jueves, 5 de noviembre de 2015

Sistema de cuidados en la pareja. Una vinculación necesaria para las relaciones amorosas.

Cuidar y ser cuidados, es una necesidad convertida en costumbre para el ser humano, desde que nacemos. Los neonatos son seres completamente indefensos que necesitan de un sistema de vinculación sustentado, evolutiva, fisiológica, cultural y socialmente, con el objetivo de promover el cuidado, afecto y atención necesarios para que los recién nacidos tengan cubiertas sus necesidades vitales y afectivas.


Esta vinculación nace desde la asimetría, damos todo al recién nacido sin esperar nada a cambio, bueno, hay que apostillar que, la sonrisa del bebé que mira a la madre/padre, le obnubila y llena de júbilo, siendo un gran reforzador del vinculo. Nacemos con la necesidad de vincularnos, pero ¿llegamos a perder esta necesidad en algún momento de nuestra existencia?

Somos seres sociales, tan sociales, que si estuviéramos solos en el mundo, a nuestro cerebro le resultaría muy difícil seguir configurado en el modo cordura. Las personas con necesidades afectivas, que tienen poco contacto con otras personas, desarrollan la costumbre de hablar en voz alta para sí mismas, posiblemente para seguir estimulando el cerebro, pues necesitamos continuos estímulos para no caer en la enajenación. Somos sociales por placer y por pura necesidad.

Dejada atrás la niñez, parece que uno de los grandes esfuerzos mentales de los recién llegados a la pubertad, es buscar pareja. Encontrar un vínculo especial, que les ayude a expresar sus emociones, sentimientos, a reafirmar su autoestima. Un lazo exclusivo que les introduzca en el mundo del amor y del cuidado del otro. Parece que seguimos necesitando una vinculación concreta con otro ser humano. Y para que esta vinculación tenga consistencia ha de apoyarse en lo que conocemos como sistema de cuidados de la pareja.


Entendemos por sistema de cuidados de la pareja al conjunto de comportamientos que promueven el cuidado, protección y demostraciones de afecto para que nuestra pareja sienta bienestar a nuestro lado. Ambos miembros de una pareja  están atentos, cuidan y manifiestan sus sentimientos, de tal modo que se produce un mutuo bienestar, procurando que la relación sea equitativa y justa, evitando la explotación del otro, la violencia y cualquier tipo de agresión. Por desgracia, como bien sabemos, no en todas las relaciones de pareja aparece este sistema de cuidados (violencia de género, maltrato psicológico y físico, indiferencia ante los problemas del otro, odio…) siendo una ausencia grave en las relaciones tóxicas asimétricas.

Cada pareja establece el grado de simetría afectiva que desea, puede que un miembro de la pareja desee dar mucho pero se contenta con recibir poco o que ambos deseen dar mucho y recibir mucho, etc. Estos vínculos son respetables siempre que cada miembro sienta que no se están violando sus derechos humanos y sexuales, pues en el caso de sentirse agraviado, violado o en inferioridad, automáticamente, deben de reajustar su manera de comunicarse para alcanzar de nuevo la equidad deseada (equidad que puede ser real o percibida subjetivamente). Preferimos, en este caso, hablar de equidad y no de igualdad, pues esta refleja lo que cada parte de la pareja necesita del otro, siendo en algunos casos, necesidades no igualitarias.

Parece claro pues, que seguimos queriendo vincularnos a otro ser humano durante toda la vida. Sin embargo, otros autores, se resisten a este hecho. Parten de la hipótesis de que el apego o la necesidad de vinculación, es una necesidad que nace desde el egoísmo, provocando que veamos al otro, no como un ser humano libre, sino como un objeto a amar, una posesión. Argumentan que para amar de verdad debemos separarnos y superar la necesidad de vinculación queriendo al otro desde la más pura e inmensa libertad. No hay un vínculo de apego que les une, están con el otro, por encima y a pesar de la necesidad humana de apego. Para amar, hay que despojarse de la necesidad de poseer al otro. Sin un vínculo de apego se consigue un amor más puro y real. Es un enlace más espiritual que material “yo soy libre, tu eres libre”. Desde esta visión, el apego viene diseñado como un sistema egoísta de vinculación, que se nutre de la necesidad de necesitar al otro para sobrevivir, para ser feliz, perdiendo la autonomía y la capacidad de ser independiente tanto afectiva como físicamente. Nos invitan a que aprendamos a desapegarnos, a perder los vínculos con las cosas materiales que nos atrapan, pues en este caso, utilizamos al otro como un bien material más y no como un ser humano libre e independiente. Un pensamiento o  corriente, posiblemente, más utópica que real.

Quizás lo más sensato es estar en un punto medio, lo que podríamos llamar como interdependencia afectiva. En la cual existe el sistema de cuidados de la pareja, pero no se pierden en él. Cada miembro mantiene otras actividades y afectos que cubren sus necesidades, separados de la pareja. La pareja no lo es todo, mantenemos vínculos afectivos con amigos, familiares, vecinos, que también refuerzan nuestras ganas de comunicarnos y vincularnos. Tenemos hobbies, trabajos, otros quehaceres que podemos llevar a cabo sin la necesidad constante de ir en pareja. Conseguimos una balanza entre nuestra independencia y la necesidad de vinculación especial o concreta con otro ser humano. Damos amor, recibimos amor, dejamos espacio, nos otorgamos espacio. Convivimos con el otro sin perdernos a nosotros mismos y sin que el otro se pierda en nosotros. 

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DELIRIOS Y LOCURA

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Delirios y otros problemas

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