sábado, 13 de julio de 2013

La actitud del psicólogo/sexólogo: entre la sistematización y la empatía.

En las Universidades a  los psicólogos  nos intentan enseñar cómo funciona el cerebro humano, cómo son los procesos motivacionales, la memoria, la atención, los tipos de trastornos de personalidad, las etapas del desarrollo de ser humano, pero apenas se comenta o no se estudia lo suficiente cómo ha der ser nuestra actitud ante los pacientes y ante la terapia que vayamos a desarrollar, y esta actitud va a marcar considerablemente el tipo de alianza terapéutica que entablaremos con nuestro cliente[1].

Podemos definir la alianza terapéutica como el grado de colaboración que consigue establecer el terapeuta con respecto al paciente, esta alianza es tan importante que puede llegar a predecir el éxito o fracaso de la terapia, pues si este se muestra colaborador y receptivo es más probable que los tratamientos conlleven al éxito esperado. La alianza significa que el paciente confía en su terapeuta y está dispuesto a colaborar con él para llegar a la mejoría esperada.  Como afirman Sergi Corbella y Luis Botella: “Bordin (1976) definió la alianza como el encaje y colaboración entre el cliente y  el terapeuta e identificó tres componentes que  la configuran: (a) acuerdo en las tareas, (b) vínculo positivo y (c) acuerdo en los objetivos[2]”.

Y estos tres componentes pueden conseguirse con el paciente si el psicólogo o sexólogo posee un talante sistematizador y una capacidad empática equilibrada.

Por sistematización vamos a entender, la capacidad del terapeuta de establecer pautas metodológicas estables, basadas en la investigación científica y corroborada por la práctica profesional. Para Simon Baron-Cohen: “Sistematizar es entender y desarrollar un sistema (…) un sistema entendido como todo aquello que está gobernado por unas reglas que especifican unas relaciones de entrada-operación-salida (…). La sistematización, por tanto, requiere una observación detallada[3]. Es la capacidad que tiene el psicólogo de establecer relaciones del tipo “Sí ocurre X, entonces Y”. Este proceso se consigue con la observación sistemática y la escucha activa del paciente, apoyándose en herramientas como hojas de registros, grabadoras y todo aquel utensilio válido para detallar los elementos necesarios para instaurar una buena terapia.  La sistematización es una herramienta fundamental que ha de poseer un profesional, pues le ayuda a mantener unas bases estables amparadas por el rigor científico; la carencia de sistematización puede  provocar el riesgo de convertir las sesiones de terapia en meras charlas coloquiales. Pero un psicólogo/sexólogo que solo basa sus terapias en la capacidad de sistematización, cae en el error fundamental de no poder promover un acercamiento efectivo, puesto que se convierte en un burdo robot analista que no es capaz de validar  a su paciente. Por ello se hace necesario adquirir un equilibrio entre la sistematización y la empatía.

La empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del otro, de sentir lo que el otro siente, como afirma Baron-Cohen: “La empatía es sintonizar de una forma espontanea y natural con los pensamientos y sentimientos de otra persona, sean los que sean (…) leer la atmosfera emocional que rodea a la gente[3]”. Con la empatía podemos validar con sinceridad el sufrimiento y la preocupación de nuestro paciente, creando un clima de afecto y confianza que ambos pueden percibir en la consulta. El paciente va a sentirse comprendido y aceptado, estos sentimientos son las piedras angulares iniciales para establecer la alianza terapéutica en condiciones óptimas. Sin la empatía adecuada corremos el riesgo de espantar a nuestros pacientes, pues no seremos capaces de establecer una comunicación tanto verbal como no verbal reciproca, dejando escapar la simbiosis y la complicidad absolutamente necesarias para que este se sienta cómodo, comprendido y valorado. Pero un exceso de empatía puede perjudicar al profesional, ya que pierde de vista la objetividad necesaria para ayudar o asesorar, pues una empatía superlativa puede cegarnos y apabullarnos provocando que mantengamos una relación diferente a la esperada como profesionales. Con empatía pero sin sistematización, nos convertimos en meros amigos de nuestros pacientes, algo que de ningún modo debe ocurrir en consulta.

En definitiva, los profesionales de la psicología/sexología deben equilibrar ambos componentes para que puedan realizar su trabajo de forma eficaz y eficiente. Han de tener en cuenta que la sistematización es un elemento completamente necesario, pues incita a que basen sus actos en hechos científicos y la empatía promueve un clima adecuado entre el paciente y el profesional. Y como todo en esta vida, ni los excesos ni las carencias llevan al equilibrio y el equilibrio es la pieza principal para que todo funcione de forma adecuada.



[1] Paciente o cliente, según en el marco de referencia que deseemos ubicarnos. Dependerá de la idiosincrasia del terapeuta.
[2] Datos hallados en: http://www.um.es/analesps/v19/v19_2/04-19_2.pdf Corbella, S. y Botella, L. (2003). La alianza terapéutica: historia, investigación y evaluación. Anales de psicología
2003, vol. 19, nº 2 (diciembre), 205-221.
[3] Baron-Cohen, S. (2005) La Gran Diferencia. Cómo son realmente los cerebros de hombres y mujeres. Amat: Barcelona.

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