viernes, 5 de abril de 2013

¿Obsolescencia programada en las relaciones de pareja?

El ser humano no permanece inmutable, sino que por el contrario va cambiando y transformándose desde que nace hasta su último aliento, su cuerpo cambia, envejece, se arruga, sus órganos también cambian, aparecen enfermedades, desequilibrios y desajustes, continúa interconectando sus circuitos  neuronales, aprendiendo continuamente, convirtiéndose cada cierto tiempo en un nuevo individuo con nuevas inquietudes sustentadas en la base de unas creencias arraigadas que le permiten no caer en el caos y la locura. Por ello no es de extrañar que cada cierto tiempo nos planteemos si estamos bien dónde y con quién estamos ¿somos seres encaminados hacia la obsolescencia programada amorosa? ¿Somos promiscuos o monógamos? ¿Somos monógamos perennes o en serie (ser fiel a una pareja mientras estamos con ella, pero la relación suele ser corta y lo dejamos por otra)? ¿Podemos generalizar que el ser humano sea “algo concreto” o cada persona es un ser tan distinto al resto que es absurdo plantearnos estas cuestiones?

Entendemos por obsolescencia programada a la planificación preconcebida de poner fin a la vida de un producto de forma temprana, con el propósito de que estos objetos se conviertan en útiles de “usar y tirar” con un vida media más corta de la que podían tener. Para Álvaro Fustero[1]: “La obsolescencia programada quiere decir que vivimos en una sociedad en la que se nos ha impuesto la cultura de comprar, tirar, comprar; todo lo que se fabrica incluye una fecha de caducidad impuesta por el fabricante, lo que convierte en inservibles nuestros objetos al cabo de un tiempo, haciendo imprescindible su sustitución por algo nuevo, “mejor””.

¿Puede que genéticamente los seres humanos no seamos capaces de mantener una relación en el tiempo a causa de que poseemos cierta obsolescencia programada en lo referente a las relaciones de pareja? ¿Puede que sea esta cultura consumista la que promueva que el ser humano “use” a otros seres humanos durante un tiempo y luego decida que ya no les vale, cuando algo falla, prefiriendo ir a comprar otro “producto” nuevo? ¿Es la mezcla de ambas variables la causante de tanta ruptura amorosa? ¿O exageramos cuándo decimos que el ser humano tiende a romper sus relaciones y realmente somos más monógamos de lo que algunos creen?

Casi todos hemos pasado por rupturas amorosas de más o menos calado, de más o menos sufrimiento, y estas rupturas han sido debidas a variables como, los celos, la falta de comunicación, la desgana, el alejamiento emocional y un largo etcétera, variables que  para los defensores de la obsolescencia programada, no son más que eufemismos de esta, puesto que lo que subyace realmente es que el ser humano no está preparado para mantener una relación larga con la misma persona y la etiología de esta problemática es la propia obsolescencia y lo demás son adornos que ponemos para poder explicar las rupturas amorosas. Para otros estudiosos, los partidarios de la obsolescencia pueden parecerles demasiado radicales y agoreros, dando una visión desenfocada de la realidad del ser humano, puesto que creen que estos exageran, ya que el ser humano, para ellos, es más estable en sus decisiones de compromiso y de amor y que la obsolescencia no es más que una forma alarmista de entender al individuo. Para un tercer grupo, desde mi punto de vista, para los más humanistas, le es imposible creer que el ser humano pueda ser etiquetado de monógamo o polígamo o de cualquier otra denominación, puesto que el abanico de posibilidades se agota con el número de individuos que habitan en el mundo, es decir no podemos generalizar que el ser humano sea de una forma u otra, pues en el fondo es de todas a la vez y de ninguna ya que depende de cada individuo.


Mi objetivo en este artículo no es posicionarme en alguno de los postulados comentados, más bien es incitar a la reflexión sobre la capacidad de amar del ser humano.  De todos modos puede que en algunos sujetos la obsolescencia programada se halla  instalado en su forma habitual de relacionarse, ya sea guiados por la sociedad consumista en la que habitan o por su imborrable huella genética que les impulsa a desestructurar una relación en pro de construir una nueva, cada cierto tiempo.

Supongo que mientras leías esto, te estabas posicionando hacia uno u otro lado o quizás hacia una nueva forma de explicar dicha problemática que no he plasmado en este artículo, sería interesante saber tus reflexiones al respecto ¿Somos seres programados para abandonar las relaciones de pareja a causa de esta obsolescencia programada?

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DELIRIOS Y LOCURA

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