¿Puede que las relaciones de
pareja en el ser humano tengan fecha de caducidad? ¿Qué ocurre en nuestros
cerebros cuando detectamos a una persona que nos gusta? ¿Cuánto duran estos
procesos?
Parece que cuando nuestros ojos
atisban a un ser que nos agrada, en nuestro cerebro se ponen en marcha una
serie de neurotransmisores como son la dopamina (DO) y la feniletilamina (FEA) entre otros, y si interactuamos con esta
persona que nos atrae puede que estas sustancias provoquen que acabemos enamorándonos.
Este sería el primer paso.

Las investigaciones indican que
una gran cantidad de parejas, en muchos países distintos, concluyen sus
noviazgos sobre los cuatro años de media.
Parece que sobre los 4 años las
sustancias que nos inducían al enamoramiento se apaciguan, nos habituamos a ellas.
Las personas perciben entonces que la relación ha cambiado, ya no sienten la
euforia que les llevo a cometer las locuras de amor pasadas, sienten que la
relación se ha adormecido, pero realmente lo que está ocurriendo es un segundo
proceso: el apego.
Si la FEA es una de las sustancias más relevantes en un principio, ahora cobra fuerza otro tipo de
sustancias que también nos aportan placer pero que su influencia es menos
intensa, son las llamadas endorfinas
(opioides endógenos) y lo que provoca en nosotros es la sensación de bienestar
cuando estamos cerca del ser amado, sentimos seguridad y apaciguamiento.
Las personas que viven de
emociones intensas puede que este relajamiento no les siente bien y comiencen a
pensar que la relación ya ha perdido todo su sentido, con lo que abandonan al
ser amado (posiblemente aquí se enmarquen también los adictos al
enamoramiento). Sin embargo las personas que están preparadas para continuar con
la relación, sabiendo que todo cambia, y que las relaciones son parte de un
proceso en continua modificación, sentirán con placer esta sensación de
seguridad y tranquilidad que le aporta ahora la relación.
El enamoramiento, si nos basamos
en las sustancias químicas que lo componen, podemos decir que tiene fecha de
caducidad, y o pasamos al vacío existencial y abandono de la relación o a
continuar por la senda del apego. Aunque es demasiado arriesgado hablar en términos
absolutos, puesto que tanto el enamoramiento como el apego pueden aparecer y
desaparecer en una misma relación, surgir y resurgir, pueden caducar y volver a
aflorar, solo que quizás no con la fuerza inicial.
Lo que las investigaciones han
dejado patente es que algo ocurre cuando llevamos unos cuatro años de relación
con la misma pareja, puesto que muchas de estas deciden poner fin a su idilio
amoroso, puede que el descenso de las sustancias químicas de nuestro cerebro tenga
bastante que ver (algunos científicos aducen que esto es debido a que el ser
humano tiende a la poligamia o a la
monogamia en serie[1]). Siempre nos quedará la
motivación de querer continuar con el ser amado, ya que nosotros podemos
imponernos a nuestros impulsos biológicos.
[1]
Monogamia en serie: persona que tiene una relación monógama pero cada cierto
tiempo deja a una pareja para irse con otra, así sucesivamente.