miércoles, 17 de julio de 2013

La importancia de la mente sobre la intensidad de percibir orgasmos.

El ser humano es un ser fisiológico, emocional, perceptivo, sensitivo y con un talante especial para dejarse llevar por su propia sugestión, y todo esto influye a la hora de percibir la intensidad de un orgasmo.

Estudios realizados con mujeres, demuestran que la intensidad fisiológica muchas veces no se corresponde con la intensidad psicológica del placer producido por un orgasmo, es decir, en más de una ocasión, algunas mujeres en las que sus cuerpos habían marcado mucha actividad fisiológica (intensidad orgásmica medida con aparatos que registraban los cambios fisiológicos que produce el orgasmo), no reportaban haber sentido mucho placer,  y en cambio en otras ocasiones en las que fisiológicamente apenas se había registrado indicios de orgasmo, estas manifestaban haber sentido un intensa sensación orgásmica. Estos datos demuestran que la mente y el cuerpo en incontables ocasiones viajan por senderos dispares.
¿A qué nos conduce este hallazgo? A pensar que realmente una relación erótica placentera está condicionada en gran medida por la sugestión, las expectativas y la condición psicológica, dejando en un lado secundario lo más puramente fisiológico. Por lo que podemos concluir, que por ejemplo, la manida discusión sobre el tamaño de pene,  si da más placer o menos según su longitud y grosor, puede resolverse de manera satisfactoria si separamos la fisiología de la psicología:

Ø  Fisiológicamente: los genitales de la mujer están preparados para sentir placer, prácticamente y en exclusiva, en los cuatro primeros centímetros (clítoris, labios, entrada de la vagina ...) por lo que el tamaño del pene es irrelevante.

Ø  Psicológicamente: va a depender de las expectativas, sugestión y creencias acerca del tamaño, es decir, si la mujer fantasea con un tamaño grande, muy posiblemente la visión de este va a condicionar su respuesta ulterior, sintiendo más placer psicológico, por el mero hecho de percibir el tamaño grande como más placentero.

Lo que nos lleva a pensar que puede haber mujeres a las que la visión del pene les agrade y aumente más su placer psicológico y a otras mujeres a las que la visión de dicho miembro les repulse y deseen mantener el menor contacto posible con este. El primer tipo de mujer podemos denominarlo “propene” y al último “antipene”, siempre moviéndonos en una escala gradual, donde el punto medio se situarían las mujeres que ni les agrada ni les causa rechazo. Posiblemente aquí nos encontremos también con mujeres  que fluctúan entre la erotofilia y la erotofobia[1], según su agrado o rechazo del miembro viril, aunque por supuesto, está relación no se cumpla en todas las circunstancias. En cualquier caso, es importante saber que en una relación erótica, el pene es solo un factor más del juego, ni el único, ni el protagonista, las relaciones basadas únicamente en la genitalidad pierden parte de su potencial, pues dejan de lado otras manifestaciones eróticas de gran magnitud, que aportan a la relación mayores satisfacciones.

En definitiva, nuestra mente es la gran protagonista en cada encuentro erótico que mantenemos, es la que nos sugestiona favorable o desfavorablemente; nuestras expectativas pueden alentarnos hacia un orgasmo supremo o hacia la hecatombe, un mismo sujeto puede ser el mayor amante para alguien en concreto y un amateur para otra persona, pues todo depende de lo que llevemos en nuestra mente antes de comenzar la relación erótica. Por lo que no estaría demás despejar la mente y dejarse llevar por las sensaciones.



[1] Erotofilia: actitud positiva que mantenemos con respecto a todo lo sexual y erótico, no albergando sentimientos de culpa, ni rechazo sobre estas conductas, por lo que las personas erotofílicas pueden hablar abiertamente de sexo, sin sentirse mal por ello.
Erotofobia: actitud negativa hacia todo lo sexual y erótico, que conlleva a que las personas se sientan culpables al hablar de sexo o mantener conductas de esta índole.

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