculos afectivos, teniendo relaciones ambivalentes de amor y rechazo por parte de sus padres, siendo castigados, golpeados, con correspondiente sensación de culpa de los padres y la consecuente manifestación de amor y arrepentimiento, conductas estas azarosas y errantes que provocan en el niño un sentimiento de ambivalencia hacia sus padres. Después estos patrones de conducta los repetirá en la vida adulta, mostrando un miedo intolerable al abandono y la soledad.

Por su lado la adicción al romance, parece encajar mejor en el tipo de apego evitativo, puesto que no se ama a una persona, sino a la sensación que produce la pasión inicial, no requiere de compromiso, no ha de explayarse manifestándose como es, sus sentimientos, solo ha de conquistar, buscando relaciones pasajeras, que nunca culmina, por miedo a las relaciones (compromisofobia).

En definitiva, los extremos del continuo del amor, hacen que la persona sufra, puesto que la sensación de vacío nunca desaparece, mostrándose continuamente frustrados, ya sea a corto o largo plazo, según el tipo de trastorno. Tanto huir patológicamente del amor, como aferrase a él son dos extremos perjudiciales para el ser humano, provocando relaciones tóxicas e infelicidad.

El equilibrio parece seguir siendo la cura de todos los males de la humanidad.

sábado, 2 de junio de 2012

Tipos de apego y su relación con el amor

El apego es la manera que tenemos los seres humanos para mantener un vinculo especial con otro ser humano. Se puede definir este como una vinculación afectiva entre dos seres humanos, con la que se proporcionan cuidados, protección y atención empática e incorpora componentes sociales, emocionales, cognitivos y conductuales. Dos son los momentos clave, en la historia evolutiva de una persona, en los que aparece esta vinculación, con la diferencia básica de que el primer apego es asimétrico y el segundo simétrico (o al menos tiende a la simetría), estos dos momentos son: en la infancia, vinculación afectiva madre-hijo y posteriormente en la adultez, con una vinculación afectiva de pareja.

El primer autor que habló de esta vinculación afectiva en la infancia fue el psicoanalista inglés John Bowlby, el cual estableció su “Teoría del Apego”, donde formuló que los seres humanos han desarrollado un sistema innato del apego, integrado este por unas conductas y respuestas fisiológicas específicas. Como afirma el propio Bowlby: “Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación” .

Más tarde Mary Ainsworth, discípula de Bowlby, estableció tres tipos de vinculación afectiva derivados de sus investigaciones con niños de Uganda, caracterizados por unos patrones de conducta particulares en la relación que mantenían madre e hijo.

Y teniendo en cuenta las ideas de Bowlby y de Ainsworth, los psicólogos P. Shaver y C. Hazan, han aplicado estos conocimientos en el mundo adulto, en el segundo tipo de vinculación humana: el amor y la relación de pareja, donde la vinculación obtenida en la infancia cobrará un papel fundamental en el estilo de amar del adulto, manteniendo los mismos patrones afectivos.

Vamos en primer lugar a esbozar y entender los hallazgos de Mary Ainsworth, pues son la base de la investigación que nutrirá las teorías en el amor adulto de P. Shaver y C. Hazan.

Mary Ainsworth estableció tres tipos de vinculación afectiva o apego, según si la ansiedad se adueñaba de la relación que los niños mantenían o no. Estos tres tipos de apego son los siguientes:

Apego seguro: estos niños cuando están con su madre, se acercan y se alejan de ella explorando el entorno. Son niños que suelen cooperar y muestran poca agresividad. La relación con los padres suele ser íntima y relajada. Cuando la madre se aleja, ellos confían en que esta volverá.

Apego inseguro evitativo: Cuando está con la madre el niño juega sin incluirla a ella, pues se muestra indiferente o evasivo. La separación le es indiferente, ya que rara vez llora cuando la madre se aleja y cuando vuelve, no la mira, evitándola. La relación con los padres es baja, con tendencia a ignorarlos.

Apego inseguro ambivalente: Cuando esta la madre se relaciona poco con ella y si lo hace es de forma ambivalente (aproximación y rechazo). No desea separarse de la madre, pero cuando se separan el niño llora constantemente, no parece tener consuelo, aunque cuando la madre vuelve este se acerca pero puede castigarla, chillándole, buscan su contacto a la misma vez que la rechazan. Son dependientes y tienen falta de autonomía.

Más tarde se añadió otro tipo de vinculación para hijos de madres depresivas o alcohólicas, donde la vida familiar suele estar desestructurada:

Apego desorganizado: muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Movimientos repetitivos de balanceo o posturas extravagantes. Pueden manifestar miedo a los padres.

Con lo visto hasta el momento, podemos valorar la importancia que cobra la educación y el estilo afectivo que los padres mantendrán con sus hijos, pues estos quedaran influenciados y sus esquemas cerebrales impregnados con el afecto recibido por ellos. También es cierto que el ser humano parte con un estilo de apego inicial, aunque como manifiesta la corriente epigeneticista, partimos de unas conductas de corte genético, pero que son modificadas por las experiencias que vivimos, gracias a la plasticidad neuronal que poseemos, es decir, comenzamos con una base genética que es modificada por el ambiente y las experiencias vividas en él, el niño podría tener una tendencia innata a un apego seguro, pero el cuidado ambivalente de los padres podría producir en este un apego inseguro ambivalente. Aunque para autores como Goleman, el apego no parece deberse a la genética, sino que es aprendido desde la infancia.

Como manifiesta Sternberg “cuanto más unida haya sido la familia de una persona, mejor resulta ésta como miembro de una pareja en una relación íntima (…) para que una persona se enamore con éxito, necesita buenos modelos”. Aunque en estos casos también existen los opuestos con la intención de no repetir conductas que rechazamos de nuestros padres, por ejemplo, un hombre que de pequeño vivió el rechazo de su madre, puede este luchar contra el apego que mantenían, intentando hacer lo contrario de lo que vivió en la infancia, siendo atento con su hijo. Pero la tendencia es repetir el patrón de conducta aprendido en la infancia, sabiendo que este puede ser modificado con la experiencia.

Así las conductas de los padres con respecto al afecto mostrado a su hijo, se pueden clasificar de la siguiente manera: Padres seguros, Padres evitativos, Padres ambivalentes, Padres desorganizados.

Según el estilo que los padres tengan sobre el hijo, este afectara posteriormente en como el hijo se comportará con los demás de adulto, cuando mantenga una relación amorosa.

Serian Shaver y Hazan quienes estudiarían los vínculos afectivos de apego en adultos, en las relaciones amorosas, basándose en el concepto de apego de Bowlby y las investigaciones de Ainsworth.

Para ambos psicólogos, los enamorados románticos tienden a adoptar uno de los estilos de apego vistos, en la relación, proviniendo este, en mayor grado, de la vinculación que obtuvo con su madre. Por lo que se puede hacer una clasificación de los estilos en la forma de amar en adultos:

Enamorados seguros: facilidad para acercarse a los otros. La dependencia no les preocupa. No tienen preocupaciones por el abandono de la pareja, no se muestran celosos y no les afecta la proximidad excesiva del amado. Se muestran tanto íntimos como autónomos. Mantienen relaciones felices y confiadas con sus parejas. Expresan abiertamente sus preocupaciones y solucionan sus conflictos de manera constructiva, sin rencor. Creen en la durabilidad del amor romántico. Se muestran interdependientes en la relación. Dan por sentado que su pareja se hallará presente en los momentos difíciles y angustiosos, como ellos lo harán en su caso. Se consideran merecedores de respeto, afecto e interés, y también creen que los demás son amables y accesibles. Sus relaciones son próximas y confiadas. Se establece una conexión adecuada entre la vía cerebral superior y la inferior, hallándose un equilibrio entre ambas que favorecen el clima emocional adecuado en la relación de pareja.

Enamorados esquivos: se sienten incómodos con la proximidad de otras personas, no confían en los demás fácilmente, no quieren depender de nadie. Suelen sentir que sus compañeros desean más afecto del que pueden dar y que los otros dan más de lo que desea recibir. No confían en que el amor romántico perdure. Necesitan ser independientes y autosuficientes. Ante la ansiedad buscan menos apoyo que sus parejas y tampoco ayudan a estas cuando están tensas y ansiosas. Huyen de la intimidad por miedo al rechazo. Reprimen sus emociones y sus sentimientos de angustia y ante esta actúan intentando solucionarla por ellos mismos, sin la ayuda de nadie. Pueden tender hacia la filofobia (miedo extremo al amor). Parece que hay una preponderancia en el uso de la vía superior sobre la inferior, no dejando y restringiendo las emociones primitivas a la mínima expresión.

Podemos encontrar dos tipos de evasivos:

a) Estilo temeroso: vive el temor al rechazo con una alta ansiedad y temen que sus parejas les hagan daño.
b) Estilo devaluador: estos intentan mantener una sensación de autosuficiencia e independencia, con lo que mantienen un nivel bajo de ansiedad.

Enamorados ambivalentes: desean proximidad continua y creen que los demás se resisten a esta proximidad. Temen por el abandono de la pareja, se muestran celosos y creen que el otro no les ama realmente, necesitan continuas muestras de amor. Se debaten entre el amor-odio. Sus emociones son intensas, más celos, más pasión y mayor deseo de fundirse con el otro. Sienten más rabia y hostilidad hacia sus parejas después de un conflicto. Pueden provocar el alejamiento de su pareja por una profecía autocumplida al creer que el otro no le ama lo suficiente incentivando al amado a comportarse así. Son personas propensas a la “adicción al amor”, siendo muy dependientes emocionalmente hablando. Ante la angustia, sienten la necesidad imperiosa de depender de los demás. Podríamos entender que es la vía inferior la que domina la situación comportamental en estas personas, bloqueando a la vía superior en momentos de angustia. Son el grupo que más baja tiene la autoestima y los más propensos al maltrato y la psicopatología.

Queda claro que las relaciones donde mora el equilibrio, donde se produce una mayor estabilidad y donde se establecen las relaciones más sanas son ante estilos de apego seguro. Incluso cuando un miembro de la pareja es de tipo seguro y el otro no, este puede modificar la conducta de aquel, volviéndolo más confiado y seguro, pues esta vinculación puede modificarse, por el aprendizaje de patrones más adaptativos y estables. Y es que el tiempo puede modificar nuestro estilo de apego, haciendo que la pareja se vuelva más similar, tendiendo a un equilibrio interno (si este no se produce, la pareja puede verse envuelta en conflictos insolubles con la posibilidad de ruptura).El aprendizaje y la experiencia modifican nuestros estilos y podemos pasar de seguros a inseguros y viceversa. Por otro lado estos tres tipos de apego están expresados de forma estanca, es decir, se han puesto sus características más reconocibles, pero los seres humanos no solemos ser así de concretos y podemos diferir en cuanto al grado de permanencia en un estilo de apego. Una persona no suele ser 100% evitativo, quizás también tenga partes de los otros tipos de apego, aunque tenga una tendencia mayor a un tipo concreto. Debemos pues, evaluar en grados nuestro tipo de vinculación sabiendo que quizás poseamos un poco de cada y una tendencia mayor a uno concreto.

En definitiva, la finalidad del apego es doble, por un lado nos proporciona consuelo y por otro cobijo y ambos se dan en las relaciones sanas con apego seguro. Cuando vamos al rescate emocional de nuestra pareja, cuando ella tiene una dificultad y le proporcionamos seguridad, además de conseguir que mantenga su autoestima alta, estaremos fomentando una relación sana, y nuestra pareja podrá avanzar en el transcurso de su vida, apoyado por nosotros y conseguirá emprender tanto grandes como pequeñas hazañas. Como afirma Bowlby, cuanto mayor sea la protección y seguridad que nos brinda nuestra pareja, más lejos podrá llegar nuestra exploración del mundo. Al contrario, cuanto más controladores e intrusivos seamos con las conductas de nuestro amado, menos oportunidad le daremos de crecer, volviéndose inseguro y deprimido, a causa de nuestros intentos de control. Los estilos de apego ansiosos, no ayudan a generar confianza, seguridad y consuelo, puesto que a los ambivalentes les resulta difícil dejar el espacio de libertad que la pareja necesita y los evitativos no cumplen la función de rescatar a su pareja en momentos emocionales tensos y no pueden proporcionar un refugio seguro.

Y por ello se hace tan importante saber a qué tendemos nosotros y cuál es el estilo de nuestra pareja. Sabiendo que vinculación afectiva poseen ambos miembros de la pareja podemos atajar las desventajas de estos y centrarnos en sus ventajas, alcanzando un mayor conocimiento de mostros mismos y de nuestros amados, para una mejora de la felicidad conyugal o de pareja.

Por último, nos interesaremos por la base biológica del apego y como este influye sobre la pasión y el deseo.

Para Sternberg “la disminución de la pasión puede ser interpretada como el desarrollo de un apego de creciente seguridad, con su consecuente reducción de la incertidumbre”, se plantea aquí la idea de que el apego puede intervenir sobre la pasión, disminuyéndola, pues a mayor apego seguro menor pasión, puesto que ya no hay una lucha ocasionada por la incertidumbre inicial de toda relación.

Y esto tiene que ver en cómo se comporta nuestro cerebro cuando mantiene un vinculo afectivo, pues según afirma Goleman: “cada uno de esos tres estilos refleja diferencias concretas en los circuitos del sistema cerebral del apego”. En cada tipo de apego se pone de manifiesto la utilización de una parte de nuestro sistema cerebral, “las mujeres seguras activan fácilmente el interruptor neuronal del área orbitofrontal que sosiega la inquietud generada por el lóbulo temporal anterior” (Goleman en Inteligencia Social). Los evasivos por su lado parecen mantener una distancia protectora de sus sentimientos perturbadores en detrimento de la conexión emocional.

Podríamos relacionar los tipos de vías cerebrales (estudiados anteriormente) con los tipos de apego, así las personas con apego seguro parecen equilibrar las dos vías sacando el mejor partido de cada una de ellas, los evasivos parece que muestran una preferencia por la vía superior, evitando dejarse llevar por las emociones y procurando ser lo más independientes posibles y en contra los ambivalentes parecen preferir la vía inferior, dejándose llevar por los arrebatos pasionales que la amígdala provoca.

Para Helen Fisher nuestros estados de apego se relacionan a ciertas sustancias que librea nuestro organismo: “La naturaleza, pues ha dotado a los mamíferos de una sustancia química para que desarrollen el instinto paternal: la vasopresina”. Parece que esta sustancia es la encargada de conseguir que el hombre quede aferrado a su pareja y que la relación no acabe en un simple encuentros sexual y que este a su vez sea capaz de cuidar a su descendencia.

La otra sustancia que juega un papel decisivo en el apego es la oxcitosina. Esta se fabrica en el hipotálamo, en ovarios y testículos. Esta hormona se libera en el parto y estimula la unión entre madre e hijo y parece estar asociada también al vínculo de apego entre los padres. Se segrega también en dos momentos clave, durante la estimulación de los genitales y pezones y durante el orgasmo. Tanto la oxcitosina como la vasopresina contribuyen a la sensación de fusión, de cercanía y en consecuencia de apego después de disfrutar de una relación sexual.

Pero parece que la química del apego suele socavar a la química del deseo, en palabras de Fisher: “En algunos casos, la dopamina y la norepinefrina pueden estimular la liberación de oxcitosina y vasopresina y contribuir de este modo a aumentar nuestro sentimiento de apego. Pero el aumento de los niveles de oxcitosina (…) puede interferir también en la actividad de la dopamina y norepinefrina en el cerebro, disminuyendo el impacto de esas sustancias excitantes. De ahí que la química del apego puede sofocar la química del amor”.

Podríamos concluir, que dos personas comienzan enamorándose, con el consecuente aluvión de DA y NE , conforme va pasando el tiempo el vinculo afectivo de apego va creciendo, entrando en juego la oxcitosina y la vasopresina, disminuyendo la pasión (como hemos visto), pasando del enamoramiento al amor (menor pasión puesto que las sustancias comentadas se solapan y las del apego emergen en contraposición a las de la pasión). Una vez más podemos confirmar que enamoramiento y amor son dos sucesos de un mismo continuo pero diferentes tanto en su composición química como en sus efectos conductuales.

DELIRIOS Y LOCURA

DELIRIOS Y LOCURA

Delirios y otros problemas

Bienllegados a la pagina donde todos vuestros delirios serán recompensados con miradas de incomprensión y rechazo amable.
Nos movemos incesantemente por sendas incautas, ataques de locura anonimos y vulgaridades encendidas por el alcohol de cualquier cantina.
No vengo a vender nada de valor ni a regalar una sonrisa verdadera, vengo para quedarme sentado mientras tu disfrutas de la ignorancia de los demás.
Vengo para quedarme sentado entre tus historias de a media tarde, para escucharlas, leerlas y enmudecer al ver que todos somos tan parecidos, tan complejamente simples.....
Me siento y te escucho. Sientate y escuchate. Sentemonos a escucharnos.Escuchame si puedes.