En las Universidades a los psicólogos nos intentan enseñar cómo funciona el cerebro
humano, cómo son los procesos motivacionales, la memoria, la atención, los
tipos de trastornos de personalidad, las etapas del desarrollo de ser humano,
pero apenas se comenta o no se estudia lo suficiente cómo ha der ser nuestra
actitud ante los pacientes y ante la terapia que vayamos a desarrollar, y esta
actitud va a marcar considerablemente el tipo de alianza terapéutica que entablaremos con nuestro cliente[1].
Podemos definir la alianza terapéutica como el grado de
colaboración que consigue establecer el terapeuta con respecto al paciente,
esta alianza es tan importante que puede llegar a predecir el éxito o fracaso
de la terapia, pues si este se muestra colaborador y receptivo es más
probable que los tratamientos conlleven al éxito esperado. La alianza significa
que el paciente confía en su terapeuta y está dispuesto a colaborar con él para
llegar a la mejoría esperada. Como
afirman Sergi Corbella y Luis Botella:
“Bordin (1976) definió la alianza como el
encaje y colaboración entre el cliente y
el terapeuta e identificó tres componentes que la configuran: (a) acuerdo en las tareas, (b)
vínculo positivo y (c) acuerdo en los objetivos[2]”.
Y estos tres componentes pueden
conseguirse con el paciente si el psicólogo o sexólogo posee un talante
sistematizador y una capacidad empática equilibrada.
Por sistematización vamos a entender, la capacidad del terapeuta de
establecer pautas metodológicas estables, basadas en la investigación
científica y corroborada por la práctica profesional. Para Simon Baron-Cohen: “Sistematizar
es entender y desarrollar un sistema (…) un sistema entendido como todo aquello
que está gobernado por unas reglas que especifican unas relaciones de
entrada-operación-salida (…). La sistematización, por tanto, requiere una
observación detallada[3]”.
Es la capacidad que tiene el psicólogo de establecer relaciones del tipo “Sí ocurre X, entonces Y”. Este proceso
se consigue con la observación sistemática y la escucha activa del paciente,
apoyándose en herramientas como hojas de registros, grabadoras y todo aquel
utensilio válido para detallar los elementos necesarios para instaurar una
buena terapia. La sistematización es una
herramienta fundamental que ha de poseer un profesional, pues le ayuda a
mantener unas bases estables amparadas por el rigor científico; la carencia de
sistematización puede provocar el riesgo
de convertir las sesiones de terapia en meras charlas coloquiales. Pero un
psicólogo/sexólogo que solo basa sus terapias en la capacidad de
sistematización, cae en el error fundamental de no poder promover un
acercamiento efectivo, puesto que se convierte en un burdo robot
analista que no es capaz de validar a su
paciente. Por ello se hace necesario adquirir un equilibrio entre la
sistematización y la empatía.
La empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar del
otro, de sentir lo que el otro siente, como afirma Baron-Cohen: “La empatía es
sintonizar de una forma espontanea y natural con los pensamientos y
sentimientos de otra persona, sean los que sean (…) leer la atmosfera emocional
que rodea a la gente[3]”.
Con la empatía podemos validar con sinceridad el sufrimiento y la preocupación
de nuestro paciente, creando un clima de afecto y confianza que ambos pueden
percibir en la consulta. El paciente va a sentirse comprendido y aceptado,
estos sentimientos son las piedras angulares iniciales para establecer la
alianza terapéutica en condiciones óptimas. Sin la empatía adecuada corremos el
riesgo de espantar a nuestros pacientes, pues no seremos capaces de establecer
una comunicación tanto verbal como no verbal reciproca, dejando escapar la
simbiosis y la complicidad absolutamente necesarias para que este se
sienta cómodo, comprendido y valorado. Pero un exceso de empatía puede
perjudicar al profesional, ya que pierde de vista la objetividad necesaria para
ayudar o asesorar, pues una empatía superlativa puede cegarnos y
apabullarnos provocando que mantengamos una relación diferente a la
esperada como profesionales. Con empatía pero sin sistematización, nos
convertimos en meros amigos de nuestros pacientes, algo que de ningún modo debe
ocurrir en consulta.
En definitiva, los profesionales
de la psicología/sexología deben equilibrar ambos componentes para que puedan
realizar su trabajo de forma eficaz y eficiente. Han de tener en cuenta que la
sistematización es un elemento completamente necesario, pues incita a que basen
sus actos en hechos científicos y la empatía promueve un clima adecuado entre
el paciente y el profesional. Y como todo en esta vida, ni los excesos ni las
carencias llevan al equilibrio y el equilibrio es la pieza principal para que
todo funcione de forma adecuada.
[1]
Paciente o cliente, según en el marco de referencia que deseemos ubicarnos.
Dependerá de la idiosincrasia del terapeuta.
[2]
Datos hallados en: http://www.um.es/analesps/v19/v19_2/04-19_2.pdf
Corbella, S. y Botella, L. (2003). La alianza terapéutica: historia,
investigación y evaluación. Anales de psicología
2003, vol. 19, nº 2 (diciembre), 205-221.
[3]
Baron-Cohen, S. (2005) La Gran Diferencia. Cómo son realmente los cerebros de
hombres y mujeres. Amat: Barcelona.
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