sábado, 2 de junio de 2012

Tipos de apego y su relación con el amor

El apego es la manera que tenemos los seres humanos para mantener un vinculo especial con otro ser humano. Se puede definir este como una vinculación afectiva entre dos seres humanos, con la que se proporcionan cuidados, protección y atención empática e incorpora componentes sociales, emocionales, cognitivos y conductuales. Dos son los momentos clave, en la historia evolutiva de una persona, en los que aparece esta vinculación, con la diferencia básica de que el primer apego es asimétrico y el segundo simétrico (o al menos tiende a la simetría), estos dos momentos son: en la infancia, vinculación afectiva madre-hijo y posteriormente en la adultez, con una vinculación afectiva de pareja.

El primer autor que habló de esta vinculación afectiva en la infancia fue el psicoanalista inglés John Bowlby, el cual estableció su “Teoría del Apego”, donde formuló que los seres humanos han desarrollado un sistema innato del apego, integrado este por unas conductas y respuestas fisiológicas específicas. Como afirma el propio Bowlby: “Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación” .

Más tarde Mary Ainsworth, discípula de Bowlby, estableció tres tipos de vinculación afectiva derivados de sus investigaciones con niños de Uganda, caracterizados por unos patrones de conducta particulares en la relación que mantenían madre e hijo.

Y teniendo en cuenta las ideas de Bowlby y de Ainsworth, los psicólogos P. Shaver y C. Hazan, han aplicado estos conocimientos en el mundo adulto, en el segundo tipo de vinculación humana: el amor y la relación de pareja, donde la vinculación obtenida en la infancia cobrará un papel fundamental en el estilo de amar del adulto, manteniendo los mismos patrones afectivos.

Vamos en primer lugar a esbozar y entender los hallazgos de Mary Ainsworth, pues son la base de la investigación que nutrirá las teorías en el amor adulto de P. Shaver y C. Hazan.

Mary Ainsworth estableció tres tipos de vinculación afectiva o apego, según si la ansiedad se adueñaba de la relación que los niños mantenían o no. Estos tres tipos de apego son los siguientes:

Apego seguro: estos niños cuando están con su madre, se acercan y se alejan de ella explorando el entorno. Son niños que suelen cooperar y muestran poca agresividad. La relación con los padres suele ser íntima y relajada. Cuando la madre se aleja, ellos confían en que esta volverá.

Apego inseguro evitativo: Cuando está con la madre el niño juega sin incluirla a ella, pues se muestra indiferente o evasivo. La separación le es indiferente, ya que rara vez llora cuando la madre se aleja y cuando vuelve, no la mira, evitándola. La relación con los padres es baja, con tendencia a ignorarlos.

Apego inseguro ambivalente: Cuando esta la madre se relaciona poco con ella y si lo hace es de forma ambivalente (aproximación y rechazo). No desea separarse de la madre, pero cuando se separan el niño llora constantemente, no parece tener consuelo, aunque cuando la madre vuelve este se acerca pero puede castigarla, chillándole, buscan su contacto a la misma vez que la rechazan. Son dependientes y tienen falta de autonomía.

Más tarde se añadió otro tipo de vinculación para hijos de madres depresivas o alcohólicas, donde la vida familiar suele estar desestructurada:

Apego desorganizado: muestran comportamientos contradictorios e inconsistentes. Movimientos repetitivos de balanceo o posturas extravagantes. Pueden manifestar miedo a los padres.

Con lo visto hasta el momento, podemos valorar la importancia que cobra la educación y el estilo afectivo que los padres mantendrán con sus hijos, pues estos quedaran influenciados y sus esquemas cerebrales impregnados con el afecto recibido por ellos. También es cierto que el ser humano parte con un estilo de apego inicial, aunque como manifiesta la corriente epigeneticista, partimos de unas conductas de corte genético, pero que son modificadas por las experiencias que vivimos, gracias a la plasticidad neuronal que poseemos, es decir, comenzamos con una base genética que es modificada por el ambiente y las experiencias vividas en él, el niño podría tener una tendencia innata a un apego seguro, pero el cuidado ambivalente de los padres podría producir en este un apego inseguro ambivalente. Aunque para autores como Goleman, el apego no parece deberse a la genética, sino que es aprendido desde la infancia.

Como manifiesta Sternberg “cuanto más unida haya sido la familia de una persona, mejor resulta ésta como miembro de una pareja en una relación íntima (…) para que una persona se enamore con éxito, necesita buenos modelos”. Aunque en estos casos también existen los opuestos con la intención de no repetir conductas que rechazamos de nuestros padres, por ejemplo, un hombre que de pequeño vivió el rechazo de su madre, puede este luchar contra el apego que mantenían, intentando hacer lo contrario de lo que vivió en la infancia, siendo atento con su hijo. Pero la tendencia es repetir el patrón de conducta aprendido en la infancia, sabiendo que este puede ser modificado con la experiencia.

Así las conductas de los padres con respecto al afecto mostrado a su hijo, se pueden clasificar de la siguiente manera: Padres seguros, Padres evitativos, Padres ambivalentes, Padres desorganizados.

Según el estilo que los padres tengan sobre el hijo, este afectara posteriormente en como el hijo se comportará con los demás de adulto, cuando mantenga una relación amorosa.

Serian Shaver y Hazan quienes estudiarían los vínculos afectivos de apego en adultos, en las relaciones amorosas, basándose en el concepto de apego de Bowlby y las investigaciones de Ainsworth.

Para ambos psicólogos, los enamorados románticos tienden a adoptar uno de los estilos de apego vistos, en la relación, proviniendo este, en mayor grado, de la vinculación que obtuvo con su madre. Por lo que se puede hacer una clasificación de los estilos en la forma de amar en adultos:

Enamorados seguros: facilidad para acercarse a los otros. La dependencia no les preocupa. No tienen preocupaciones por el abandono de la pareja, no se muestran celosos y no les afecta la proximidad excesiva del amado. Se muestran tanto íntimos como autónomos. Mantienen relaciones felices y confiadas con sus parejas. Expresan abiertamente sus preocupaciones y solucionan sus conflictos de manera constructiva, sin rencor. Creen en la durabilidad del amor romántico. Se muestran interdependientes en la relación. Dan por sentado que su pareja se hallará presente en los momentos difíciles y angustiosos, como ellos lo harán en su caso. Se consideran merecedores de respeto, afecto e interés, y también creen que los demás son amables y accesibles. Sus relaciones son próximas y confiadas. Se establece una conexión adecuada entre la vía cerebral superior y la inferior, hallándose un equilibrio entre ambas que favorecen el clima emocional adecuado en la relación de pareja.

Enamorados esquivos: se sienten incómodos con la proximidad de otras personas, no confían en los demás fácilmente, no quieren depender de nadie. Suelen sentir que sus compañeros desean más afecto del que pueden dar y que los otros dan más de lo que desea recibir. No confían en que el amor romántico perdure. Necesitan ser independientes y autosuficientes. Ante la ansiedad buscan menos apoyo que sus parejas y tampoco ayudan a estas cuando están tensas y ansiosas. Huyen de la intimidad por miedo al rechazo. Reprimen sus emociones y sus sentimientos de angustia y ante esta actúan intentando solucionarla por ellos mismos, sin la ayuda de nadie. Pueden tender hacia la filofobia (miedo extremo al amor). Parece que hay una preponderancia en el uso de la vía superior sobre la inferior, no dejando y restringiendo las emociones primitivas a la mínima expresión.

Podemos encontrar dos tipos de evasivos:

a) Estilo temeroso: vive el temor al rechazo con una alta ansiedad y temen que sus parejas les hagan daño.
b) Estilo devaluador: estos intentan mantener una sensación de autosuficiencia e independencia, con lo que mantienen un nivel bajo de ansiedad.

Enamorados ambivalentes: desean proximidad continua y creen que los demás se resisten a esta proximidad. Temen por el abandono de la pareja, se muestran celosos y creen que el otro no les ama realmente, necesitan continuas muestras de amor. Se debaten entre el amor-odio. Sus emociones son intensas, más celos, más pasión y mayor deseo de fundirse con el otro. Sienten más rabia y hostilidad hacia sus parejas después de un conflicto. Pueden provocar el alejamiento de su pareja por una profecía autocumplida al creer que el otro no le ama lo suficiente incentivando al amado a comportarse así. Son personas propensas a la “adicción al amor”, siendo muy dependientes emocionalmente hablando. Ante la angustia, sienten la necesidad imperiosa de depender de los demás. Podríamos entender que es la vía inferior la que domina la situación comportamental en estas personas, bloqueando a la vía superior en momentos de angustia. Son el grupo que más baja tiene la autoestima y los más propensos al maltrato y la psicopatología.

Queda claro que las relaciones donde mora el equilibrio, donde se produce una mayor estabilidad y donde se establecen las relaciones más sanas son ante estilos de apego seguro. Incluso cuando un miembro de la pareja es de tipo seguro y el otro no, este puede modificar la conducta de aquel, volviéndolo más confiado y seguro, pues esta vinculación puede modificarse, por el aprendizaje de patrones más adaptativos y estables. Y es que el tiempo puede modificar nuestro estilo de apego, haciendo que la pareja se vuelva más similar, tendiendo a un equilibrio interno (si este no se produce, la pareja puede verse envuelta en conflictos insolubles con la posibilidad de ruptura).El aprendizaje y la experiencia modifican nuestros estilos y podemos pasar de seguros a inseguros y viceversa. Por otro lado estos tres tipos de apego están expresados de forma estanca, es decir, se han puesto sus características más reconocibles, pero los seres humanos no solemos ser así de concretos y podemos diferir en cuanto al grado de permanencia en un estilo de apego. Una persona no suele ser 100% evitativo, quizás también tenga partes de los otros tipos de apego, aunque tenga una tendencia mayor a un tipo concreto. Debemos pues, evaluar en grados nuestro tipo de vinculación sabiendo que quizás poseamos un poco de cada y una tendencia mayor a uno concreto.

En definitiva, la finalidad del apego es doble, por un lado nos proporciona consuelo y por otro cobijo y ambos se dan en las relaciones sanas con apego seguro. Cuando vamos al rescate emocional de nuestra pareja, cuando ella tiene una dificultad y le proporcionamos seguridad, además de conseguir que mantenga su autoestima alta, estaremos fomentando una relación sana, y nuestra pareja podrá avanzar en el transcurso de su vida, apoyado por nosotros y conseguirá emprender tanto grandes como pequeñas hazañas. Como afirma Bowlby, cuanto mayor sea la protección y seguridad que nos brinda nuestra pareja, más lejos podrá llegar nuestra exploración del mundo. Al contrario, cuanto más controladores e intrusivos seamos con las conductas de nuestro amado, menos oportunidad le daremos de crecer, volviéndose inseguro y deprimido, a causa de nuestros intentos de control. Los estilos de apego ansiosos, no ayudan a generar confianza, seguridad y consuelo, puesto que a los ambivalentes les resulta difícil dejar el espacio de libertad que la pareja necesita y los evitativos no cumplen la función de rescatar a su pareja en momentos emocionales tensos y no pueden proporcionar un refugio seguro.

Y por ello se hace tan importante saber a qué tendemos nosotros y cuál es el estilo de nuestra pareja. Sabiendo que vinculación afectiva poseen ambos miembros de la pareja podemos atajar las desventajas de estos y centrarnos en sus ventajas, alcanzando un mayor conocimiento de mostros mismos y de nuestros amados, para una mejora de la felicidad conyugal o de pareja.

Por último, nos interesaremos por la base biológica del apego y como este influye sobre la pasión y el deseo.

Para Sternberg “la disminución de la pasión puede ser interpretada como el desarrollo de un apego de creciente seguridad, con su consecuente reducción de la incertidumbre”, se plantea aquí la idea de que el apego puede intervenir sobre la pasión, disminuyéndola, pues a mayor apego seguro menor pasión, puesto que ya no hay una lucha ocasionada por la incertidumbre inicial de toda relación.

Y esto tiene que ver en cómo se comporta nuestro cerebro cuando mantiene un vinculo afectivo, pues según afirma Goleman: “cada uno de esos tres estilos refleja diferencias concretas en los circuitos del sistema cerebral del apego”. En cada tipo de apego se pone de manifiesto la utilización de una parte de nuestro sistema cerebral, “las mujeres seguras activan fácilmente el interruptor neuronal del área orbitofrontal que sosiega la inquietud generada por el lóbulo temporal anterior” (Goleman en Inteligencia Social). Los evasivos por su lado parecen mantener una distancia protectora de sus sentimientos perturbadores en detrimento de la conexión emocional.

Podríamos relacionar los tipos de vías cerebrales (estudiados anteriormente) con los tipos de apego, así las personas con apego seguro parecen equilibrar las dos vías sacando el mejor partido de cada una de ellas, los evasivos parece que muestran una preferencia por la vía superior, evitando dejarse llevar por las emociones y procurando ser lo más independientes posibles y en contra los ambivalentes parecen preferir la vía inferior, dejándose llevar por los arrebatos pasionales que la amígdala provoca.

Para Helen Fisher nuestros estados de apego se relacionan a ciertas sustancias que librea nuestro organismo: “La naturaleza, pues ha dotado a los mamíferos de una sustancia química para que desarrollen el instinto paternal: la vasopresina”. Parece que esta sustancia es la encargada de conseguir que el hombre quede aferrado a su pareja y que la relación no acabe en un simple encuentros sexual y que este a su vez sea capaz de cuidar a su descendencia.

La otra sustancia que juega un papel decisivo en el apego es la oxcitosina. Esta se fabrica en el hipotálamo, en ovarios y testículos. Esta hormona se libera en el parto y estimula la unión entre madre e hijo y parece estar asociada también al vínculo de apego entre los padres. Se segrega también en dos momentos clave, durante la estimulación de los genitales y pezones y durante el orgasmo. Tanto la oxcitosina como la vasopresina contribuyen a la sensación de fusión, de cercanía y en consecuencia de apego después de disfrutar de una relación sexual.

Pero parece que la química del apego suele socavar a la química del deseo, en palabras de Fisher: “En algunos casos, la dopamina y la norepinefrina pueden estimular la liberación de oxcitosina y vasopresina y contribuir de este modo a aumentar nuestro sentimiento de apego. Pero el aumento de los niveles de oxcitosina (…) puede interferir también en la actividad de la dopamina y norepinefrina en el cerebro, disminuyendo el impacto de esas sustancias excitantes. De ahí que la química del apego puede sofocar la química del amor”.

Podríamos concluir, que dos personas comienzan enamorándose, con el consecuente aluvión de DA y NE , conforme va pasando el tiempo el vinculo afectivo de apego va creciendo, entrando en juego la oxcitosina y la vasopresina, disminuyendo la pasión (como hemos visto), pasando del enamoramiento al amor (menor pasión puesto que las sustancias comentadas se solapan y las del apego emergen en contraposición a las de la pasión). Una vez más podemos confirmar que enamoramiento y amor son dos sucesos de un mismo continuo pero diferentes tanto en su composición química como en sus efectos conductuales.

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